Próceres locales

Diego Pérez Fernández
Diego Pérez CONTRAPUNTO

FIRMAS

31 ene 2012 . Actualizado a las 16:26 h.

Dice el economista y escritor José Luis Sampedro, y lo dice rematadamente bien, que culpar a los ciudadanos de la crisis es una solemne tontería. De un tiempo a esta parte se ha corrido el bulo de que demasiada gente estaba viviendo por encima de sus posibilidades. Como si no hubiese un sistema que lo favorecía. Como si los que de verdad deciden no tuviesen la culpa.

Tomemos como ejemplo esta ciudad de tamaño medio llamada Vigo. Basta repasar lo ocurrido en los últimos años con su clase dirigente para recopilar material que daría para dos o tres tomos de una antología del disparate. Aquí ha habido alcaldes capaces de recalificar suelo por todas las esquinas y asegurar que el censo iba a engordar en 100.000 habitantes, creando empleo a un ritmo mayor que Alemania después de la II Guerra Mundial. Aquí ha habido presidentes de puerto fichando arquitectos de renombre mundial a golpe de talonario (público) para convertir los muelles que nos dan de comer en paseos con norias y hoteles-monolito. Aquí ha habido diputaciones financiando un campo de fútbol de hierba artificial en cada barrio y promoviendo circuitos Rías Baixas de Fórmula 1. Y aquí ha habido financieros que se hacían pasar por mecenas (con el ahorro de los ciudadanos de a pie, claro) que no contentos con un gran centro cultural se montaban otro justo enfrente y además se apuntaban a construir auditorios. Así se entiende la falta de liquidez posterior y la necesidad de colocar participaciones preferentes a perpetuidad entre sus clientes.

Todo este derroche tiene nombres y apellidos. Son próceres de la vida local que, lejos de actuar como paraguas y aplicar una gestión razonable, han propagado determinados valores. Valores que llevaron al exceso y que ahora tocará pagar durante años. Mientras algunos se empeñan en culpar a quienes se hipotecaron sin tener empleo fijo, políticos y empresarios beneficiarios de créditos blandos siguen vendiendo el humo de nuevos vuelos internacionales. Como si Peinador fuese la T-4 o Heathrow.

diego.perez@lavoz.es