María José Bravo llegó a la nueva glorieta de Severino Cobas acompañada del concejal Antonio Bernárdez y de personal de la Xunta. Caballero con la teniente de alcalde Carmela Silva y otros ediles. En el lugar le esperaban vecinos de la zona con el presidente de la asociación de vecinos de Lavadores, Eduardo Fernández, militante del PSOE y hermano de un concejal.
Entre ambos no hubo más que un breve saludo y después Caballero se puso a ejercer como responsable de la obra en exclusiva. En todo momento encabezó la comitiva y puso muy difícil el intento de Bravo de situarse como representante de la Administración que había aportado la mayoría del presupuesto.
El alcalde saludó a los vecinos y habló el primero a los periodistas tras dejarle claro a la delegada autonómica que ni mucho menos habría comparecencia conjunta. Ya debería haberlo previsto ella pues es una práctica habitual de Caballero desde sus tiempos de presidente del Puerto en sus reuniones con Corina Porro.
El alcalde ignoró en todo momento la presencia de Bravo en sus declaraciones y vagamente aludió a la Xunta, pero para dejar claro que fue el antecesor de Feijoo, el socialista Touriño, con quien se firmó el convenio. Y por si faltaba algo, además de ningunear a la Xunta también tuvo tiempo para criticar a la Diputación.
Bravo dejó en evidencia el esperpento que supone la presencia de dos autoridades para una inauguración que no se dirigen la palabra. «Me ha sorprendido que en una obra de dos administraciones no se produzca una comparecencia conjunta, y más cuando ni siquiera se ha pagado al 50 %. Pero aparte de esta tenemos muchas más obras en Vigo», afirmó.