Los mejores locales para disfrutar del jazz en Galicia

CARLOS PEREIRO

FUGAS

PACO RODRÍGUEZ

La complejidad y belleza del jazz y sus derivados se encierran en algunos de los locales más emblemáticos de las ciudades gallegas. Artistas consagrados y emergentes invaden sus escenarios. La improvisación es la ley

11 ago 2017 . Actualizado a las 15:30 h.

Decía George Gershwin, compositor estadounidense finado hace ya ochenta años, que la vida es en buena medida como el jazz, mejorando sustancialmente cuando uno improvisa. Lo cierto es que Galicia tiene una relación sincera con el género musical y por ende con la manera de llevar a cabo el día a día. A lo largo de toda la comunidad el jazz sobrevive a golpe de jam session, de un piano colocado contra la pared, o de una decoración a base de fotos en blanco y negro de aquellos que hoy llamamos mitos. Los planes a veces se improvisan, y muchas veces acaban por acercarse hasta el local de jazz más próximo.

Como género musical, es un tanto curioso. Su ejecución y composición requieren un nivel propio de profesional, de estudioso. La manera de atacar sus canciones necesitan de una técnica que otras músicas obvian o no se hace tan evidente; pero al mismo tiempo, las melodías que acaban por formarse, provocan una atracción por el gran público. Difícil de tocar pero fácil de escuchar (depende del subgénero, claro, no todo el mundo asume el bebop, por ejemplo, de la misma manera). La realidad es que casi todas las ciudades gallegas cuentan con su propio festival de jazz (en Pontevedra, la ciudad del Lérez, acaba de terminar con un éxito absoluto su edición número veinticinco, ya convertida en una tradición local y una serie de conciertos que consiguen atraer a un público increíblemente heterogéneo). Y así como hay escenarios grandes, los hay pequeños; esos en los que las notas cromáticas resuenan entre cuatro paredes, sin necesidad de grandes luces ni miles de asistentes.

SILA DOSIL

En Santiago, por ejemplo; no pocos estudiantes han considerado, con el paso de los años, que el traspasar las puertas del Dado Dadá debería convertirse en una asignatura más, y hasta que debieran dar créditos por ello. Por su escenario han pasado músicos consagrados, y tras casi cuarenta años, la esencia se mantiene. No es el único de la capital compostelana. La Borriquita de Belém (la Borri para los ya iniciados en sus noches), se ubica en el corazón del casco histórico, apenas a unos metros de la catedral. Su piedra no habla, pero si lo hiciera cantaría a golpe de swing o algún ritmo sincopado.

Años de ambiente

Dice Rubén Iglesias, estudiante del último curso del Conservatorio Superior de Jazz de A Coruña, que el jazz implica ciertas reglas que otros estilos no poseen. Así, en el Jazz Filloa de la ciudad herculina encontró un refugio impagable donde poder llevar a cabo lo aprendido en clase.

Allí el repertorio lo ha ido hilando el público a base de años en un ambiente que rezuma jazz por los cuatro costados, y una acústica preciosa para el género.

Una cuidada decoración, una justa luz y una conocedora del buen jazz. Amateurs y profesionales coinciden a lo largo de las largas canciones que se convierten en conversaciones entre músicos, pero en donde las miradas y los cambios de ritmo marcan lo que va aconteciendo, para sorpresa de unos y otros.

En Pontevedra, ciudad con una íntima relación con la música, el jazz siempre tuvo diversos refugios. La añorada Cabaña fue durante años uno de los centros culturales y musicales de la ciudad; y hasta la banda de Iggy Pop, tras un concierto en Galicia, decidió proseguir allí con la fiesta hasta bien entrada la madrugada. Hoy cerrada, locales como A Taberna do Jazz o La Gramola continúan apostando por las sesiones de música improvisada y el subir a sus pequeños escenarios a músicos emergentes e interesados en corrientes jazzeras, funkys, blues o latinas. En el primero de ellos, se programa cada semana un recital de poesía; y es que las palabras, también importan.

Un local preciosista

Este mismo año, el Café Latino Jazz de Ourense cumplió un cuarto de siglo. Es una fecha que no todos los negocios pueden permitirse, y menos cuando se trata de un establecimiento tan concreto, dedicado a la música. Aldi Meola, Benny Green o James Carter son solo algunos de los nombres que han atravesado su umbral.

Un local preciosista en sí mismo, y en el que el jazz perdura a lo largo de todas las horas del día. Clásico atemporal de la ciudad ourensana, y cita indispensable de la música en directo con base en la improvisación.

La Clavicémbalo, mítica sala de conciertos, también tiene su hueco para el jazz; y el local continúa asociado al género a día de hoy. Convertida en emblema musical de la ciudad, miles de artistas han sucumbido a su cargada decoración, a la pared de ladrillos de su escenario y a su ambiente acogedor. La tentación de destapar su piano, siempre está presente.

El Xancarajazz de Vigo, al igual que la ciudad, echará de menos siempre su música en directo, que se despidió en marzo del año pasado para luego hacerlo Gonzallo Villar, el gran amigo de la música viguesa. Las quejas por «ruido» acabaron con las jam.

La tristeza del silencio.