«El amor en EGB no tenía que ver con el de la ESO»

TEXTO: ANA MONTES

FUGAS

cedida

La escritora y periodista sorprende con «Tarta de amor con almendras», un cuento de hadas comprometido con algunos de los grandes problemas de la sociedad actual, como el acoso escolar o sexual

04 ago 2017 . Actualizado a las 05:30 h.

Ángela Vallvey dispara en Tarta de almendras con amor una historia conmovedora en la que amor y dolor se solapan irónicamente a ritmo de hastag. #TeComeríaABesos #YLuegoMeComeríaLosBesos es parte de la poesía de esta novela dulce y original que nos acerca a la autora.

Fue Premio Nadal en 2002 por Los estados carenciales y en 2016 Premio Barcarola de Poesía por Epidemia de fuego. Tras su prolífica obra se esconde también una cocinillas para quien la gula no es uno de sus pecados capitales porque «mi cuerpo no tolera los excesos». Su locuacidad la vierte en Fiona, la protagonista adolescente de Tarta de almendras con amor que tiene que bregar contra el acoso escolar y una vida difícil que combate con comida basura. Con humor, amor, compasión y esperanza, este cuento de hadas comprometido con la sociedad es un nítido espejo donde mirarse o descubrir a otros atrapados en su reflejo.

-#ComeMenos #PiensaMás #AprendeACocinar son algunos hashtags de tu novela. ¿Es una consigna?

-Sí, los he utilizado como si fueran una mezcla entre verso, greguería y sentencia. Ha sido un recurso expresivo divertido para dar agilidad a la novela porque tengo tendencia a pensar este tipo de cosas en clave de hashtag.

-Además conectan al lector con la protagonista de 17 años muy condicionada también por la comida.

-Conectan con su pensamiento, su sensibilidad y la forma de ver la vida. Hay personas que desde que se levantan por la mañana condicionan todo su día al hastag que encuentran en Twitter, lo cual no es malo si encuentras uno que te produzca un beneficio.

-¿Estás atenta a las redes sociales?

-No. Las atiendo pero no estoy como una obsesa mirando miles de veces las redes porque no es sano. Crea una dependencia y una ansiedad muy extraña porque conectas con muchos inputs. A mí me ha pasado. Pero no hay cuerpo que lo aguante si quieres hacer más cosas en el día.

-¿Cúal es tu interés por la comida?

-La comida es un gran tema en nuestra época. Condiciona nuestra vida de forma tremenda, no solo a la salud física sino también a la mental porque hay más comida que nunca pero también más mala. Además todos tenemos una relación más o menos conflictiva porque no sabemos relacionarnos de forma natural con ella.

-¿Te ha generado algún problema?

-Si por mi fuese, me alimentaría de porquerías, pero mi cuerpo lo rechaza porque soy celíaca, y supone un gran cambio en los hábitos alimenticios. Hay cosas que atentan contra mi cuerpo. En otras épocas tuve una obsesión absurda por unos caramelos. Al día me comía de 20 a 30. Me sentía como una yonqui porque iba buscando los caramelos por todos los supermercados del barrio, algo ridículo y esclavizante porque me hacían daño. Pero eso no es tan extraño porque le pasa a mucha gente.

-¿Con qué aderezas tu vida?

-Con lo mismo que he usado en la novela: amor, humor y pasión, ingredientes que no crecen en los árboles; hay que trabajárselos.

-El libro además trata el acoso escolar y el sexual, temas candentes.

-Sí, hay que ponerles freno a través de la educación y de la conciencia social. El acoso siempre se ha vivido en los colegios, pero ahora dura 24 horas. Los chavales no descansan porque llevan un teléfono en el que les acosan a todas horas. Si no lo frenamos, alimentaremos una cadena que no va a par nunca porque se reproduce.

-Criticas la indiferencia y el dolor ajeno «que no se ve pero ocupa espacio». ¿Reparamos en los demás?

-A pesar de que, más que nunca, hay un tópico de lo políticamente correcto, hay una serie de conductas egoístas sobre el provecho propio que no reparan ni en el daño que se puede hacer ni en la soledad de los demás. Hay que estimular la sensibilidad y la empatía.

-¿Son los sentimiento más desatendidos?

-El no saber cuándo estás haciendo daño, cuando estás pisoteando la dignidad de otro, son comportamientos atrasados en una sociedad que dice ser más solidaria que nunca. Realmente muestran una actitud más que un sentimiento, porque a veces esa teoría no la llevan a su vida privada.

-Hablas de la felicidad de las pequeñas cosas. ¿Cuáles te hacen feliz a ti?

-Una pequeñez, que no lo es tanto en realidad, es aprender. Me hace muy feliz y es lo que más me satisface a pesar de que sea una enseñanza modesta. He estudiado mucho y en eso sigo, pero cuando me interesa un tema, leo, que es lo que hay que hacer.

-¿Amamos según lo que somos?

-Creo que sí. Lo que somos determina lo que amamos y cómo nos amamos. Cómo queremos ser es una de las pocas casas que está en nuestras manos y esta decisión influirá en cómo nos tratarán los demás y lo que harán por nosotros.

-¿Cómo ves hoy al amor? ¿Te parece un comodín que sirve de moneda de cambio para todo?

-Hemos pervertido mucho el concepto del amor. No lo entiende igual un chaval de la ESO que uno de EGB. Se utiliza como comodín para camuflar deseo, actitudes compulsivas y las ganas de poseer. Y el amor no es eso. Es una fuerza mucho más pura y más generosa.

-¿Fue también para ti una aventura descubrirlo en tu juventud?

-Sí, pero yo siempre he sido muy crítica con el concepto porque creía que habíamos heredado una sociedad con los tópicos del romanticismo y con efectos dañinos. Pero a lo largo del tiempo he descubierto que hay algo puro en este sentimiento, porque el amor es posiblemente lo único que salva al mundo y es algo más cierto de lo que había supuesto.

-¿Cuál es tu forma favorita de dispersarte dentro de tu mente?

-Yo soy más difícil de manejar que la protagonista, incluso por mí misma, porque soy muy caótica. Aunque doy impresión de ordenada y sistemática, soy lo contrario porque me cuesta disciplinarme pero cuando me pongo a ello, me meto en vereda. Me disciplino más con el trabajo y con el deber que con el sentimiento y el mundo interior, aunque también encuentro un cierto placer salvaje en ser así.

-¿Y qué es para ti la cordura?

-La sensatez que es sentido común y a la vez es razón. Ser razonable es ser también moderno aunque creamos que la modernidad es lo contrario, pero es cordura y está más cerca de la amabilidad, la bondad y la compasión.

-¿Hoy día somos demasiado correctos para llamar a las cosas por su nombre?

-Sí, hay una ola de corrección política social, mal llamada, que viene desde hace 30 años y que dicen que con la era de Trump va a cambiar y nos vamos a volver todos más incorrectos. Pero yo no lo creo. La corrección debe tener un criterio de sensibilidad, no una formalidad hueca y vacía.

-¿Tienen los jóvenes una mente más fragmentada que las generaciones anteriores?

-Aún hay que hacer estudios y lo iremos viendo. No sé si su mente, pero su conducta sí es más fragmentada porque están acostumbrados a no prestar demasiada atención mucho tiempo a una sola cosa. Y eso tiene pros y contras porque no permite progresar en algo concreto a largo plazo. Cuando uno se dispersa, se distrae y no atina, puede ser un problema. Pero la vida demuestra que la fuerza del cambio está siempre en los jóvenes que son los que se atreven a hacer cosas que los adultos se piensan dos veces.

-¿De qué están hambrientos los jóvenes de hoy en día?

-De comidas buenas para el cuerpo y luego para el alma. Después de objetivos, porque tienen gran cantidad de posibilidades en las que se pueden perder. Por eso necesitan referencias y criterios de autoridad para que no se agoten ante ese inmenso mar de posibilidades.

Ser razonable es ser moderno aunque se crea lo contrario