
El humorista gallego está viviendo un momento especialmente dulce gracias al éxito de Pantomima Full, compartido con Alberto Casado, y la puesta en marcha de su nuevo espectáculo, al que ha titulado «Ofendiditos».
29 dic 2017 . Actualizado a las 10:24 h.En plena dictadura de la corrección política, en una era en la que Internet se ha convertido en la plataforma perfecta para mostrarse indignado por cualquier cosa, el carballés Róber Bodegas lanza un espectáculo que se llama Ofendiditos en el que carga contra todos esos que creen que el universo está en su contra. Defensor a ultranza de un humor sin más límite que el de tener gracia -y la tiene-, Bodegas nos habla de la libertad de expresión y de la receta que está detrás de haberse convertido, gracias a los certeros y ácidos vídeos de Pantomima Full que comparte con Alberto Casado, en uno de los cómicos del momento. A pesar de la falta de sentido del humor que reina en las redes sociales.
-Resulta realmente complicado encontrar entradas para algunos de los espectáculos de Pantomima Full...
-Estuvimos en A Coruña y en Vigo, y se vendió todo tan rápido que ya estamos viendo cuándo podemos volver. Es que esto ha crecido tan rápido que es imposible prever la expectativa que va a generar. Escoges un teatro para actuar y no sabes si tirar por uno con capacidad para 300 personas, o 500... Así que al final siempre preferimos quedarnos cortos que encontrarnos con una sala medio vacía. Por eso se agotaron tan pronto las entradas. Pero repetiremos. Así tengo otra excusa para volver a casa.
-¿Cómo surgió Pantomima Full?
-Desde Sé lo que hicisteis siempre he hecho cosas con Alberto. Teníamos un espectáculo en el teatro Alfil, en Madrid, y al empezar la temporada decidimos grabar algún vídeo y colgarlo en Internet, sobre todo para que la gente supiera qué es lo que se iba a encontrar, más allá de nuestros nombres. Que no fuesen pensando que era un monólogo. Y empezó a crecer la cosa rapidísimamente. Hasta el punto de que estábamos con media entrada en el Alfil, que tiene capacidad para unas 200 personas, y pasamos a llenar el Alcázar, que tiene más de 700 butacas. Así que como promoción fue muy acertada.
-¿Esperaban que tuviesen tanta repercusión estos vídeos?
-No creo que nadie que haga algo así se espere que tenga una repercusión semejante. Haces infinidad de cosas y, de repente, una gusta especialmente. Lo que sí teníamos claro es que queríamos que fuese algo de consumo rápido, porque nadie se para a ver en Facebook un vídeo de cinco minutos. Pero era promoción, nada más. No queríamos montar nuestra propia serie. No somos visionarios ni nada parecido.
-Realizan retratos certeros de la fauna que puebla la sociedad actual, y la conclusión es que está esto lleno de cretinos. ¿Les ha llamado alguien la atención tras verse identificado?
-Alguno se ha molestado, pero si ves cuatro o cinco vídeos ya te das cuenta de que nos estamos riendo de todo, lo primero de nosotros mismos, que somos muchos de esos personajes que sacamos. Tampoco tocamos temas muy delicados, aunque eso da igual, porque hay quien se ofende porque criticas Star Wars. Por cada vídeo hay un par que se enfadan. Pero la balanza hater que hay en las redes sociales nos da por ahora la razón.
-¿Ponen límites a algún tema o se han atrevido a tocar todo lo que se les ha ocurrido?
-No hemos evitado nada, hacemos lo que se nos va ocurriendo, siempre que veamos que hay un personaje identificable. Es cierto que hay temas que no hemos tocado, pero más por pereza que por miedo a las reacciones. Por ejemplo, la política. Es que nunca hemos hecho sátira sobre ese tema simplemente porque nunca nos ha hecho gracia. Podríamos hacer una crítica sobre el prototipo de progre y el típico conservador. Y seguro que se enfadarían con nosotros. Pero es que nos da pereza, nada más.
-¿Cree que debe ponérsele límites al humor?
-No se le pueden poner límites. En el caso de Pantomima Full, aunque es un humor que tiene un punto cabrón, tampoco es muy negro. Pero nunca nos hemos puesto límites. Y cuando voy yo solo, tampoco.
-De hecho su nuevo show se titula «Ofendiditos»...
-Claro, es que va de eso, de tratar temas con los que la gente a priori se ofende. Puede que haya formas no apropiadas de tratar un tema, pero humor se puede hacer de todo. Es más, debe hacerse. Además, es imposible establecer unos límites generales, porque hay gente que puede tolerar bromas sobre racismo, pero no sobre machismo; o que aguanta chistes sobre el maltrato animal, pero no sobre el cambio climático. Los límites son personales y yo no puedo preguntarle a cada persona que entra en la sala qué temas no quiere que sean tocados. Lo que hay que hacer, que es lo difícil, es buscar el chiste apropiado, dar una visión graciosa sobre un tema delicado, cosa que no siempre se consigue
-¿Ha dado ya con muchos ofendiditos?
-Es que hay gente a la que le salta la alarma en cuanto empiezas a hablar de un tema en concreto, se pone tensa y deja de escucharte, así que ni siquiera sabe si vas a decir algo gracioso. Parten de una voluntad que dice que de eso no se van a reír. Primero habrá que escuchar para poder juzgar después, digo yo. Eso está pasando continuamente y no puede ser, porque si no, en dos años ya no nos van a quedar temas sobre los que hacer humor. Vamos vetando y vetando...
-Pero es que usted parece que lo va buscando.
-¡Si lo que pretendo es precisamente quitarle importancia! Estoy en un teatro en Gran Vía, y eso significa que hay gente que viene a ver mi espectáculo por mí, porque me conocen y les gusta lo que hago. Pero que también hay otra parte del público que simplemente viene a probar, porque les tiene buena pinta el asunto. El espectáculo tiene una parte más negra, más bruta y ácida. Así que es mejor que vengan en cierto modo advertidos de lo que van a ver y no se ofendan. Por eso lo pongo en diminutivo, para sacarle hierro al asunto, que no haya ofendidos, sino ofendiditos. Al fin y al cabo, esto no son dogmas, que son solo coñas.
-¿Cuántos se le han ofendido ya en un espectáculo?
-Alguno ha habido. No se han puesto bravos, al fin y al cabo estamos en un teatro y nadie se pone a gritar, pero sí que se me han levantado y han abandonado la sala. O se han quedado pero me han puesto una valoración en Internet de un cero, que eso es terrible, porque después tienes que conseguir diez dieces para levantarlo en Atrápalo. Es como los restaurantes con TripAdvisor. La gente busca «monólogos en Madrid» y si tienes un 8,5 no es lo mismo que si tienes un 4 de valoración.
-¿Cuál es el perfil del ofendidito?
-Pues me ha pasado sobre todo con los veganos. Si hago una broma con la carne no significa que quiera que maten a las vacas. Es solo una broma. Después hay otros temas que sabes que pueden ser delicados... Tengo una parte en el show en la que hablo de gente que se suicida pero falla. Cuento algunos fallos tontos, como el del tío que metió la batidora en la bañera para electrocutarse y que simplemente se trituró los huevos. No te estás riendo de la gente que toma esa decisión terrible, te ríes de las pésimas ideas que han tenido algunos. Pero hay gente que no lo entiende, que no quiere ver este tema ni de lejos.