María Castro: «Lo que más me cuesta hacer del día es meterme en la cama»

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Dos cuestiones a las que ha sido ajena han determinado su vida: ser pelirroja y ser gallega. El resto le ha ido llegando como consecuencia de su incontenible capacidad de trabajo y de un talento forjado a golpe de cabezonería y tesón. El próximo fin de semana regresa «feliz» a su tierra para poner en escena la exitosa comedia de enredo «Dos más dos» que protagoniza junto a Daniel Guzmán, Miren Ibarguren y Álex Barahona

20 ene 2018 . Actualizado a las 23:22 h.

El dilema está servido y es de esos que el espectador se lleva consigo más allá del umbral del patio de butacas. ¿Qué haríais si para reactivar la pasión de un ya anodino matrimonio vuestros mejores amigos os proponen un intercambio de parejas? Sobre esta, en apariencia, frívola proposición Dos más dos articula un enredo de notables dimensiones. «E inesperadas consecuencias», apostilla María Castro.

-¿Dos más dos siempre son cuatro?

-Pueden ser hasta ocho, como dice la función. Siempre y cuando todos estén de acuerdo y sea bajo el mismo techo.

-Te traslado una de las cuestiones que plantean los directores de esta función, ¿es posible mantener la pasión en las relaciones largas?

-Sí, claro que es posible pero hay que currárselo. Si nos hacemos cómodos, adiós. Si abandonas la lujuria un mes ella te va a abandonar a ti seis.

-Y otra más de las que subyacen en la obra, ¿es suficiente el amor para mantener unida una pareja?

-No. A veces el amor se convierte en algo insano. Hace falta amor racional, respeto, cariño y, por supuesto, sexo.

-¿Hay solo una manera de entender la fidelidad?

-Uf, esta sí que es complicada... Creo que no. La fidelidad se asienta en las normas que acuerda cada pareja. En base a eso mi idea de la fidelidad puede no tener nada que ver con la tuya.

-¿Sigue siendo el sexo un gran tabú incluso dentro de la pareja?

-Para muchas sí. Es algo que está ahí, que muchas veces genera un problema pero del que no se quiere hablar. Y creo que no hay nada más sano que ser transparente en la pareja, en todos los aspectos. En este también. Es algo no fundamental pero sí importante.

-Y la pregunta del millón, claro. ¿Cómo recibiría María Castro una proposición así?

-Me resultaría imposible. No, no podría. Teniendo en cuenta como soy yo lo veo como ciencia ficción. No solo porque no soportaría ver a mi pareja con otra persona sino porque yo tampoco podría dar el paso. Además, no lo necesito [se ríe]. Cuando una persona te llena tanto como es el caso de mi pareja no necesitas buscar más allá.

-Estos días se habla mucho de la situación de la mujer en las artes escénicas y de esas denuncias de acosos que están saliendo a la luz, ¿Qué tienes que decir al respecto?

-Yo he tenido la suerte de no haber sufrido nunca una situación así. Se oye hablar de casos pero yo no los he vivido ni en primera persona ni muy de cerca. Afortunadamente, porque si algo no soporto en la vida es la presión por parte de quien tiene el poder frente al más débil. Situaciones como las que se denuncian deberían estar más que erradicadas. Me parece increíble tener que estar a estas alturas defendiendo la igualdad de las mujeres y la equidad que debería existir tanto en labores artísticas como técnicas.

-¿También hay mucha diferencia en cuanto a los salarios?

-A nivel artístico, no. Cada uno tiene su caché y depende del estatus que tengas en cada momento más que de si eres hombre o mujer.

-¿En algún momento de tu trayectoria profesional has tenido sensación de vértigo, de perder el control?

-No, a pesar de la vorágine en la que estoy metida no he tenido esa sensación. Cuando estoy trabajando procuro mostrarme muy segura. Después, ya en casa, quizá no lo sea tanto como aparento. Pero si tomo la decisión de hacer algo me tiro siempre a la piscina.

-Da la sensación de que consigues todo lo que te propones, de que lo tienes todo. ¿Qué echas de menos?

-Estar más tiempo con mi familia. Ahora tengo la suerte de que mis padres están jubilados y pasan temporadas más largas conmigo en Madrid, pero en Galicia tengo a mis hermanos, a mis sobrinos y a mi abuela que tiene 96 años. Por eso cuando voy apenas visito a mis amigos, solo quiero exprimir a mi familia a besos.

-Hace unos años surgió una generación de actores gallegos que alcanzasteis un notable reconocimiento en el resto de España. Da la sensación de que en estos últimos años ha habido como un parón y que ya no salen tantos. ¿Cuáles crees que pueden ser las razones por las que esto ocurre?

-Justo cuando yo me fui apenas había producciones en Galicia. A lo mejor la razón es porque ahora se hace mucho cine y muchas series en Galicia y los actores tienen trabajo en su tierra. Yo no me arrepiento de haberlo hecho pero quizá si entonces hubiese tenido trabajo en Galicia no habría dado el paso de irme a Madrid.

-Tú que siempre presumes de tu procedencia, ¿cuál es el tópico de Galicia que más te molesta?

-No me encuentro yo con mucha gente que hable mal de nuestra idiosincrasia. Porque no tienen motivos [se ríe]. Lo único es que a veces me dicen que por el tono de voz y la cadencia hablamos como con pena. Y yo creo que no, que los gallegos somos superalegres.

-¿De qué presumes?

-De todo. De la tierra, que es preciosa menos cuando nos la queman, de la comida, de mi familia... Para mí es un orgullo presumir por ahí fuera de una tierra tan bonita como la nuestra.

-Completemos el refrán, ¿de qué careces?

-A título personal, tengo que trabajar el no darle tanta importancia a mis errores. Y si hablamos de Galicia, carezco de un AVE para ir y volver de Galicia a Madrid más cómodamente.

-¿Cuánto marca el ser, como tú dices, zanahoria?

-Más de lo que te puedes imaginar. Para bien y para mal. Puedo optar a determinados personajes por el hecho de ser diferente pero ¿cuántas pelirrojas ves tú en cada serie de televisión?

-A alguien tan inquieta y activa como tú, ¿qué es lo que más le cuesta hacer del día?

-Meterme en la cama. Porque es que siempre tengo algo que hacer.

-En los tiempos que corren ¿no temes pecar de demasiado optimista?

-Siempre hay alguna ocasión para sonreír y ninguna para tirar la toalla.

-¿No te da un poco de rabia que si hoy escribes María Castro en Google las 20 primeras entradas estén relacionadas con tu pedida de mano en «El Hormiguero»?

-No, para nada. Fue una sorpresa tan grande y tan dulce que lo compensa todo. Retomando lo que hablábamos del principio, son detalles como ese los que precisamente permiten mantener viva la pareja.

-¿No te habría gustado que fuese un momento más íntimo y no delante de cuatro millones de espectadores?

-Para mí no había cuatro millones de personas, para mí solo estaba él. Fue precioso, elegante... Te aseguro que para mí fue igual de privado que si hubiera sido en la intimidad.