Concha Velasco: «Yo soy de las que me cargo a los directores»

FUGAS

Sergio Parra

La actriz vallisoletana llega este fin de semana a Galicia para representar su «Funeral», una obra que le ha escrito su hijo después de insistirle mucho. A sus 78 años no le asusta la muerte, dice que hay que mirarla de frente, y pide un deseo: «Ser fantasma para ver crecer a mi nieto»

21 sep 2018 . Actualizado a las 17:16 h.

A punto de cumplir 79 años, Concha Velasco (Valladolid, 1939) conserva la misma ilusión que cuando debutó con apenas 14 como bailarina. Dice que el secreto es que se desvive en cada función, aunque ello suponga un sacrificio enorme. Se levanta a las cuatro de la mañana, se toma un café y se pone a estudiar. Esa memoria envidiable la ejercita a base de escribir con su puño y letra cada uno de sus papeles en un cuaderno. Confiesa que tanta entrega le compensa, porque el teatro, junto con sus hijos y su nieto, es una de sus grandes pasiones. Niega que se vaya a retirar cuando finalice esta gira, entre otras cosas porque todavía tiene pendiente un papel junto a su admirada Núria Espert.

-¿A usted quién le ha dado vela en este entierro?

-(Risas). Trátame de tú mejor que así que me siento más cómoda, pues mi hijo Manuel, que ha escrito la función. Es una obra a petición. En principio era para el pequeño teatro y yo como colaboro en todo lo que hace mi hijo, cuando leí esta que eran tres nietas a las que su abuela, una actriz retirada, les obliga a hacerles un funeral si quieren heredar, le dije: ‘Por qué no escribes una función larga y cuando acabe Reina Juana...’. Y me dijo: ‘No la vas a hacer nunca’. Pero mientras hacía Reina Juana, él me iba mandando cosas que iba escribiendo y me partía de la risa, me servían de terapia al llegar a casa.

-¿Cómo es trabajar con tu hijo?

-Es difícil, porque es muy estricto, muy serio, pero lo que escribe es muy divertido y gracioso. Él tiene una capacidad de imitación increíble. Cuando era pequeño yo le decía: '¿Por qué no te dedicas a ser actor imitando a la gente?', pero a medida que ha ido pasando el tiempo, tiene ahora 42 años, se ha vuelto más serio. Además, tiene el complejo de que se van a meter con él, y a mí no me deja ni una morcilla.

-¿No te permite ningún privilegio?

-Nada, ninguno, y yo se lo agradezco. Tenemos tres actores jóvenes que es lo primero que hacen, él quiere que vean el ejemplo de que la actriz mayor, la gran diva que es su madre, se atiene al texto, a la posición en el escenario.

-¿Si opinas diferente, le comentas?

-Si lo hiciera mal no hubiera permitido que dirigiera, eh... No, no, que yo soy de las que me cargo a los directores. Me cargué a un director cuatro días antes de estrenar una obra de Antonio Gala en Bilbao. Me dijo una ordinariez y le dije: ‘Te vas por esa puerta’, y me dice: ‘Me voy y ahora vuelvo’. Y yo: ‘No, te vas y no vuelves’. Y no volvió. Yo no he permitido nada, eso que dicen ahora del acoso, a mí un director me da un grito y no me da el segundo. Pero ni cuando yo empezaba, qué es eso de que te griten, te chillen y te maltraten. Manuel es muy respetuoso y si no fuera así, no hubiera permitido que dirigiera. ¡Que yo era protagonista con 18 años! Y tengo 78. A mí no me ha dado un grito nadie en la vida.

-¿Alguna vez has hecho de muerta?

-No. Morirme sí, que lo he hecho divinamente. Yo siempre pongo el ejemplo del tan denostado Kevin Spacey, yo no he dejado de ver a Kevin Spacey, a mí me ha parecido un actor maravilloso. ¿Que se ha equivocado en la vida? Pues que lo pague pero, ¿que nos prohíban ver su trabajo? ¡Cómo se atreven! O a Marlon Brando, en El último tango en París, eso se lo he copiado yo en Pim, pam, pum... ¡fuego! Cuando me pega el tiro Fernán Gómez yo abro los ojos como él.

-Que la gente no se asuste, apareces muerta sobre el escenario.

-Sí, sí, me tuvieron cinco horas para hacerme la máscara. Yo ya me había hecho una máscara para el personaje de Santa Teresa y luego me quisieron hacer una para el Museo de Cera, pero yo dije que no, porque ahí depende de quien mande te ponen o te quitan. El público sube, me ve muerta y escribe en el libro de firmas y me dejan cosas preciosas.

-¿No te da mal rollo?

-No, no me da ningún mal rollo, hija mía. Yo creo que a la muerte hay que mirarla de frente cuando se tiene cerca como la tengo yo. Soy mayor, he estado muy enferma, yo lo único que pido es que me dé tiempo a confesarme. Cuando me operaron hace cuatro años, hubo un momento en que me tuvieron que dar la extremaunción y mis hijos, que estaban presentes, se lo tomaron muy en serio porque yo lo hice con una seriedad, y el médico lo permitió. Antes de bajar a quirófano, yo dije: ‘¿Hay un sacerdote?’. ‘Sí’. ‘Pues que pase’. Solo pido tener la claridad y tener tiempo para que Dios me perdone, que sé que me perdonará.

-He leído hasta que has visualizado tu entierro y que quieres que te metan con todos los premios. No caben.

-No caben, (risas), pero esto se lo voy a copiar yo a Guadalupe Muñoz Sampedro que cuando murió su hija, como vivían en una casa en la que no había ascensor bajamos entre todos la caja por la escalera, y aquello sonabaaa. Y le dijimos: ‘¿Pero qué has metido dentro? Y dice: ‘Todo. Sus fotos, sus premios, el rosario, las bragas con las que se casó...’. Yo ya les he dicho a mis hijos que me pongan con todo, pero tengo un Goya de Honor que es tan grande, que va a quitar mucho sitio.

-¿Es cierto que te quieres ir con Paco?

-¿Marsó? No. Yo quiero que me entierren con mis padres, en la tumba de al lado está Paco con sus padres y su hermano. El respeto por él lo tengo enorme porque es el padre de mis hijos, pero tampoco yo fui muy feliz como esposa.

-Qué generosa, después de todo...

-Bueno es el padre de mis hijos, y yo por mis hijos hago lo que sea. No digo que mate como Belén Esteban...

-Pero casi...

-Mi padre era militar, y como todos los militares, cometió el gran error de enseñarnos a disparar. Cuando me vine a vivir sola, tenía un revólver por si acaso, y un periodista una vez habló mal de mis hijos por la tele, y yo le dije: ‘¡Cómo vuelvas a hablar mal de mis hijos te mato! Me di cuenta de lo que había dicho, me fui a Capitanía General y devolví lo último que me quedaba de mi padre, y no tengo ningún arma, ni pienso matar a nadie, pero para mí lo más importante en mi vida han sido mis padres, mis hijos y mi nieto. A veces cuando me disgusto digo: ‘Yo en la otra vida quiero ser de todo menos Conchita Velasco’.

-De mayor querías ser abuela, cuando lo fuiste, querías ser fantasma para ver crecer a tu nieto, ahora ya lo eres...

-Sí, pero me gustaría ser fantasma de verdad. A mí mi madre se me ‘ha aparecido muchísimo’. Mi madre dejó una huella en los nietos enorme, mi padre era más seco, sin embargo, el día que él murió viendo llorar a sus nietos, me di cuenta de lo importante que había sido como abuelo, porque a veces como padre fue muy estricto. Mi madre es que fue todo. Y se nos aparecía. Yo llamaba a casa y le decía a Manuel (por eso ha escrito este Funeral como lo ha escrito): ‘¿Qué haces?’. ‘Estoy aquí con la abuela’, me decía. A mí se me ha estado apareciendo hasta hace nada, en el escenario, en casa... Y yo todas las noches sigo sintiendo como si me acariciara o me soplase. Será que tengo el deseo de tenerla siempre cerca...

-Qué revuelo se formó hace seis meses con que si te retirabas o no.

-Que me dieran la Medalla de Oro de Valladolid, aquella fiesta que me organizaron con los tres alcaldes de distintas ideologías saliendo de la mano diciendo maravillas de mí, pues me vine abajo... Me imagino si mi madre hubiera podido ver adónde llegó su hija, que no lo pudo ver porque murió muy joven. Fíjate que dejó escritos unos diarios, y todo el mundo decía: ‘Oye, los diarios de la abuela habrá que quemarlos, que no los lea nadie...’. Los diarios de la abuela eran: ‘Hoy hace un día buenísimo’, ‘Hoy hace más frío’, ‘Pío (mi padre) ha pasado mala noche’, ‘A Pío le duele una pierna’, ‘Chiti (que es como me llamaba a mí) trabaja mucho’, ‘¡Ay, pobre hija mía...!’. Esos eran los diarios. A mi madre es a quien me gustaría parecerme, pero no lo voy a conseguir.

-Pero, ¿te vas o no te vas?

-No me voy. A ver, hace cuatro años estuve muy grave y me han quedado secuelas. Yo cuando me enfrío tengo que tener mucho cuidado. Pero, como dicen mi hijos, mi padre murió con 86 años, mi madre con 74, la media natural es que llegue a los 82. Ya no me da miedo la muerte, antes sí me daban ataques de ansiedad, cuando era niña pensaba en la muerte y tenía unos ataques, y yo creo que de ahí me viene lo de estudiar. Yo era capaz de aprenderme los teléfonos de la guía solo para estar distraída, nombres, calles y de todo.

-Es admirable esa memoria a los 78 años. ¿Cómo haces?

-Pues estudiando muchísimo. Es que hay que hacer codos. Había una figura maravillosa en el teatro que era el apuntador, que es un trabajo que se han ahorrado y está muy mal. Yo siempre me lo pido, pero mi hijo se negó en esta función, no sé si es porque creyó que era una excusa para no estudiar, pero Cimarro siempre me ha ayudado o Gerardo Vera con Reina Juana. Pero la única manera de aprenderte los textos es levantándote a las 4 de la mañana, que es cuando no te puedes distraer con nada.

-¿Lo sigues haciendo?

-¡Hombre por Dios! Además, como tengo memoria visual yo me lo escribo todo. No sé si es una disciplina para ponerme a estudiar, pero hasta que no pongo el texto y al lado un cuaderno donde me escribo mi diálogo seguido, no me entra. Pero todos los actores antiguos lo hacemos, eh. Fernán Gómez iba con su texto escrito, López Vázquez, Sacristán...

-Todavía tienes pendiente trabajar con Núria Espert.

-¡Ay, sí, por Dios! Lo que yo daría... Yo siempre me pongo metas, y metas grandes. Mari Carrillo, mi maestra, hasta que yo no trabajé con Mari Carrillo... pues ahora me queda Núria Espert. Cómo me gustaría, pero no sé si voy a llegar o voy a poder, porque esta mujer está todo el día trabajando y haciendo personajes maravillosos.

-Sois las grandes damas del teatro.

-Hay otras estupendas. Lola Herrera, que está haciendo Cinco horas con Mario con una pierna rota y la gente no sabe lo que sufre, lo que sufre antes de salir a escena, porque en escena no le puedes decir al espectador qué malita estoy. Por eso yo estaba ahora en Bilbao con este catarro tremendo y no quería que se me cayeran los mocos, porque un fantasma no puede toser.

-¿Has hecho todo lo que has querido?

-En el teatro me han faltado por hacer muchas cosas, pero es que todas las obras que he hecho, afortunadamente, y perdona la vanidad, han estado casi tres años en cartel...

-Nunca te ha faltado trabajo, ¿te has sentido privilegiada?

-Privilegiada no, eh, lo que yo soy es una vocacional. Yo trabajo desde que tenía 10 años. Te voy a contar una cosa que me pasó con el ministro de Hacienda, con Montoro. Una vez me lo presentaron, se acercó a mí -yo decía: ‘Esto será una cámara oculta’- y me dice: ‘Yo soy como usted, yo soy vocacional, yo quiero ser ministro de Hacienda por vocación’. (Risas). Primero fui bailarina...

-Y debutaste en A Coruña...

-No exactamente, ahí hice una obra estupenda que era Rigoletto en la que había un ballet maravilloso, yo debuté haciendo los negritos de Aída. Ponen lo de A Coruña pero no, se conoce que alguien se fijaría en mí porque tenía unas piernas estupendas.

-¿Y cómo casi 65 años después se puede conservar la misma ilusión?

-Amiga mía, eso decía Alfredo Landa, porque trabajamos con ilusión en cada trabajo. Aunque dice Serrat que para trabajo el de la mina, el trabajo es sacrificio, enorme. Hay que ir todos los días, dos horas antes, ensayar, no te puedes quedar afónico, ni tener catarro, ni te puede dar nada... Yo estuve haciendo Hécuba, y el día que estrené en Mérida ya supe que aquel dolor era algo tremendo y pasó un año hasta que me llevaron, me desperté en la uci después de diez días en coma.

-¿Y tanta entrega compensa?

-A mí sí. Yo tengo dos pasiones. Mis hijos, mi nieto y el teatro. Antes lo compaginaba muy bien porque no estaban los pesados del móvil que siempre quieren retratar al nieto, pero ahora no lo puedo llevar al camerino. Pero Manuel nació mientras ensayábamos y Paco igual, nació en abril y en septiembre estrenamos Filomena. Mis hijos se han criado en los escenarios, después del colegio venían a hacer los deberes al camerino.

-¿En el amor también has sido así de intensa?

-Sí, es que una es intensa. (Risas). Hay que vivir apasionadamente. Bastante tengo yo que ya no puedo visitar las ciudades porque me conoce la gente y no me dejan andar por la calle, pero me encanta la gente.

-¿Te sientes muy querida?

-Sí, mucho. Absolutamente, por eso cuando me piden una foto no me niego, y cuando termina la función todo el mundo quiere salirse por una puerta, pero yo estoy todo el rato que haga falta retratándome con los que quieran, eso sí, que hayan visto la función, los que se apuntan a un bombardeo no. Todo el que ha visto la obra y me espera a la salida, me tiene. Eso lo he aprendido de Raphael, de Manolo Escobar...

-Esta semana te vi en la tele en el acto de Pedro Sánchez. ¿El compromiso no se pierde con la edad?

-No, yo creo que no se debe perder. A mí últimamente no me gusta opinar mucho de política, primero porque no tengo edad para opinar como dicen mis hijos: ‘Mamá les toca a otros’, pero yo quise ir.

-En breve estás de cumpleaños, tengo entendido que no te gusta cumplir.

-A nadie. Siempre me organizan fiestas, casi siempre me toca cumplir en Barcelona, la fiesta del año pasado fue... Me hicieron El funeral, que empezaron a bajar personas queridísimas mías, entre ellas Buenafuente. Es que yo siempre digo que soy socialista, católica, española, no nos andemos con tonterías, de Buenafuente y del Real Madrid. Yo no me pierdo un monólogo de Buenafuente por nada del mundo. Más que fiel soy leal a la gente que me quiere, y eso es bueno, la lealtad antes de la fidelidad, porque la fidelidad vaya usted a saber... ¿Qué he leído hoy yo? Ah, a Javier Marías, adoro a Javier Marías, le pido autógrafos y no me los da, pero no por eso lo voy a dejar de leer. Sí, me pasó también con García Márquez, pero hablaba precisamente de esto.

-Estás muy joven para cumplir en breve 79 años.

-Pues me quedan dos meses.

-¿Tú te sientes mayor?

-Sí, y quiero ser mayor. Yo voy pintada, arreglada, sin llamar la atención porque mis hijos no me dejan. Minifalda no me voy a poner... Nunca me he operado de estética. Yo me pongo cuello alto como Diane Keaton, me tapo las manos y no enseño las rodillas.

HOY A LAS 20 HORAS

Teatro Principal. Ourense.

MAÑANA A LAS 20 HORAS

Pazo de la Cultura. Narón

DOMINGO A LAS 20.30 HORAS

Teatro Rosalía. A Coruña