Va para tres décadas que sabemos de estos vallisoletanos «con influencias atlánticas». Y ahí siguen, en plena vigencia. Hoy en el Festival de la Luz
06 sep 2019 . Actualizado a las 11:20 h.El próximo 20 de abril se cumplirán 30 años del envío de la carta sonora más famosa del rock español. Pero, ojo, Celtas Cortos ha sido y es mucho más que aquella misiva. Bien harían los descreídos en prestarle una escucha a su último trabajo, Energía positiva, un disco nada acomodaticio en el que abordan una variopinta colección de sonoridades, desde el rock más afilado a coqueteos con lo latino, amén de sus consabidas influencias del folklore íbero y celta. Y con las letras más mordaces, explícitas y comprometidas de sus tres décadas de carrera.
-Y eso que dice que «hoy sale caro sacar la lengua a pasear». ¿Han tenido que pagar algún precio por hacerlo?
-Sí, por supuesto. Hemos estado en unas cuantas listas negras. Y eso, dependiendo quien sea el gobernante de turno, te genera evidentes perjuicios laborales.
-Una de las canciones del disco es «Ataque con poesía». ¿Sigue siendo esa «arma cargada de futuro» que decía Celaya?
-Aunque sea utópico, estoy convencido de ello. Igual es ya un planteamiento viejuno, pero yo he mamado de ese manantial.
-En «Los dibujos de las nubes» reivindica la ingenuidad. ¿Tanto la echa de menos?
-Me cuesta mirarme en ese espejo. Tienes que desnudarte mucho para verte en ese estado. Vivimos atrapados por el reloj. Sí, reconozco que a veces me cuesta detenerme a mirar una flor o un insecto.
-El disco concluye con «Pregón para un pueblo», seguramente la letra más combativa en la historia de Celtas Cortos.
-Uno pretende remover un poco el barrizal en el que estamos viviendo en estos momentos tan agresivos para la ciudadanía. Y si sirve para agitar el pensamiento de una sola persona, bienvenido sea.
-¿Están viviendo una segunda juventud?
-Me temo que aún seguimos tirando de nuestra eterna adolescencia [se ríe]. Pero eso sí, mucho más centrados que cuando de manera sistemática se nos juntaba la noche con el día. Teniendo en cuenta que no hay discográficas detrás y que para nosotros las radios están cerradas a cal y canto, mantenernos ahí, en la lucha, con más o menos visibilidad, sin haber dejado de trabajar en 30 años tiene un mérito tremendo. Siempre hemos dicho que somos corredores de fondo. Y unos cabrones currantes, también.
-¿Cómo les llegaron esas influencias celtas siendo tan de tierra adentro?
-Desde el momento mismo de nuestra génesis hemos estado muy cercanos a la música tradicional. Tanto a la de nuestra tierra como a la de otras. Y ahí estaban grupos como Milladoiro u Oskorri o artistas como Alan Stivell. De ahí nos viene.
-Se van a cumplir 30 años de aquel 20 de abril. Si ya en el 90 decía que no quedaba casi nadie, ¿quién queda hoy?
-Quedan muchas esencias de lo que fue el germen de todo esto. Evidentemente los años a todos nos transforman. Pero eso no quiero plantearlo como una traición. Al contrario, aportan más sabiduría, más criterio y más consciencia de que hay que vivir y disfrutar el momento.
-Entonces le «entró la melancolía». ¿Cómo andamos hoy con ese tema?
-Depende del día, soy bastante cambiante. Pero aunque este es un momento dulce, para ese epígrafe siempre hay algún espacio.
-Por cierto, en «20 de abril» le decía a la destinataria, «si te mola, me contestas». ¿Le llegó a contestar?
-Bueno, no fue por carta, pero la vida hizo que nos encontráramos.