Teresa Piñeiro: «Que te digan ''ojalá todas fueran como tú'' también es machismo»

FUGAS

CAPOTILLO

La directora del Centro de Estudios de Género y Feministas de la UDC detecta más odio: «Solo hemos avanzado en cambiar 'maricón' por 'gay'»

02 oct 2021 . Actualizado a las 22:24 h.

La perspectiva de género, tan debatida últimamente, es una de las claves de Teresa Piñeiro para que penetre en nosotros la idea de igualdad. La directora del Centro de Estudios de Género y Feministas de la Universidae da Coruña y docente en la Facultad de Ciencias Sociales y de la Comunicación advierte de los delitos de odio que ondean la sociedad, reclama una mayor implicación de los hombres y opina sobre los supuestos referentes feministas infantiles: «A Ladybug la venden como una heroína femenina, pero el problema es que acaba de salvar el mundo y, al volver al instituto, se derrite por una miradita del chico que le gusta».

­—¿El Centro de Estudios de Género y Feministas imparte una enseñanza reglada?

—No, no hay título de posgrado por ahora. Sí tenemos un curso de especialización, que ya lleva ocho o nueve ediciones en marcha, el de Historia de la teoría feminista, con unos créditos reconocidos por la propia universidad. Es decir, es un título de extensión universitaria. Sí estamos trabajando en la idea de desarrollar algún tipo de posgrado. Además, hemos visto que hay mucha gente interesada y que hay demanda.

­—¿Es un centro de investigación?

—Sí, tiene tres líneas. Una sería la formación, tanto con el curso como con jornadas y actividades monográficas; otra la divulgación, trayendo hasta A Coruña a autoridades en la materia; y antes hacíamos iniciativas como el Feminismo a grolos, en colaboración con la librería Berbiriana, donde se presentaban libros con su autora y las personas que tenían esa línea de investigación hacían una introducción.

—¿Qué ámbitos tratáis?

—Tenemos líneas en común, como violencias machistas, desigualdades... pero cada grupo de personas estamos centradas en un tema. La violencia machista se estudia desde la perspectiva de la prostitución, la económica, la de presencia en textos literarios, migraciones... Y, en mi caso, estoy centrada en cuestiones que tienen que ver con las mujeres en redes sociales. Ahora participo en un pequeño proyecto financiado por la Cátedra de Feminismos de la UVI y de la Diputación de Pontevedra sobre la violencia en redes contra mujeres políticas y periodistas. Sois las principales víctimas, por decirlo así, el principal foco de odio de la manosfera o los machirulos.

­—¿Acuden hombres al centro?

—Un tema que tuvo bastante éxito fue precisamente sobre las nuevas masculinidades. Lamentablemente, con los últimos ataques homófobos y machistas, se hace interesante replantearse lo que son los discursos del odio y que, por otro lado, hay una masculinidad hegemónica y luego otras nuevas, disidentes. Nos cuesta más captar a los hombres que a las mujeres, vienen menos, pero queremos acercar estos temas a los universitarios y al resto de la sociedad. Y hay que presentar a los hombres en diversos roles, porque solo suelen darse los predeterminados en las películas españolas, como el de pagafantas o el del tío bueno. Es importante abrir la perspectiva en las mujeres, pero los hombres también necesitan patrones más diversos.

­—¿Qué luz dará la perspectiva de género?

—La dará en todos los ámbitos. Por ejemplo, en la vacunación. Se ha puesto de manifiesto que determinadas vacunas tenían efectos secundarios específicos para mujeres, como el aumento de los ganglios o la alteración de los ciclos menstruales, que no se habían tenido en cuenta. Ni siquiera marcaron una casillita de mujer/hombre, o no la tuvieron en cuenta como un factor importante.

­—Es uno de los aspectos más discutidos de la ley trans, el que no permita filtrar el sexo en este tipo de estudios.

—Sí, pero sin entrar ya en la ley trans, que es un punto de discusión en el seno del feminismo, en este estudio no se tuvo en cuenta la perspectiva de género en la sanidad. Por ejemplo, las mujeres tenían menos infartos, pero cuando los tenían, solían ser más mortales. También en el diseño de vehículos, el maniquí con el que se controlaba el impacto de los golpes era varón. Por lo tanto, ocurría lo mismo. Había menos accidentes en conductoras, pero los que había eran más mortales por no tener en cuenta algo tan sencillo como esto. A veces, cuando hablas de perspectiva de género en la educación, parece que estás invocando al diablo. Pero si hago un estudio sobre bullying, ¿el bullying es igual aplicado a chicos, chicas, heterosexuales y homosexuales? Se está viendo la relación entre el género y otras minorías. ¿Es igual la violencia en una mujer que en un hombre? ¿Y mezclada con otros rasgos identitarios como la edad, la raza o la orientación sexual? ¿El sexting es igual en función del género?

­—La que se montó con la portada de «Puta», el disco de Zahara en el que se vistió de virgen y en el que se refería al insulto que le proferían en el colegio. Y también con el famoso «Yate» de C. Tangana rodeado de mujeres. ¿Por qué lo de C. Tangana es un acto machista más y lo de Zahara parece más grave, un sacrilegio?

—Nos llama muchísimo la atención el tema de C. Tangana, porque realmente hay una conciencia más crítica en la sociedad. Luego en el caso de Zahara, además le metemos la cuestión religiosa, que en España está muy enraizada. Por eso cualquier reapropiación que pueda considerarse indebida desde una perspectiva católica de estos símbolos, va a chocar mucho. Se están contraponiendo dos perspectivas, la de la virgen y la puta, que son dos espacios que la sociedad patriarcal y la construcción desde el audiovisual, la publicidad y las narraciones de ficción, han asignado a las mujeres. Para el patriarcado eres la virgen, el ángel del hogar, y por otro lado eres la puta. Yo creo que incluso aunque no hubiese puesto la palabra puta, iba a generar controversia.

­—¿Es machista la cultura?

—Al final somos hijos, hijas, del patriarcado. Muchas cosas de nuestra cultura general son patriarcales, y aunque haya visos de cambio, todavía nos siguen marcando muchos goles que no percibimos porque van casi dentro de nuestro ADN. En redes hay muchos memes de los que yo también me he reído y que son barbaridades, y luego hay un tipo de sexismo benevolente. Primero está el hostil, que todas reconocemos, y luego el benevolente, que es paternalista e intenta disfrazarse de elogio: «Eres la mejor de las mujeres, ojalá todas las mujeres fueran como tú...».

Cuando se contrata a Cristina Pedroche para dar las campanadas, se está buscando una mujer que cautive al público, en todos los sentidos

­—En el ámbito artístico de géneros tradicionalmente machistas, como el reguetón, hay un movimiento de mujeres que adoptan el papel de C. Tangana. Se rodean de hombres a los que dominan y explotan su sexualidad. ¿Es eso feminismo?

—Hay gente que piensa que el feminismo es hacer las mismas actitudes machistas, pero cambiando de género. Sí que hay algunas autoras que están reproduciendo patrones, como en su día hicieron grandes líderes mujeres políticas, como Margaret Tatcher, que se masculinizaban. Y en un sentido es importante que estén, porque visibilizan. En un género que es hiperconsumido por los adolescentes es interesante que vean que hay esa dupla posibilidad. Pero el reguetón feminista no es «ahora soy yo la que te cojo y la que te hago». Ahora las hay que tienen un reguetón con letras más diversas. Y también está pasando en la política, con nuevos estilos como el de la presidenta de Nueva Zelanda, Jacinda Ardem, que ya no emulan al hombre. En el cine se asociaba a las directoras mujeres con los melodramas, con el cine para mujeres, pero ya están contando otro tipo de historias. Igual que las ilustradoras, las cómicas...

­—Cristina Pedroche se siente empoderada cuando exhibe su físico como reclamo central de las campanadas. ¿Hay dos escuelas en el seno del feminismo?

—Es el mítico debate. Por un lado es feminista poder reivindicar y tener la libertad para hacer lo que una quiere, y la otra perspectiva es si realmente tienes esa libertad o si es una libertad más o menos, en el caso de la selección de vestidos, limitada de alguna manera. ¿Escoges lo que tú quieres o lo que tú quieres en función de cómo se va a reaccionar, o de un catálogo? La mujer ha sido siempre un objeto de deseo y la hipersexualización de las mujeres y de las niñas es una de las cuestiones que se ha trabajado mucho desde el feminismo. Si es tu opción, fenomenal. Pero siempre hay el debate de qué condicionantes tienes a la hora de hacer esa selección. La reivindicación del cuerpo desnudo genera bastante controversia todavía. El de Pedroche es un cuerpo normativo. De alguna manera, cuando se la contrata a ella para dar las campanadas, se está buscando también una mujer que cautive al público, en todos los sentidos.

—¿Por qué hay más delitos de odio ahora que, al mismo tiempo, se palpa una actitud social más crítica hacia el machismo?

—Yo creo que pasa un poco como con la igualdad, que creemos que ya estamos formados en ella, y si rascas un poco, no es así. Este verano en una playa vi a un grupo de chavalitos de cinco o siete años, y se metían con uno que era parte de la pandilla y que tenía el rol de persona que se dejaba abusar. Decían: «El que lleve el bañador de piscina —era el único que lo llevaba— es gay». Yo tengo 40 años. Me veo hace 35 años en una playa y la única diferencia es que no se decía gay, se decía maricón. Estos niños también se metían con su lenguaje, que era más adulto y elaborado. Era un ataque a lo diferente. No hemos avanzado en nada más que en cambiar 'maricón' por 'gay'. Necesitamos muchísima más educación.

­—¿Cómo hacerlo con los niños?

—Yo ahora me fijo más en los dibujos. Me doy cuenta de que en Doraemon, Gigante es un abusón, no tiene buen corazón. Y también veo Ladybug, que me la vendieron tantísimo como qué maravilla, es una heroína femenina, un referente. Y sí, lo es porque mis hijos empiezan a verla como heroína y no como compañera del héroe. El problema es que la heroína en su vida real es una niña en el instituto, con muchas inseguridades como cualquier adolescente, pero en la que todo se rige por el amor. El amor le cambia todo. Acaba de salvar al mundo, pero luego llega al colegio y se derrite porque el chico que le gusta le manda una miradita. Le estás diciendo a tus hijos que si llegan a tal curso sin novia, mal. Y por mucho que acabe de salvar el mundo, el chico siempre marca una parte del capítulo.