
Amí no me haga caso. Vaya a la librería, compre el libro con su colorista ilustración de Hopper, celebre el reencuentro con su novelista veraniego y déjese llevar una vez más por esas tramas laberínticas llenas de sorpresas e inesperados giros de guion. Cambie de sospechoso en cada capítulo, desayune con la nariz pegada al pesado ejemplar de medio millar de páginas y acabe la lectura con el alivio de la parturienta aliviada al fin del objeto de su amor. Haga todo eso, pero a mí no me una al coro que celebra la llegada del nuevo Dicker a las librerías igual que llega la primavera a nuestros corazones.
Joel Dicker sacó en su día un libro sorprendente titulado La verdad sobre el caso Harry Quebert. Escrito con un estilo fresco y directo, le dio un aire novedoso al thriller veraniego jugando con algunos escabrosos conceptos que supo integrar de maravilla en aquel luminoso aunque algo tramposo ejercicio que convenció a millones de lectores. Y ya. A partir de ahí, Dicker, como esos pintores que encuentran un nicho de mercado que funciona, escribe lo mismo una y otra vez. O eso me parece a mí. Con El caso Alaska Sanders, tenemos el paquete completo. Quizás un poco menos fresco en su imaginación, Dicker desempolva los personajes que ha ido creando estos años (incluido él mismo), con los que intenta animar una novela muy floja que recuerda más a los creadores de titulares web («Las razones para comer quinoa, la tercera le sorprenderá») que a un verdadero autor evolucionando en su escritura hacia metas más nobles que ganar dinero.
Pero vuelvo al principio: no me haga caso, disfrute del libro, no lo analice. No se crea eso de que es la segunda parte de la novela sobre Harry Quebert, porque es otra cosa. Disfrute de su lectura espídica, barata y de su trama inverosímil, de sus personajes de cartón y de todo lo demás. Al fin y al cabo, ¿para qué está el verano más que para pasarlo bien? Y si pertenece a esa legión de seguidores de Joël Dicker, estoy seguro de que lo va a pasar fenomenal, que es lo que importa. Eso sí, no presuma de haber leído un buen libro, porque El caso Alaska Sanders es un libro entretenido, pero no es una lectura de la que presumir. A mí, desde luego, ya no me vuelve a engañar.