
En cuatro estrenos brilla esta temporada la actriz, que acaba de rodar su primer largometraje, La mitad de Ana. «Galicia es un poco Murcia para mí... Con esa calidad humana. ¡Más pelis en Galicia, por favor!», dice
16 sep 2023 . Actualizado a las 16:05 h.Es contundente y suave la voz de Marta Nieto (Murcia, 31 de enero de 1982), como un charco de agua inmóvil en el cráter de un volcán. La actriz que nos sobrecogió con Madre y con Tres reina en la cartelera con tres estrenos en España y uno en Francia: La manzana de oro, de Jaime Chávarri; ¡Salta!, de Olga Osorio; Verano en rojo, de Belén Macías, y Visions, con Diane Kruger. «Muy tímida, muy tímida» era Marta cuando se apuntó a teatro en el instituto y en las tablas oyó «ángeles y trompetas». Esa música celestial fue la certeza de que quería ser actriz. «Cuando no me ha ido bien, he querido no tener esa certeza, pero ha sido imposible», cuenta. ¿Qué ha sido lo más duro en esa carrera que empezó con El camino de los ingleses? «Querer trabajar y no trabajar», afirma quien acaba de rodar su primer largo como directora, La mitad de Ana.
—¿Cómo has llegado hasta aquí? Dominas la cartelera de estrenos.
—No lo sé... O sí lo sé: con esfuerzo y capacidad de trabajo. Reponiéndote a lo que podías haber hecho mejor. Me gusta aprender; estoy utilizando los traspiés para no volver a equivocarme.
—En tus películas, siento que casi siempre hay un «thriller» que va por dentro.
—Creo que interpretar tiene que ver con elegir bien lo que piensas. Los ojos tienen la oportunidad de contar cosas que las palabras no saben. Tú eliges qué piensa el personaje. Y ahí entra un lugar de misterio.
—¿Qué has aprendido de «Verano en rojo», qué valoras más de esta crónica negra?
—Verano en rojo me ha dado por primera vez la oportunidad de hacer un thriller. Además de trabajar con Belén Macías y con Jose Coronado. En la película hay un compromiso con sacar a la luz ciertos trapos sucios de la Iglesia desde un lugar más equidistante. La película plantea una serie de preguntas y acaba con esa especie de justicia poética, que significa sacar esta lista a la luz pública... que aún no ha ocurrido, pero sería precioso que se hiciera realidad.
—El cine va por delante de la realidad...
—Sí, crea posibilidades... A todos esos motivos que digo se une el poder interpretar un arquetipo dentro de la ficción. Una mujer que es policía y es psicóloga. Es una mujer sensible, intuitiva, que veo una cualidad muy femenina. Es bonito que en el Pantone de personajes femeninos se empiece a normalizar. Que una mujer pueda ser parte del sistema del cuerpo policial con su feminidad, con sus cualidades femeninas.
—«Verano en rojo» está dirigida por una mujer, basada en una novela de Berna González Harbour. ¿Influye eso a la hora de contar una historia?
—Bueno, hay mujeres con caracteres distintos, mujeres que son muy machistas. Tener sensibilidad para dirigir y para escribir, como es el caso de Belén y el de Berna, tiene de fondo una educación emocional y unos valores feministas. Y eso claro que se nota.
—¿La Iglesia debe pedir perdón, hacer examen de conciencia?
—Sacar a la luz hoy ciertos temas te libera más que te hunde. Es importante, para mantener las creencias, que dentro del propio sistema eclesiástico haya un examen de conciencia. Poder contarlo honra a las víctimas y honra a la Iglesia.
—¿Qué tal en «¡Salta!», ese rodaje a la gallega junto a Tamar Novas?
—Genial. Es la tercera peli que hago en Galicia. ¡Me encanta! Cuando leí el guion tuve clarísimo que quería hacerla, porque me recordó a esas pelis de Spielberg que veía, con esa estela de ternura y aventuras, pero de planteamientos profundos. Olga la ha dirigido con una ligereza y una alegría que se contagia. ¡Reivindiquemos la ligereza!
—Pero la realidad nos hace densos...
—Todo depende del punto de vista.
—¿Qué te ha gustado más de esa Coruña de «¡Salta!»?
—La gente. Galicia es un poco Murcia para mí... Con esa calidad humana. ¡Más pelis en Galicia, por favor!
—¿Qué tipo de actriz quieres ser?
—Quiero trabajar con gente que admiro. Y estoy haciéndolo... Hace poco se estreanaba en París una película que he hecho con Diane Kruger [Visions]. ¡No daba crédito, estaba en el cine y decía: 'Qué fuerte'! Me siento superagrecida.
—¿Por qué te daba pudor, como dices, convertirte en directora, escribir tú?
—Porque parece que, si eres actriz, «zapatero a tus zapatos». Ponerme a escribir tenía que ver con atreverme a ocupar un espacio. Tiene que ver con el feminismo. ¿Por qué no voy a tener yo el derecho? Ese derecho me lo he tenido que conquistar. Hay que dar un paso adelante, sentir que estás en tu derecho.
—¿Y ellos dar un paso atrás?
—Efectivamente. Para que nosotras tengamos un espacio de libertad, hay muchos que tienen que reducir su espacio de invasión.
—¿Hay mucho Rubiales en el mundo del cine y, en general, de la cultura?
—Hay más de los que debería, pero estamos presenciando algo histórico. Es didáctico. Si alguien tenía duda de qué es una agresión, que se ponga el discurso que dio. Concepto a concepto, es lo que hacen los hombres poderosos machistas. Nada más mainstream que el fútbol, que nos está regalando un antes y un después.
—¿Qué podemos contar de «La mitad de Ana»?
—Es una película de identidades. El viaje de una madre a través del conflicto de identidad de su hijo. Este niño está explorando... Creo que es una peli muy luminosa y espero que emocionante. Espero.
—Y es opotuna a nivel social. No todo el mundo entiende la diversidad sexual...
—Creo que tienen miedo. Para vivir en sociedad debemos ser tolerantes y empáticos, y respetuosos incluso con lo que no entendemos.
—Quizá sobre todo con lo que no entendemos.
—Exactamente. Hay cosas que no deben ser negociables. No se puede poner en juego la intolerancia hacia el otro en un sistema democrático. Creo que a veces no tenemos claro que si tu opinión falta al respeto a la mía no es tan importante. Si tu opinión se queda en una barra de bar no pasa nada, pero si me prohíbe expresarme en libertad o salir a la calle, eso no es un derecho. Prohibir no es un derecho. Lo valioso es integrar, no juzgar. Lo que funciona es cooperar, ir entendiéndonos e ir acoplándonos unos a otros.
—La maternidad desde la exploración del conflicto está cobrando protagonismo. Ya no son relatos condescendientes, edulcorados, superfluos. Quizá se está descubriendo el material artístico que encierra la maternidad, esta cosa de cambiar pañales, sufrir salvaje por el hijo, querer ser libre y sentirse atada a ese amor...
—Es apasionante. La maternidad muta tu ecosistema, tu visión del mundo, te la muta por exceso, por defecto... Mi hijo es mi maestro. Mi carrera está completamente relacionada con mi crecimiento como madre. Yo soy mejor actriz porque cada día intento ser mejor madre. Tu hijo te pone un espejo delante. Día a día. Duele, pero es fascinante.