Enric Auquer, Goya Revelación: «Fui un fracaso escolar hasta que descubrí mi pasión»

FUGAS

Lluís Tudela

«Estoy enamorado de Galicia. Ahora hay una gran potencia norteña, en la música, en la literatura, el cine», dice este ganador de un goya que bordó al hijo de un narco gallego en «Quien a hierro mata». Auquer acaba de estrenar «El maestro que prometió el mar», una pieza sobrecogedora que desentierra la memoria del maestro Antoni Benaiges

17 nov 2023 . Actualizado a las 13:37 h.

No olvida que fue «hijo» de un capo gallego. Hablamos de Quien a hierro mata, que le dio el Goya al Mejor Actor Revelación en el 2020, junto a la oportunidad de trabajar con Luis Tosar para Paco Plaza en una de las mejores películas de venganza que se han hecho últimamente. «Siempre te sientes acogido con Tosar, con su buen hacer», aprecia Enric Auquer (Rupiá, Gerona, 1988), que se confiesa «enamorado de Galicia». «Ahora hay una gran potencia norteña, en la música, en la literatura, el cine... Se nota», dice.

El actor catalán (Vida perfecta, Sky rojo) acaba de estrenar El maestro que prometió el mar, que desentierra la historia de Antoni Benaiges, maestro catalán que fue destinado antes de la Guerra Civil a la escuela de Bañuelos de Bureba, un pueblo de Burgos. Esta es la historia de un maestro que no quiso enseñar a sus alumnos a ser adultos, sino a ser niños, y es la odisea de Ariadna (Laia Costa) en busca de los restos de un bisabuelo fusilado en la guerra. La historia recobrada de Antoni Benaiges es un homenaje a los maestros que defendieron su oficio ante todo.

­—Antoni Benaiges fue «El maestro que prometió el mar». Un maestro que murió por defender sus ideas. ¿Cómo condiciona interpretar una historia así?

—Sientes responsabilidad. Hubo una voluntad de asesinar y de borrar la memoria. Antoni escribía sobre pedagogía, sobre su ideología republicana, abiertamente publicada en La Voz de Bureba. Era una persona muy significada políticamente. Yo me vi envuelto en dos retos al interpretar a Antoni. El primero, cómo era él con los niños y cómo acompañar sin paternalismos ni egocentrismo, sino dando la voz al niño. Y ver cómo era con los adultos...

­—¿Buscaste las sombras de Antoni?

—Seguramente las tenía, pero no las encontré. Con los niños, era la luz. Era una persona ultracomprometida que se va a una escuela donde la única gloria está en él, en esa pulsión idealista de crear una patria mejor.

—Se puede opinar distinto, pedir perdón, pero borrar la memoria no.

—Hay una frase de Marina Garcés: «¿Cómo se transmite un olvido?». España tiene una tragedia grande. Seas del color político que seas, no puedes borrar, no hay que olvidar a ninguna persona. En un conflicto están los que ganaron y los que perdieron y el relato es de unos. ¿Por qué otra película de la guerra civil? Porque el arco parlamentario español no se ha responsabilizado lo suficiente de crear un relato compartido de pausa y paz.

—¿Has tenido un maestro como Antoni?

—No. Cuando era pequeño, fui a una escuela que se parecía a eso. Luego me fui a un centro público, donde, por mi carácter rebelde, no acabé de encajar.

—De fracaso escolar a actor de premio. ¿Cómo se hace para pegar el cambio?

—No lo sé... Descubrí una pasión. Encontrar, de adolescente, algo que te apasiona hacer, donde te sientes representado, es un pilar. En mi caso, con un acompañamiento muy vivaz de mi madre. Para mí es como un milagro. Tuve suerte. ¡Yo siempre digo que tengo un jardín en el culo! Empecé a hacer teatro, seguí haciendo teatro y un día me presenté a un cásting en Madrid para hacer de gallego...

—Y llegó el Goya. ¿Te ves reconocido?

—Sí, lo que da el premio es ese reconocimiento de los compañeros. Hay algo angustiante cuando sabes que puedes hacer algo, pero los demás no lo saben. Hay que luchar y estar demostrando que vales para esto. Con los premios, con ese petardazo que pegué, algo te legitima y que no tienes que ir mendigando aprobación.

—¿Sientes que te has hecho viral?

—¡Nooo! Yo soy una persona discreta. Tengo claro qué es la adulación y qué es el amor. Tengo una vida tranquila y no tengo redes. No me he tirado a la fama y a la fiesta... Ahora miso, paseo por la Diagonal de Barcelona y nadie me para para pedirme una foto. A veces me miran en plan: «Me suena, pero no sé su nombre». Y es lo mejor que te puede pasar.

—¿Por qué no tener redes sociales?

—Hay una desconexión de la vida, una realidad extraña, aumentada, que no es verdad, donde no miras a los ojos a nadie. Dejar las redes fue algo tan sano como lo es dejar de fumar o el alcohol.

—Padre a los 26, una rareza... ¿Ser padre te hace ser mejor actor?

—Parece una gesta increíble... Pasas de ser el hijo de alguien a ser el padre y eso te da responsabilidad y una fuerza concreta. Al ser padre, entendí que podía hablar de tú a tú con un director, decirle yo como quería hacer las cosas, sin temor, y me volví mejor actor.