Miguel de la Cierva, responsable del Náutico de San Vicente de O Grove: «Está siendo el mejor verano de la historia del local»

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MONICA IRAGO

El gerente vuelve a apostar por los conciertos sorpresa en un verano en el que a su mítica sala le suma El Otro, un nuevo establecimiento

26 jul 2024 . Actualizado a las 12:07 h.

«Hemos empezado julio con Toquinho, La Bien Querida, Kevin Johansen, Crystal Fighters, Quique González, Alejo Stivel, Rufus T Firefly, Parquesvr, una banda japonesa brutal que se llama The Neatbeats...». Con estas abrumadoras credenciales se presenta Miguel de la Cierva a las puertas de agosto, decidido una vez más a mantener y defender a capa y espada su valiente propuesta de cartel secreto, de no anunciar previamente a los artistas y vender las entradas para todos los conciertos al mismo precio: 12 euros más gastos. «Para mí es importantísimo el significado que tiene que venga alguien como Quique González y dé un concierto en el bar sin entradas ni taquilla. O que Jorge Drexler se pase un fin de semana casi sin bajarse del escenario, tocando con Lau Noah, con Calequi y Las Panteras o con Kevin Johansen. Es esto lo que lo hace único y especial», expone el responsable del Náutico de San Vicente.

—¿Y a partir de ahora?

—A partir de ahora vienen cosas muy buenas y muchas. ¿Y también famosos? Sí, muchos y buenos. Esto está floreciendo. Ya no solo hay un cartel con un montón de cosas potentes, buenas, frescas e internacionales, sino que de repente llegan los Crystal Fighters y dan un pequeño bolo gratuito. El Náutico ha madurado. Había un reto con respecto al 2019, en el que hubo un cartel muy potente. Pues estamos en el camino. El Náutico está manteniendo el tipo de una manera espectacular en un contexto del todo nuevo. De cinco años para aquí, que no es nada, la escena de la música en directo ha cambiado por completo. Los festivales se han multiplicado por diez y hay mucha más programación. Mantener el tipo es dificilísimo. Y en el Náutico lo estamos consiguiendo. Lo cual deja completamente claro que este sitio es algo diferente, que se separa de todo.

—¿Y a qué crees que se debe?

—Creo que tiene que ver con una cuestión vocacional y con el lugar en el que está. El Náutico nunca se ha ido adaptando al mercado sino que ha sabido encontrar su sitio adecuándose a cualquier contexto. Después de 32 años, yo siento que sigo teniendo la misma capacidad de ver las cosas que tenía antes. Y aunque las cosas cambien, estoy bien posicionado. No es que esté por delante de nadie, ni que sepa más, pero digamos que el bagaje de todos estos años, sin tener más referentes que yo mismo, me vale para seguir teniendo esa visión intuitiva. Con todo, nadie me quita cada año el miedo que da tener en febrero un calendario absolutamente en blanco y ver que ya nadie gira en primavera.

—¿Por qué mantienes el cartel secreto?

—Para mí, que venga gente a un concierto secreto tiene mucho más valor que el que vengan a un concierto anunciado. El cartel secreto está provocando, por ejemplo, que los conciertos con artistas emergentes o poco conocidos tengan mucha más asistencia, lo cual, a su vez, me permite traer cosas distintas. Lo que está llenando El Náutico es el propio Náutico, no los nombres de los artistas.

—¿En agosto volverás a tener tres conciertos todos los días?

—Tres o incluso cuatro, porque también habrá algún concierto en El Otro.

—Es cierto, este año has asumido la gerencia de un nuevo local en Pedras Negras, a 200 metros del Náutico.

—El Otro está planteado como el tercer y cuarto espacio del Náutico, además del estudio de grabación y la residencia de artistas. En El Otro hay dos ambientes que conservan el aura del Náutico. En la parte de arriba hay una zona chill y una cervecería en la que poder comer unas burguer o comida mexicana. En la parte de abajo tengo un piano bar, con un Yamaha de cola, dos guitarras, batería y amplificadores. Y allí también van a pasar cosas. Eso sí, en El Otro será todo un poco más espontáneo y natural. Va a haber músicos residentes y pequeños conciertos y será todo siempre con entrada libre.

—¿Has percibido un cambio de actitud en la gente que igual hace tres o cuatro años, cuando empezaste con este formato de cartel oculto, llegaba con más recelo?

—Sí, desde luego. Aunque para mí, este es el segundo año de cartel sorpresa. La pandemia no cuenta. Pero sí, están pasando cosas maravillosas. Lo de los japoneses The Neatbeats, por ejemplo, fue algo espectacular. Pusieron el local patas arriba. Y eso la gente lo agradece muchísimo... Porque sí, que salgan Alejo Stivel o Mikel Erentxun y hagan un concierto de hits está muy bien, pero que de repente alguien diga: «Fui a ciegas y me encontré un supergrupo», eso es mucho mejor. Para mí, supone acercarme a ese ideal de conseguir la confianza absoluta en el criterio del programador y que la gente deje de comprar las entradas para ver si le toca la rifa de Leiva o de Coque, y compre «voy al Náutico».

—Da la sensación de que este año estás especialmente ilusionado.

—Mucho. Este invierno y el inicio de la primavera fueron duros. Muchos grupos ya no giran en salas, otros estaban saturados de festivales... Tuve momentos de crisis porque estábamos a pocos meses y yo tenía la programación en blanco. Pero ahí es donde surge la magia del Náutico. Poco a poco fue apareciendo gente que quería venir. Y al final... ¿Te acuerdas de aquella página que salió en La Voz en el 2019 y que titulaste «El Náutico, el mejor festival del verano por entregas»? Pues ahí estamos. Me atrevo a decir que, sin duda, este está siendo el mejor verano de la historia del Náutico. Y estamos más y mejor preparados que nunca para afrontarlo.