Ariel Rot en Galicia: «Los percebes me parecían ciencia ficción, la primera vez que los vi no imaginé que se pudieran comer»

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Ariel Rot en las fiestas de San Roque, en Arousa, en el 2018.
Ariel Rot en las fiestas de San Roque, en Arousa, en el 2018. MARTINA MISER

Tras hacer bailar a España durante casi medio siglo y escucharla durante cuatro temporadas, el músico argentino ofrece este viernes un concierto en la carpa de la Festa do Marisco do Grove

11 oct 2024 . Actualizado a las 16:52 h.

Podía haberse contentado con lucir el blasón de vieja gloria —no en vano formó parte de dos grupos que hoy son leyenda: Tequila y Los Rodríguez— y recrearse, como tantos, en el retrovisor. Pero ha transmutado Ariel Rot (Buenos Aires, 1960) en los últimos años en una suerte de Benjamin Button que, guitarra en ristre, mira al frente y recorre España, volviendo a llenar de rock and roll, y de sonidos algo más contemporáneos, las plazas del pueblo. Las cuatro temporadas de Un país para escucharlo y sus casi 50 años de trayectoria capacitan al músico argentino para reflexionar respecto a casi todo en el ámbito de la música. E incluso un poco también en el del marisco.

—¿Cómo es tu relación con estos productos del mar?

—Pues hay una gran corriente de simpatía entre esos productos y yo. Me encanta el marisco. En Argentina no había cultura del marisco, pero en España fui conociendo cosas que, al principio, me parecían como de ciencia ficción. Como los percebes. Recuerdo perfectamente que la primera vez que vi un percebe no lo entendía. No imaginaba que aquello se pudiera comer.

—Estoy convencido de que además de escuchar al país, también te lo has comido.

—Pero eso no salía en el programa (se ríe). Era off the record. Pero sí, por supuesto. Hubo mucha confraternización durante el programa y eso, obviamente, daba lugar a encuentros lúdicos y gastronómicos.

—Hablas en pasado, ¿no va a haber quinta temporada?

—No, no. De hecho, tras la segunda temporada, el programa supuestamente ya se había terminado. La tercera y la cuarta fue como una especie de coda. Pero yo lo sigo disfrutando. Tanto recordándolo como, de vez en cuando, metiéndome en las plataformas y viendo los encuentros que hicimos. ¡Qué maravilla! Fue todo muy intenso pero, con el paso del tiempo, como que lo había normalizado. Ahora, con la distancia, lo recuerdo y realmente me impresiona cuánto y con quién llegué a tocar.

—¿Cuáles fueron tus colaboraciones soñadas cumplidas?

—Es difícil decirlo porque también disfruté mucho de colaboraciones inesperadas con gente que no conocía, como Rufus T. Firefly, por ejemplo, que no estaba programado tocar con ellos pero cuando llegué me dijeron: «Hombre, tocarás algo», y fue maravilloso. Pero a ver, como algo realmente especial, Tomatito. Es como si de repente te dicen: «Oye, que vas a tocar con Hendrix». Esa colaboración me inspiró mucho respeto. De hecho, creo que no la disfruté al cien por cien porque estaba un poco nervioso. También recuerdo con especial cariño el primer programa, con Kiko Veneno y Tomasito. Hubo muchos... Volver a tocar con Coque [Malla], con Tarque... Y me hizo mucha ilusión tocar Corazón de neón con Javier Gurruchaga. Me lo pasé increíble tocando eso.

—Si hay alguien hoy en condiciones de hacer una radiografía sonora de este país, eres tú. Así que apelando a esa condición de radiólogo musical, ¿qué conclusiones has sacado? ¿En qué momento estamos?

—Yo puedo hacer una radiografía, pero de un momento preciso. Yo no estoy al tanto de lo que está pasando todo el tiempo, ni muchísimo menos. Y la música está en continuo movimiento. Afortunadamente, el universo musical que hay hoy en España es inabarcable. Lo que más me sorprendió al recorrerla fue el abanico de estilos, tendencias y culturas que conviven en el país. Y también me sorprendieron, porque los desconocía, todos esos acercamientos de las nuevas generaciones al folklore y a las raíces. Ahí descubrí cosas muy variadas y muy interesantes. Desde Rozalén a Mercedes Peón. Todas con un elevadísimo nivel musical. Eso me pareció muy interesante.

—Cuando arrancó el programa, no faltó quien vaticinase que sería un carrusel de viejas glorias. Y, por supuesto, estuvieron ahí. Pero fue muy loable la sensibilidad que tuviste y cómo te acercaste a las propuestas de los más jóvenes.

—Sí, yo descubrí muchas cosas y me alegro de que la gente las descubriese también. Actuales y del pasado. Porque a lo mejor lo que para nosotros era una vieja gloria, para otra gente era algo totalmente nuevo. Pero sí, creo que el planteamiento del programa de ofrecer un menú lo más variado posible y sin ningún tipo de prejuicio, fue muy interesante.

—¿Conocer nuevas músicas te ha hecho estar más atento a la actualidad?

—Yo sigo mirando mucho al pasado. Descubriendo y redescubriendo mucho blues, soul, jazz... Con eso ya me mantengo bastante entretenido. Pero sí, de vez en cuando también le doy un repaso a la actualidad y reconozco que a veces me sorprendo gratamente. Pero, en lo musical, no puedo dejar de ser un adicto al siglo XX.

—¿Hay cosas que no escucharías en este país?

—Siempre las hubo. Obviamente hay música que no pondría en mi casa. Y a veces hay cosas que auditivamente me alteran un poco. Creo que, en general, hay una invasión musical, un exceso de música. Pero no vamos a meternos en ese jardín porque no nos lleva a nada productivo. Criticar los nuevos sonidos o sentir que lo otro era mejor es el viejo debate que no lleva a ninguna parte.

—Tú último álbum es del 2016. ¿Es por pereza, porque no tiene sentido el formato o porque estás de vuelta de todo?

—El disco sí que tiene sentido. Pero si te sale. Se supone que si uno tiene necesidad de componer canciones, tiene que grabarlas y publicarlas. Yo viví mucho tiempo con una presión creativa muy fuerte. Para mí, tratar cada día de encontrar canciones era un combate constante. Cierto que también lo disfruté muchísimo y que cuando fluye es maravilloso. Pero ahora estoy con menos capacidad de concentración y tal vez un poco más vago. Pero no estoy de vuelta de todo. Para nada. He recuperado mi banda eléctrica después de mucho tiempo de estar tocando solo o en dúos y al volver a la banda me he dado cuenta de todo lo que he aprendido durante ese tiempo y realmente lo estoy disfrutando muchísimo. Lo siento como un regalo. A estas alturas, tener la agenda bastante llena para lo que es mi ritmo es todo un triunfo.

—Has dicho en alguna ocasión que has cumplido sueños que te parecían utopías, pero ¿cuáles te quedan aún por cumplir?

—Muchísimos. A lo mejor si no me hubiese ido tan bien tan rápido dentro de la música, quizá hubiese estudiado más y tocaría jazz o sabría hacer arreglos para una orquesta. Yo qué sé... Un montón de cosas que ya siento que a esta edad es un poco complicado ponerme. Por lo que se refiere a mi carrera, lo que hice ya fue muchísimo más de lo que me esperaba.

—En el 2022 me dijiste: «Tengo más suerte que talento». ¿Es más importante estar en el sitio oportuno en el momento adecuado que ser un tipo talentoso?

—Yo creo que la suerte tiene especial simpatía por la gente talentosa y las cosas bien hechas. Y esto me ha quedado tan bien que no te voy a agregar nada más (se ríe). Tienes un cierre de entrevista perfecto.