Óscar García Sierra: «Una noche siempre es mejor cuando la recuerdas que cuando la estás viviendo»

FUGAS

Felipe Hernández

El leonés retoma en «Ropa tendida» el universo de «Facendera» demostrando que sigue siendo insólito, el mejor narrando la tristeza

22 nov 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Al final de Facendera —ese inesperado éxito editorial que hace dos años puso en el mapa a los pueblos de la España amputada—, una patrulla de la Guardia Civil dispersa el botellón posterior a la demolición de la central térmica del pueblo, la misma que moviliza Milagros en el arranque de Ropa tendida, molesta por el follón que montan en la calle unos guajes de fiesta. Así ensambla Óscar García Sierra (León, 1994) sus dos novelas, piezas independientes con un universo común, el del León desindustrializado y deprimido, el del after y la ruina, el del mono —químico y sentimental— y la disfuncionalidad, asumida como alternativa única a la desolación. La expresión que le da título a la segunda, recién publicada por Anagrama, contiene su pura condición: se usa para advertir discretamente del descuido al que sale del baño con restos de polvo blanco en las fosas nasales, pero también para hacer callar al imprudente que se dispone a hablar delante de quien no debe. Hay cosas que todos saben y de las que nadie habla. Hay cosas que, a determinadas alturas, es mejor callar.

­—El lector va descubriendo al personaje a raíz de lo que él intenta recordar de la noche anterior. Xairu es un infeliz con ínfulas, un tipo de 40 años de ultraderecha, aspirante a político y enganchado a la cocaína. ¿Hay muchos Xairus ahí fuera?

—En todos lados, en internet sobre todo.

­—De ahí, precisamente, viene usted, de internet. Del ciberpoema, del dardo lírico en 140 caracteres. ¿Queda hoy algún destello de poesía en X? ¿Qué opina del estado actual de esta red social?

—Todos los días me quiero pirar de X. Me lo desinstalé hace tiempo del móvil, luego lo volví a instalar porque me borré Instagram y me parecía que en X perdía menos el tiempo, pero me pone de mal humor. Y me da rabia, porque al final es el sitio, digamos, donde me entero de las cosas, pero no sé si compensa toda la basura. Y no creo que vaya a ir a mejor.

­—Las redes han conseguido, sin embargo, que cualquier joven de un pueblo desvalido tenga acceso a los mismos referentes culturales que un chaval de Londres. ¿Cree que estas dos personas lo digerirán de la misma manera?

—Seguramente no, como seguramente pasa con los libros. Podemos leer el mismo libro, pero nos va a generar sensaciones distintas y, sobre todo, nos va a llevar a sitios diferentes. Es curioso.

—De usted ha dicho la crítica que es la voz de la España vacía. ¿Qué le parece esta etiqueta?

—Creo que si trato este tema es porque me he ido, llevo más de diez años fuera, si me hubiese quedado lo vería diferente. Y al irme también me siento un poco en deuda, culpable por haberme ido; es mi forma de poner mi grano de arena.

—¿En qué se parecen «Facendera» y «Ropa tendida»?

—Más allá de lo obvio, del lugar y el tiempo, ambas son bastante tristes, están protagonizadas por personajes muy desesperanzados, un poco deprimidos. Creo que dejan mal sabor de boca.

—¿Qué le pasa con la tristeza? ¿Es Óscar García Sierra un chico triste?

—No, qué va. Para nada [ríe] Y, en realidad, no creo que todo sea tan triste como parece que es en mis libros, pero la tristeza me da más juego. Por eso no impongo muchos momentos felices en las novelas.

—¿Convertimos la tristeza en rabia para tratar de combatirla?

—Sí, para no estar tristes. En el personaje de la madre de Ropa tendida se ve bastante. Es una víctima con su marido, pero luego ella, en su trabajo, se convierte un poco en el verdugo, y ahí está eso, el intentar compensar.

—¿Son nuestros padres, especialmente los hombres, unos ineptos emocionales?

—El padre de la novela es bastante reflejo de la mayoría de hombres que conozco, probablemente yo incluido, en cuanto a expresar sus sentimientos y explicar las cosas que le pasan. Pretende un poco, pretendemos, que la gente lo sepa sin decirlo, sin que lo digamos. Y esto me parecía muy interesante e importante para plantear la idea de si somos o vamos a ser igual que nuestros padres, si esa incapacidad emocional o sentimental se hereda. Ves en tus padres ciertas actitudes y un día te sorprendes haciendo lo mismo.

—Hay un personaje en el libro que dice que recordar algo es mejor que vivirlo.

—Es algo en lo que pienso mucho, en concreto sobre las fiestas. Al final, no sé si es mejor el momento en el que estás de fiesta, o en un concierto, o el momento en el que luego lo recuerdas. ¿Te lo pasas tan bien como luego recuerdas que te lo has pasado? Creo que las noches de fiesta siempre son mejores cuando las recordamos que cuando las estamos viviendo.

—Y siendo escritor, ¿diría que es mejor vivir algo o inventarlo?

—Yo escribiendo sobre algunas situaciones me lo he pasado muy bien, pero creo que vivir las cosas es mejor; bueno, depende de qué. Luego está el hecho de que hay cosas que nunca podré llegar a vivir, pero sí puedo escribirlas. Y que escribiéndolas no hay consecuencias.