Santi Balmes (Love of Lesbian): «A partir de los 50 ya tienes que acertar todo el rato»

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La banda anuncia un parón discográfico tras «Ejército de salvación», álbum en el que, de alguna manera, retornan a sus orígenes. Pero antes aún tienen por delante dos años de gira, con varias escalas en Galicia

13 dic 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Ellos ya estaban allí cuando todo comenzó. Fueron pioneros del indie (por cierto, la RAE ha incluido esta semana ese término en su Diccionario) y formaron parte del cartel de los primeros grandes festivales. Un cuarto de siglo y diez discos de estudio después, ahí siguen. Dispuestos a afrontar una nueva etapa, que incluirá un «oxigenante» descanso. Antes, nos han entregado Ejército de salvación, un disco en el que retornan a aquel sonido más fresco y hedonista de sus primeros trabajos, sin perder la profunda y a veces descarnada épica emocional que Love of Lesbian imprime a sus canciones. Y antes, también, deberán cumplimentar varias visitas a Galicia. La más inminente, el 28 de febrero y el 1 de marzo en la sala Capitol de Santiago, con todo vendido. Además, ya están anunciados también en los carteles del Portamérica y del Caudal Fest.

—¿Conecta «Ejército de salvación» con aquellos discos de la primera década de Love of Lesbian?

—Sí. Mucho. Hay un reencuentro con la espontaneidad de Maniobras de escapismo. Y estamos muy contentos de haber regresado a la fuente original porque, de alguna manera, significa que se mantiene viva.

—En vuestra web decís que este disco supone un regreso al «pop rock coreable».

—Digamos que hemos hecho un ejercicio de sencillez, intentando no irnos por las ramas. Pero es que siempre estamos en un movimiento pendular. Disco tras disco, intentas llevarle la contraria al anterior. Yo creo que buena parte de la trayectoria artística de los creadores se centra en la búsqueda de la máxima artificiosidad para luego emprender un largo camino en el que irte despojando de cosas superfluas hasta llegar a la desnudez y a la esencia.

—También nos despojamos de la pedantería y de esas ganas perpetuas de epatar que teníamos hasta no hace mucho.

—Sí, por supuesto. Te das cuenta de que la simplicidad es más sabia que cualquier tipo de manierismo. Cuando tienes 20 años, eres simple porque no tienes la técnica para hacerlo de otra manera. Luego, cuando ya adquieres la capacidad, a partir de los 50, ya es una decisión propia: voy a ser simple porque decido desprenderme de cosas.

—¿Tiene algo que ver con urgencias vitales?

—Sí, claro. Ya no es aquello de tengo por delante todo el tiempo del mundo. Ahora tengo que elegir, no de una manera histérica pero si bastante analítica, a qué vas a dedicar tu tiempo. A partir de los 50 ya es muy acuciante la sensación de que no quieres bajo ningún concepto empezar cosas que no valgan demasiado la pena. Ya tienes que acertar todo el rato.

—Se podría hacer una lista infinita de cosas de las que nos tenemos que salvar, pero ¿cuáles serían tus prioridades?

—Salvarnos del ruido, del populismo y de las ideas preestablecidas por pertenecer a una época concreta. Llega un momento en el que empiezas a ser consciente de que tu yo está formado por la coyuntura de la época en la que te ha tocado crecer. Y si te pones a buscar qué es lo realmente auténtico que hay en ti, no creas que hay mucho, ¡eh!

—En «El día que Starman huyó» dices que nunca quisiste salir del siglo XX. ¿No te sientes cómodo en este tiempo?

—Bueno, en las canciones uno acostumbra a ser bastante bastante cabrón, en el sentido de que intenta ser un poco sensacionalista o llamar la atención con una sola frase. Pero hay muchas cosas de esta época que me están gustando mucho. A mí, por ejemplo, mi experiencia con la inteligencia artificial me está gustando bastante. Creo que nos va a ayudar en muchas cosas.

—¿No va a pasar como con las impresoras 3D?

—[Se ríe] Iban a ser la bomba, ¿eh? Hubo gente que cuando escribí eso en Twitter me llevó la contraria y me dijo que sí que han cambiado el mundo. A mí me cuesta bastante creerlo. O al menos, no lo han cambiado en la medida en la que lo estaban anunciando. Volviendo a lo del siglo XX, lo que echo de menos de entonces es ese momento en el que todo tenía una velocidad como de película de los años 70, que creo que es la velocidad real que tiene la vida. No tiene que pasar algo constantemente, ni caer un meteorito cada 15 segundos. Porque a medida que las cosas van yendo cada vez más y más rápido, nuestra capacidad de analizar lo que está sucediendo, se diluye. Echo de menos un pensamiento más sosegado. Eso es lo que empieza a preocuparme de este siglo XXI. Prueba de ello es que al final hay tanta prisa que necesitas respuestas inmediatas. ¿Y quién las da? Pues la extrema derecha.

—En «Contradicción» dices que el tiempo pone a todos en su lugar. ¿Estás convencido de eso?

—En realidad, te va poniendo en distintos lugares. En la vida de un artista, puede ser vilipendiado, luego considerado un clásico, después rechazado, más tarde reivindicado y, por fin, completamente olvidado.

—Love of Lesbian ha pasado por todas esas fases, excepto por la de olvidados.

—Sí, pero también nos llegará. Es ley de vida. No hay que darle más vueltas.

—Regresemos al asunto de la salvación, ¿rendirse es una opción?

—Rendirse es claramente una opción. Estamos llenos de libros de autoayuda y de gente que te dirá que no. Pero yo considero que rendirse es muy humano también.

—No es exactamente una rendición, pero sí que hay bandas que están optando por tomarse un descanso. ¿A vosotros se os ha pasado por la cabeza esa opción?

—No solo se nos ha pasado por la cabeza sino que la vamos a hacer realidad. Haremos un parón de discos después de Ejército de Salvación. Está más que hablado. Nosotros llevamos muchos años, casi somos un puto milagro, como dice Julián [Saldarriaga, guitarrista del grupo], porque aprendimos a dejarnos espacio suficiente como para no quemarnos. Pero también hay que tener en cuenta que cuando has dedicado muchos años de tu vida a un proyecto, los parones son solo eso, parones, sin más. Yo he dedicado los mejores años de mi vida, compositivamente hablando, a Love of Lesbian. Si ahora empezase a hacer proyectos más pequeñajos, los haría para oxigenarme, pero sé que tarde o temprano volveríamos al proyecto madre, a la nave nodriza. Porque, sencillamente, estamos muy contentos de tener este cancionero y cuando llevemos un tiempo sin tocarlo nos gustará recuperarlo. Con lo cual, no le doy demasiada importancia a las despedidas de las bandas que conozco. Como no se la doy al parón que nosotros hagamos.

—Parón de discos, ¿y de conciertos también?

—En el 2025 y 2026 seguro que no, pero en el 27... Creo que nos sentará bien aislarnos de toda la presión que podamos tener.

—¿Cómo te sientes en esta nueva escena de festivales?

—Esa pregunta, si no te parece mal, te la contesto dentro de dos años. Entonces podré decirte «pues me he visto bien» o «he visto que ya no». Yo espero verme bien y que la banda mantenga el pulso, el músculo, el público y el aplauso. Pero de momento es un misterio que aún hay que desvelar. Soy consciente de que hay un cambio generacional y de que quizá mucha gente que escucha Love of Lesbian en estos momentos está llevando a su hijo a la guardería y no está para festivales.

—En varias canciones haces referencia al miedo y a la presión que supone escribir. ¿Tan asfixiante puede llegar a ser?

—Sí. A mí hasta hace poco no me pasaba. Recuerdo que una vez Iván Ferreiro me dijo para él era un sufrimiento. Y tiene toda la razón. Para mí ya está siendo un sufrimiento. He hecho tanto ejercicio de pornografía emocional que me parece casi obsceno seguir hablando de mí. ¡Por el amor de dios, otra vez! Al final, escribir no deja de ser un ejercicio de vanidad increíble. Supongo que todos los que nos dedicamos a esto vivimos en esa dicotomía entre la necesidad de expresarnos y ese terrible pudor que tenemos por culpa de partirnos la camisa como Camarón.

—¿Sientes la misma presión a la hora de escribir una canción y de escribir un libro?

—Escribir un libro puede ser un proceso más racional, más frío, más analítico que una canción. No me exige tanta catarsis emocional. En el libro, incluso puedes jugar a ser otra persona.

—Oye, ¿qué te pasa con la vida sana, que te he visto en redes muy beligerante con quienes abogan por ella?

—Es que no me gusta ningún tipo de dogmatismo, ni paternalismo. Y te diré que estoy practicando mucha vida sana, ¡eh! He dejado de fumar, voy al gimnasio cada día... ¡Quién me ha visto y quien me ve! Pero eso no significa que me haya convertido en alguien que sermonea cada vez que habla o que te comenta la última dieta que está siguiendo. ¡Uf! Es muy pesado eso. [Leopolodo María] Panero decía que en la vida puedes ser cualquier cosa menos un coñazo. Pues eso.

—¿Ya has abandonado la noche, como dices en «Ya sale el sol»?

—Sí, por supuesto. Yo en general he sido una persona bastante epicúrea, en el sentido de que no he desfasado tanto como algunos otros miembros de la iglesia del pop. He sido bastante moderado. Me he pegado más fiestas internas de composición y marihuana hasta las 4 de la mañana, disfrutando solo y haciendo música, que viviendo en locales y pillando el pedo eterno. Mi relación con las drogas ha sido hedonista pero también bastante utilitaria, en el sentido de que las he usado más de lo que ellas me han usado a mí.