Por qué Carolina Durante es (mucho) mejor de lo que se cree

FUGAS

Carolina Durante, en una imagen promocional, con Diego Ibáñez en primer plano en el centro.
Carolina Durante, en una imagen promocional, con Diego Ibáñez en primer plano en el centro.

Sin renunciar a la ternura, este grupo adopta una pose de autoironía que hace de su levedad su principal fortaleza, una capa adicional

28 mar 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Sueltan unos aromillas un poco cansinos algunos de los pobladores del indie pop español. Y no porque las creaciones musicales sean necesariamente malas. Existe un problema que es más bien de pompa. De cantar una cosa simplemente divertida o simplemente correcta dentro de sus limitaciones como si fuera la reencarnación de un verso de Rubén Darío. Vamos a aclararnos. Nadie quiere ponerse los cascos para salir a dar un garbeo o a trotar o a hacer la compra y que suenen en bucle fraseos nerudianos con arreglos de guitarra de Francisco Tárrega. La vida no puede ser siempre tan rimbombante y tiene que haber espacio para los ay, ay, ay cómo me duele el corazón / estoy sufriendo mogollón / se me ha averiado el radiador.

Lo cansino es la falta de autoconciencia. Las ínfulas y las profundidades fingidas, escenificadas. Ese es el machaqueo que hace que artistas perfectamente solventes y simpáticos se tornen en, con perdón, personajes un poco petardescos —que no pasa nada tampoco, eh. El que esté libre de petardeos que tire la primera piedra—. Lo que pasa es que cansa un poco que sea todo tan intenso, que no haya casi espacio para la broma a costa de uno mismo. Para la aceptación de que no todas las obras van a ser maestras y de que no todos los músicos tienen que ser Bob Dylan. Y de que eso está bien y de que no pasa nada por ser un albañil de la partitura igual que hay tantos y tantos que se aceptan como peones de la literatura o del cine o de cualquier disciplina.

Por eso creo que, en este clima, emerge con un planteamiento interesantísimo y muy simpático Carolina Durante. Hace no tanto que no los conocía casi nadie fueras de los cuatro callejones modernitos del madrileño barrio de Malasaña. Y, ya desde aquella época, se reían de sí mismos cantando: Pero él es famoso en tres calles, tiene mogollón de fieles / Harían lo que fuera por él, por ser como él / ¿Tú qué estarías dispuesto a hacer por ser famoso en tres calles? / ¿Tú qué estarías dispuesto a hacer por ser famoso en tres calles? Dicho de otra forma, los tipos no solo no esconden sus costuras sino que se desvisten y las enseñan entre carcajadas. Se toman lo suficientemente en serio como para hacer temas vibrantes pero sin dárselas de virtuosos.

Las cosas en el mundo de verdad, el que no huele a colonia reconcentrada, son así. Contradictorias y fluctuantes. Eso lo han pillado los Durante

Es precisamente este conocimiento propio siempre latente, pero bastante hondo, lo que, paradójicamente, le da a su figura una dimensión de profundidad artística mucho mayor de lo que, probablemente, ni siquiera ellos mismos pretenden. Son, de alguna forma, una escenificación irónica, a veces ácida y a veces sinceramente tierna, de las formas en las que su generación —especialmente el millennial tardío y el zeta— encaja los latigazos y disfruta de las bondades de la vida. Por eso abrazan sin complejos la noción de que no todo tiene que llegar a las cavidades más recónditas del alma. Que también hay en esta existencia momentos frívolos en los que por la mente solo desfilan pensamientos circunstanciales como qué rico está este café, qué bueno era Odriozola cuando jugaba en la Real Sociedad o qué pesadas son las gaviotas. Y no excluye todo ello que el olor a café, los centros de Odriozola o el desgañiteo de las gaviotas puedan desbloquear de pronto un recuerdo más enrevesado y melancólico. De un amor de ayer o de una amistad ya rota o de un día con alguien que no está. Las cosas en el mundo de verdad, el que no huele a colonia reconcentrada, son así. Contradictorias y fluctuantes. Eso lo han pillado los Durante. Y no era cosa fácil.

En esta escenificación que, por encima de todo, rezuma confusión a través de sus mil grietas, hemos encontrado muchos jóvenes la verbalización de nuestros aturdimientos perpetuos. Desde los más grandes hasta los más pequeños. Sin rimbombancias exageradas y sin coloreados irreales. La gente a veces se pasa fines de semana enteros sin levantarse del sofá y a veces hace chistes escatológicos de dudoso gusto y a veces se comporta mezquinamente, tanto aposta como sin querer. Así se hizo el mundo, y aparentar que la existencia es un estreñimiento lírico megaprofundo todo el rato es, además de una patraña, una cosa agotadora.

Es en el momento histórico de hoy muy pertinente enarbolar los gozos y las sombras carolinos. El derecho a la levedad, a la pereza, al sarcasmo, a las pequeñas rebeliones cotidianas, a ser imperfecto y, a veces, un poco desconsiderado y, sobre todo, a merecer después el perdón y poder desandar lo andado y enmendar nuestras estupideces sin que se nos enclave a la cruz por los siglos de los siglos. Amén.