Antonia Jiménez, la única guitarrista flamenca profesional: «No acepto que digan que las mujeres tocamos con menos fuerza»

FUGAS

cedida

Con más de 25 años de trayectoria, la gaditana ha conseguido abrirse paso en un ámbito vedado para las mujeres como es el de la guitarra flamenca. Habitual en los tablaos y en grandes escenarios, el sábado 31 actúa en el festival Flamenco Riquela, en Santiago

23 may 2025 . Actualizado a las 12:16 h.

Pocos ámbitos hay más inhóspitos para una artista que el de la guitarra flamenca, un ejercicio tradicionalmente reservado para el hombre. Antonia Jiménez (El Puerto de Santa María, 1972) lleva más de 25 años como profesional, componiendo y tocando desde escenarios de Japón o Australia hasta en el exigente circuito de los tablaos de Madrid. El sábado 31 actúa en el festival Flamenco Riquela, en Santiago, por el que, entre otros, también pasarán Elena Salgueiro, Alana Sinkëy, El Paquete (jueves 29) o Diego del Morao (viernes 30).

­—Esta es la primera vez que entrevisto a una guitarrista flamenca.

—Ya me lo han dicho más veces. Aunque desde que la guitarra flamenca empezó a escolarizarse, el panorama está cambiando muchísimo. Hoy incluso puedes hacer un grado superior de guitarra flamenca. Pero los guitarristas de mi generación la estudiábamos en el parque y yendo a muchos conciertos y corriendo después para casa para practicar lo que habías robado. Teníamos que ser un poquito piratillas.

—Te imagino de adolescente en el parque con tu guitarra flamenca. ¿Serías la rarita de la pandilla?

—Totalmente. De hecho, mis colegas eran los guiris porque eran los que me aceptaban. Cuando vine a Madrid, hace casi 30 años, nos juntábamos en la plaza de Cabestreros para practicar. Después ya empecé a pagar clases particulares con maestros y a buscarme la vida. Ahora ya no es así. Ahora la casa ha cambiado, para mejor y para peor.

—Para peor, ¿por qué?

—Porque también se pierde un poquito de picardía.

—¿La calle es una buena escuela?

—Es dura. A casi todos los guitarristas de mi generación les enseñaron a tocar sus padres o sus tíos. En mi caso no fue así. Entonces yo lo he tenido que buscar fuera.

—Dices que en las escuelas ahora hay chicas, pero en los escenarios aún no.

—Eso es cierto. Ni en los tablaos de Madrid, que es donde yo vivo y por donde yo me muevo. Y los tablaos son fundamentales. Eso es ya la universidad. Pero por las redes sí que veo a muchas chicas tocando.

—¿Aún te miran raro en los tablaos?

—Ahora llevo muchos años y ya no. Pero antes sí, claro. La gente siempre se sorprendía y yo decía: «Bueno, tampoco es que yo haga nada extraordinario». Yo he sido una enamorada de la guitarra igual que otras muchas mujeres. Pero la trayectoria hasta que te aceptan es dura, sí.

—¿Es el del flamenco un mundo machista?

—Digamos que sí. Es como el mundo en general, lo que pasa es que el flamenco es un poco tradicional de más. Ahora está un poco más abierto, sobre todo para los hombres, pero las mujeres todavía están sujetas al estereotipo.

—¿Hay distinta sensibilidad entre un hombre y una mujer a la hora de tocar una guitarra flamenca?

—Yo creo que ahí lo que predomina es tu personalidad, tu carácter. Qué puedes mostrar y qué tienes que contar. Y, claro, las cosas que tenemos que contar las mujeres son diferentes. Por ahí sí que puede existir cierta diferencia. En el resto, no. Yo, por ejemplo, no acepto que digan que las mujeres tocamos con menos fuerza.

—Dices que la diferencia está en lo que tú quieres contar. ¿Cómo lo cuentas? Porque tus composiciones no tienen letra.

—Hay muchos recursos a la hora de componer. En mi caso, a mí me influye mucho el estado de ánimo. Hay veces que me apetece tocar o componer de una manera más melódica, más introvertida, y otras veces que me gusta componer cosas más divertidas, más ligeras. Lo que es importante es ser muy tú misma, ser muy personal a la hora de elaborar una frase o una melodía o de armonizar ciertas cosas.

—¿Quiénes han sido tus maestros?

—Quien me puso los primeros acordes fue Antonio Villar. Y la verdad es que me ayudó mucho porque fue quien me introdujo en el acompañamiento al baile, que es el primer paso del profesional de la guitarra flamenca. Luego acompañas al cante y, por último, llegas a la guitarra solista. Después tuve unos años en los que fui totalmente autodidacta, hasta que en Madrid conocí a Enrique Vargas. Él ha sido el maestro del que me he nutrido durante más de veinte años.

—¿Y a qué guitarristas admiras?

—Por supuesto, a Paco de Lucía. Yo me acuerdo de que tenía 15 años cuando sacó su disco Siroco y me quedé loquísima. Y de esa generación, también a Tomatito y a Moraíto Chico, que es muy del toque de Jerez. Después, a Gerardo Núñez, Rafael Riqueni, Vicente Amigo, Pepe Habichuela... Serían muchísimos.

—¿Cómo definirías tu estilo?

—Creo que soy bastante personal, intento no parecerme a nadie. Quizá un poquito clásica, pero a la vez busco mis propios caminos. No me gusta repetir lo que han hecho los demás, aunque, por supuesto, me encanta todo lo que hacen los maestros.

—Aunque llevas casi tres décadas de trayectoria profesional, apenas has grabado cuatro o cinco canciones. ¿Por qué?

—Porque grabar es muy complicado. A mí me encantaría irme unos meses al campo y componer y grabar diez temas, pero no puedo. Yo tengo que trabajar muchísimo para comer y poder vivir en Madrid.

—¿Habrá algún día un disco de Antonia Jiménez?

—Espero que pronto. Es una meta que siempre tengo ahí. No la abandono.

—En una ocasión dijiste que no creías en una guitarra femenina, pero sí en una guitarra feminista. ¿A qué te referías?

—Yo creo que deberíamos despojar al arte de los géneros. El artista es mucho más elevado y más profundo que su condición de femenina o masculino. Pero es cierto que cada cual contamos nuestra versión de la vida, tal y como la hemos entendido, cómo nos ha tratado y qué nos ha enseñado. Entonces, sobre eso yo creo que no podría dar una visión femenina pero sí una visión feminista desde el punto de vista de una mujer profesional que se ha labrado una trayectoria.

—¿Qué le dirías a una niña, como aquella que fuiste tú, que quiere ser guitarrista de flamenco?

—Que necesitamos muchas [se ríe]. Que estudie, que se esfuerce. Que la guitarra flamenca es lo más bonito que hay. Yo no conozco nada más bonito. Y seguro que si una niña tiene una guitarra en la mano es porque piensa lo mismo que yo.