Vila-Matas estuvo aquí

Mercedes Corbillón

FUGAS

El escritor Enrique Vila-Matas el pasado mes de abril.
El escritor Enrique Vila-Matas el pasado mes de abril. Enric Fontcuberta | EFE

20 jun 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando mi amiga Blanca Riestra dice que no conviene conocer a nuestros mitos, seguro que tiene razón, pero lo que no conviene es que los mitos te conozcan a ti.

Eso he pensado cuando Vila-Matas se alejaba erguido dentro de su traje azul que parecía sostenerlo y elevarlo un poco, aumentando ese aire huidizo que posee, como de persona que está a punto de echar a correr. Bueno, correr no, porque un taxi se puso en marcha antes de tiempo provocándole una caída de la que aún tiene secuelas. No le dije que siempre me parecieron sexis los hombres con leves cojeras porque habría temido estar en una novela de Stephen King, de esas en que las admiradoras secuestran a un autor para que las quiera. ¿No es eso lo que hacemos? ¿Saludar a alguien que idolatramos esperando que algo en nosotros llame su atención?

Junio estaba muy presente en Pontevedra, pero él no le hizo mucho caso, tampoco a la ciudad, de la que solo vio una plaza. Con las personas hacemos lo mismo, vemos algo y enseguida consideramos esa imagen suficiente para hacernos una idea. Somos esclavos de la primera impresión.

En cuanto lo saludé, unas horas antes de esa despedida en la Herrería, supe que me gustaba. No sé si eso me tranquilizó o me puso más nerviosa. Enérgicamente ansiosa. Un poco después estaba llorando en Cronopios, primero escondida en la zona infantil apoyada en un peluche del pollo Pepe y después frente a la concurrencia, que me aplaudió como si hacer el ridículo fuera algo a celebrar. Quizás aplaudían para que llorase más. No conviene menospreciar la crueldad del público. Mi invitado pensaría que lo había recibido una señora demente y yo deseé que sonara una rumba, como sucedía en las novelas de Altobelli, el escritor muerto que una vez compró un Denver 7 para que hiciera labores de asistente. Luego ese androide se convertiría en el protagonista de una novela que no es de ciencia ficción. Bastante ficción somos todos, siempre entre lo orgánico y lo soñado. El libro habla de la vida. La literatura y su canon intempestivo solo es la parábola con la que toma las medidas a ese fogonazo breve que es la existencia. El resultado de vivir como de escribir siempre es imperfecto, inacabado, imposible. Soy fracasista, y sin embargo, Vila-Matas estuvo aquí.