Marcos Chicot, el autor más leído del mundo en el 2013 cierra su saga superventas: «Hoy nos empeñamos en hablar de los estoicos, pero olvidamos la gran lección del estoicismo»

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Triunfó en todo el mundo, tras darse a conocer por el boca a boca, convirtiendo en trama el pensamiento de los padres de la filosofía. Este verano cierra trilogía con otro crimen envuelto en filosofía e historia, «El asesinato de Aristóteles».

11 jul 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Algo con la vieja Europa de hoy frente a la invasión rusa de Ucrania tiene la joven Grecia del siglo IV antes de Cristo. En la cuna de nuestra civilización mece al lector con una mano de rigor y otra de fabulación Marcos Chicot, que cierra con El asesinato de Aristóteles una saga superventas que hace fluir el pensamiento y la historia a velocidad de thriller.

 A los padres de la filosofía les ha dado cancha con éxito este psicólogo clínico que empezó a escribir literatura por placer hasta que la literatura le pidió la exclusividad. «Yo fui economista, también psicólogo, y me gustaba estudiar y divulgar —cuenta sobre el inicio de su saga—. Pero en el 2009, nació mi primera hija. Nació con síndrome de Down. E hice algo que puede parecer raro, dije: "Creo que tengo una gran novela en mi cabeza, pero requiere dos o tres años de escritura intensiva". Quería combinar en esa novela rigor y también entretenimiento, aventura».

—¿Son cara y cruz de su éxito, rigor histórico y capacidad de evasión?

—Son mis dos placeres: entretenerte y enriquecerte. Como escritor, he intentado llevar estos placeres al máximo. Así nació El asesinato de Pitágoras. Fueron tres años de trabajo. La presenté al Planeta, quedó entre las diez finalistas, pero llegó la crisis y me decidí por la autopublicación. Autopubliqué en el 2013 y con el boca a boca la novela se convirtió en el e-book más leído en el mundo ese año. El asesinato de Pitágoras [premio al mejor thriller histórico del año] se publicó en un montón de países y eso me permitió crear un fondo de ayuda para mi hija.

­—Pitágoras solo fue el principio...

—Sí. Quise abarcar a todos los grandes pensadores, a Sócrates, Platón y Aristóteles en tres novelas independientes, que están relacionadas, formando una trilogía.

­—Con «El asesinato de Sócrates» logró ser finalista del Planeta, siguió con Sócrates. ¿Con Aristóteles cierra seguro?

—Sí. Hay gente que me pregunta: «¿Cuál es el siguiente filósofo al que vas a asesinar?». Cierro con Aristóteles y Alejandro Magno. El proceso ha sido durísimo.

—¿Esos libros que le enriquecían como lector eran textos de filosofía, «Ética a Nicómaco», por ejemplo?

—No. Las lecturas originales son áridas. Conseguir que se lea como un thriller, sin renunciar a lo relevante es duro. Se trata de convertir el conocimiento en trama. Pero a mí, en su momento, me gustaba leer como a cualquiera, solo que prefiero libros que me hacen pensar. Eso es un masaje en el cerebro.

—¿Es Aristóteles un gran incomprendido? Entendemos y queremos más a Platón...

—Aristóteles es más árido, pero tiene un tremendo atractivo. Es el que marca el conocimiento occidental durante dos mil años. El Filósofo con mayúscula era él.

—El retrato de Alejandro Magno rompe el molde del mito. ¿Robustece la filosofía el poder? Se ve que Alejandro le debe algo a su maestro, Aristóteles...

—Pero Alejandro es mucho Alejandro, tiene un planteamiento único que ni Aristóteles ni nadie comparte.

—¿Fue el macedonio Hefestión el amante preferido de Alejandro, como cuenta?

—Sí. En Alejandro, como en Aristóteles, intento mostrar sobre todo a la persona. Para ver esa parte hay que hacer trabajo de psicólogo. Si lees entre líneas, detrás de un hecho hay siempre una intención, y detrás de la intención una personalidad. Quería mostrar el Alejandro persona y también el de los últimos dos años, que no se suele mostrar.

—¿Qué nos enseña esta máxima, que repite en su novela: «Fuego en el corazón, frío en la mente»?

—El valor del pensamiento crítico. Porque, como decía Platón, la masa no puede filosofar. Pero no se entiende la filosofía memorizando frases. Esas frases simplemente aprendidas de memoria no tienen sentido. Hay que conocer las circunstancias, sus vidas... Por ejemplo, la frase «solo sé que no sé nada» tiene un valor absoluto. Es la esencia de Sócrates; es su vida.

—Hoy viven un bum los estoicos. ¿Es más conveniente irnos atrás para aprender a pensar por el principio?

—La referencia absoluta está en Sócrates. Toda su vida es una lección de justicia, y su muerte sobre todo. Hoy nos empeñamos mucho en hablar de los estoicos, olvidando que el gran padre del estoicismo es Sócrates. Tanto Séneca como Marco Aurelio dijeron que la guía para una vida superior era Sócrates.

—¿Qué es la felicidad según Aristóteles?

—Un sentimiento de realización: poner en práctica tu habilidad y tus capacidades a nivel personal y social. Y esto va inevitablemente ligado al concepto de virtud. Para Aristóteles, es virtud el hábito virtuoso. Porque el hábito te lleva al carácter y el carácter forja el destino. Tú, decisión a decisión, creas tu destino.

—¿Y eso muy dirigido a los que no creemos en el libre albedrío?

—Me gusta decir que el libre albedrío es una ilusión de la que no podemos liberarnos...