Lo que queda cuando se rompe una amistad

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El debut literario de Raquel Congosto, «Amiga mía», está cargado de reflexiones sobre una amistad que se muere y la nueva realidad que florece entre sus cenizas

18 jul 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Sobre el duelo por la muerte de un ser querido hay cientos de novelas y sobre el divorcio puede haber otras tantas —aunque nos llega con leer a Rachel Cusk—. Sin embargo, no hay mucha literatura sobre esa amistad perdida, fracturada, que te obliga a desviar la mirada en el bar cuando, inevitablemente, ambos os acabáis encontrando.

Amiga mía (Blackie Books) viene a resolver esa ausencia hablando, precisamente, del vacío que queda en la vida de la autora cuando su amiga —que también era socia y compañera de piso— decide poner punto final a su intensa relación. A través de momentos tiernos, otros más agridulces y una ristra de conversaciones y discusiones, asistimos a la historia de cómo nace, crece y muere algo tan frágil como la conexión humana.

Cuenta Raquel Congosto (Madrid, 1978) en el capítulo «cero» de este, su debut literario, que no estamos ante su primer intento de escribirle a la amistad rota. Ya hubo uno antes, que fue «como regar las plantas más venenosas de mi cabeza». Algo así como una catarsis. Pero no queda mucho de aquella bilis en este segundo asalto, que está más bien teñido de nostalgia y cierta empatía. La propia Raquel confiesa no querer escribir una historia «lastimera» y lo logra apoyándose en la ternura y en las ganas de contar lo que sucedió entre ambas, no para perdonar, sino para aceptar que se acabó.

Y no es tarea fácil eso de echar la vista atrás y enfrentarse con compasión a la historia completa, que también incluye errores propios. El mecanismo de Raquel para llevar a cabo la proeza es no contar su historia, sino la de Celia y Marina, dos alter ego que colocan en tercera persona el dolor que se vivió en primera. Como demostraron Veronica Raimo en Nada es verdad o Annie Ernaux en Memoria de chica, la distancia es la mejor amiga de la incomodidad.

Raquel, arquitecta de profesión, sabe bien que los espacios, los edificios y los rincones son esponjas para el recuerdo y son capaces de mantener muy vivas las relaciones muertas. Las de pareja y las de amistad, que en ocasiones se parecen más de lo que parece. «Qué más da el sexo, nosotras claro que éramos una pareja», dice Celia sobre su relación con Marina. Y la cicatriz de la ruptura duele como un divorcio.