
Los 380 asistentes al concierto del Náutico vivieron una velada única, mientras el «nordés» jugó una mala pasada al público de la playa
31 jul 2025 . Actualizado a las 15:09 h.Las quinielas y los rumores se habían disparado en cuanto la actuación de Leiva de este sábado en Sanxenxo colgó el cartel del sold out varias semanas antes. «Seguro que va al Náutico», se comentaba en los corrillos nocturnos y coperos de los últimos fines de semana. La duda no estaba en si iba a ir o no, sino en el cuándo. Porque como la mayoría de los mortales desconocemos la agenda del cantante madrileño, había hasta porras sobre el día en el que se dejaría caer por San Vicente. Muchos optaban por que el día elegido para el intérprete de Como si fueras a morir mañana sería el domingo, una vez que se hubiera relajado tras su actuación en Sanxenxo. Pero también había quien afirmaba con rotundidad que el viernes sería la fecha más idónea para actuar en la casa de «su amigo» Miguel de la Cierva, en una audaz operación de inteligencia y de despiste, ya que todo el mundo esperaba que fuera el domingo. Y todos ellos habían obtenido dicha información a través de no sé qué garganta profunda infiltrada. Pero no acertaron ni unos ni otros. Leiva estuvo este año también en el Náutico de San Vicente (O Grove), pero no el domingo ni el viernes, sino que lo hizo a golpe de miércoles. Y encima acompañado por Iván Ferreiro. Eso sí, a partir de las 4 de la tarde el secreto ya no era tal y las pandillas y los fans comenzaron a tomar literalmente la playa de A Barrosa, porque el número de entradas a la venta para tal ocasión era más limitado que de costumbre.
Fueron apenas unos 380 afortunados lo que pudieron acceder al recinto del Náutico para disfrutar del que fue, sin duda, uno de los grandes conciertos del verano de la conocida sala. El otro, curiosamente, también tuvo lugar esta misma semana. Fue el pasado domingo con la magistral actuación de la mexicana Natalia Lafourcade, que tuvo todo a favor para actuar fuera deleitando a los asistentes al concierto y al público de la playa.
Todo lo contrario a lo que sucedió ayer, que el nordés jugó una mala pasada tanto a los organizadores como a los que se concentraron en la playa para escuchar a estos dos grandes artistas. La intención del dueño del Náutico, Miguel de la Cierva, era hacer el concierto fuera, al aire libre, para que la gente de la playa pudiera disfrutar del «regalo» que le estaban haciendo Leiva e Iván Ferreiro. Pero las rachas de viento eran tan fuertes que tuvieron que cambiar los planes a última hora y meterse en la zona destinada para los conciertos. Si no hubiera soplado tanto, incluso con los pies en la arena se habría podido disfrutar de la música de estos dos grandes, pero el tiempo es así de impredecible y desde A Barrosa la melodía venía y se iba como un niño caprichoso.
Los que sí pudieron disfrutar fueron los afortunados que estaban dentro del náutico. Ni un huracán sería capaz de moverlos de allí. Porque era como si tuvieran a Leiva e Iván Ferreiro tocando en el patio de su casa. Esa es la magia del Náutico, el lugar elegido por los artistas para hacer conciertos tan íntimos y tan cercanos que parece que solo están tocando para ti. Y en ese ambiente también se deja rienda suelta a la improvisación. Por eso, el concierto de ayer fue tan especial. Porque fue un concierto de Leiva con canciones de Iván de Ferreiro y de Iván Ferreiro con canciones de Leiva. Los dos juntos tocando y cantando las canciones del otro y fluyendo. Y así interpretaron Extrema pobreza, Años 80 o Terriblemente cruel, haciéndole el público los coros. También, Como si fueras a morir mañana, Lady Madrid o Promesas que no valen nada. Cuando hay química en el escenario se nota. Y ayer había mucha. Era como si dos amigos se arrancaran a tocar en una cena entre colegas.
«Para mí fue un regalo de la vida. Algo único por muchas cosas... Canciones de Iván cantadas por Leiva y viceversa... toda la magia de lo espontáneo, los hijos de Iván en el escenario... Esto es algo vivo. No tiene la precisión absoluta del ensayo en un espectáculo de una gira, pero tiene toda la magia, la espontaneidad y la risa. Porque además son artistas que tiene una responsabilidad brutal en sus giras y hacer el experimento que hacen aquí, pues también es un alimento para el espíritu. Tocar y recordar por qué se dedican a esto», cuenta Miguel, todavía con la resaca emocional que vivió este miércoles, al igual que todos los asistentes presentes. Porque solo ellos pueden decir que los vieron tocar como si estuvieran en el patio de su casa. Un lujo y un auténtico placer. Quién sabe si el año que viene se repetirá.