De Noia a Casablanca

ÁNGEL VARELA A CORUÑA

GALICIA

Los Tamara, cuyas canciones ofrecerá La Voz el 5 de enero (junto a otro compacto de Milladoiro) en la colección Son de Galicia, marcaron una época en la música española.

29 dic 2002 . Actualizado a las 06:00 h.

odavía se hace raro escuchar pop en gallego. Y hablamos de pop, no de música tradicional. Es decir, de esas canciones de tres minutos tocadas con guitarra, bajo y batería; que definen cómo siente y cómo vive la sociedad del momento en cuestión. Sobre todo ese extraño grupo que se engloba bajo el epígrafe de «la juventud», y que generalmente incluye a personas que van de los nueve a los noventa años (la edad está en el espíritu). ¿Y es que alguien se imagina contemplar a un cantante de pop en gallego triunfando en las listas de éxitos de toda España? ¿Con apariciones en televisiones, radios y periódicos desde Algeciras hasta Irún? Pues bien, ese tipo de experiencia la vivieron Los Tamara junto a su ya mítico cantante Pucho Boedo. Sin embargo, éxitos discográficos aparte, Los Tamara significan también la aventura de unos gallegos instalados en la alta bohemia del momento, que iban a tocar a la casa madrileña de Ava Gardner, que comenzaron actuando en los selectos clubes del Norte de África colonial, que compartieron escenario con gigantes de la música francesa como Charles Aznavour, que sufrieron la censura por adaptar las letras de poetas como Rosalía o Curros Enríquez al sonido de la batería y la guitarra eléctrica... En fin, un grupo de gallegos que, si hubiera nacido en EE.UU., ya habrían recibido la llamada de Hollywood para que prestasen su vida para hacer un par de películas. Al norte de África La aventura comienza en la Cuaresma de 1958. Unos músicos de la zona de Noia están parados debido a la larga festividad religiosa (en esa época no se podían realizar actuaciones durante fechas tan señaladas), por lo que deciden montar un grupo para presentarse a un concurso organizado por Radio Vigo. A pesar de su juventud, la mayoría eran músicos con cierta experiencia sonora, y los palcos de las orquestas de la época no les eran ajenos. Sin embargo, lo que no tenían era nombre. Enrique Paisal, actual director del conservatorio de Ribeira y miembro de Los Tamara, describe el nacimiento de un nombre luego histórico: «El alcalde de Noia, que era Manolo Ons, nos dijo que por qué no le poníamos Los Tamara en vez de los nombres extranjeros que abundaban tanto, porque Tamara es el antiguo nombre del río Tambre». Tras su paso por el certamen de Radio Vigo, el grupo continuó en la ciudad olívica como atracción del local La Marquesina y posteriormente en el Náutico. «Una noche había gente de un crucero extranjero que había llegado a Vigo, y de pronto nos llamó un señor a la mesa, que luego supimos que era un empresario judío afincado en Montecarlo. Monsieur Marley se llamaba. ¡Jolín! es que fue toda una casualidad, primero el concurso en Radio Vigo, luego el Náutico y después el crucero con el empresario francés. Entonces este señor nos dice si estaríamos dispuestos a irnos un año por las salas del Norte de África. Eramos seis y dijimos que sí todos a la vez». ¿Alguno se imaginaba cómo sería el Norte de África? «¡Qué va! Al único sitio adonde había ido yo con 17 años era a Santiago y a Coruña», explica un Paisal al que le brillan los ojos con sólo recordarlo. «Empezamos en Tánger. Aquello era impresionante. Date cuenta de que era un puerto franco. A las cuatro de la mañana parecía la calle de Los Olmos de Coruña al mediodía. Y cuando empezamos a ver las bailarinas desnudas que actuaban en el casino... alucinamos. Y no sólo yo, que era más joven. Prudencio Romo o Pepe Sarmiento, que estaban casados, también alucinaban. Los tres años que estuvimos en África sin parar, sin venir a Galicia, íbamos a Argel, a Marrakech, a Beirut [cuando era la Suiza de Oriente Próximo]...». En esa formación primigenia de Los Tamara estaban Prudencio Romo, su hermano Alberto, Manolo Paz, Pepe Sarmiento, Germán Olariaga, el cantante, y Enrique Paisal. Todavía no estaba Pucho Boedo. La película que también fue la vida del cantante coruñés no se había cruzado con Los Tamara. Sus comienzos vitales fueron trágicos. Un padre y un hermano fusilados por su condición de anarquistas, y un segundo hermano desaparecido que Pucho conoció con cincuenta años. Así lo cuenta Paco Lodeiro, productor ejecutivo del documental que la División Audiovisual del Grupo Voz está realizando sobre el artista (será emitido por la TVG). Antes de Los Tamara, Pucho ya era un nombre importante, que había estado en países como Venezuela junto a Los Satélites ?en Caracas, la radio y la televisión lo anunciaban como «La voz romántica de Sudamérica»? a finales de los cincuenta, y que a principios de los sesenta era popularísimo en Madrid como líder de Los Trovadores. Amigos suyos de la época como Miguel Ríos pueden dar fe de la fama de un cantante con mesa permanentemente reservada en los mejores clubes de la capital «por si aparecía». A triunfar en Francia El cruce de caminos de Los Tamara y Pucho Boedo se produce cuando la banda gallega traslada sus actuaciones a Francia debido a las insurrecciones que se producen en África contra el yugo colonial francés. Habla Enrique Paisal. «A Pucho lo cogimos después de esos tres años en África cuando pasamos por Madrid. El empresario que nos había contratado para África nos llevó en el 61 a Marsella. Ya hablábamos francés, por cierto. Desde ahí ya fuimos a salas de países como Suiza o Alemania. Nos anunciaban como los Platers españoles». En esa época, el templo máximo de la música en Francia era la sala Olimpia de París, que actualmente sigue acogiendo grandes conciertos de pop. Y hasta allí llegaron Los Tamara. «El primer espectáculo que hicimos fue con Jacques Brel. El único español que había pisado ese escenario antes que nosotros había sido Lola Flores. Estando allí nos contrataron para grabar nuestro primer disco en 1963», cuenta Paisal. A esas alturas, Los Tamara eran más conocidos en el país galo que en España, en donde todavía no existían para el gran público. Y es que el escenario giratorio del Olimpia no mentía. En un lado cantaban gigantes de la música francesa como Charles Aznavour o Gilbert Becaud y, voilá, la plataforma teatral giraba y ahí aparecían a continuación Los Tamara junto a Pucho Boedo. Pronto, el sonido de sus éxitos traspasó los Pirineos. Su compañía gala editó su disco en España y fueron reclamados por las grandes salas de Madrid y Barcelona para actuar. «Nuestro primer vinilo tenía diez canciones como Camino de Sahara, Pide, Twist... [acabaron grabando diez LP y 62 singles]. Luego, en Madrid ya empezamos con todas aquellas canciones como Mi tierra gallega o el Sirtaki. La casa de discos no quería grabar canciones en gallego, pero después de los primeros éxitos ya aceptó». Ahora nadie se imagina que un cantante de pop triunfe masivamente cantando en gallego. «Me imagino que teníamos éxito porque actuábamos en los mejores locales de España, junto a artistas como Los Mustang, Los Sirex, Lone Star...». El primer pop en gallego A mediados de los sesenta, Los Tamara consiguen otro hito fundamental dentro de la intrahistoria de la cultura del país: grabar la primera canción pop en gallego bajo el título de Galicia terra nosa. En los recitales de Los Tamara, estas reminiscencias de la tierra se unían a otras canciones del momento que cantaban en inglés. El gallego se introdujo en los Tamara como consecuencia de la petición de la compañía de cantar temas propios. «Pensamos en musicar poemas de escritores gallegos como Rosalía o Celso Emilio Ferreiro. Lo que había antes eran canciones de corales, pero lo que nunca había existido era tocar Negra sombra con una batería ante miles de personas. En el segundo disco tuvimos problemas con la censura porque había una canción que se llamaba La muerte de Curros y estuvo retenido el disco durante ocho meses. ¡Había que echarle narices para grabar en gallego y luego que la censura lo parara! Nuestra compañía discográfica alucinaba», recuerda Paisal. En ese momento, Los Tamara y Pucho Boedo se codeaban con la crema del ambiente artístico que se movía por Madrid. «Teníamos mucha amistad con gente como Miguel Ríos, Joaquín Prat... Luego conocimos a Cyd Charisse. Yo actué muchas veces en la casa de Ava Gardner. Le gustaba mucho cómo tocaba el piano». ¿Es cierta la leyenda de que sus fiestas eran unas auténticas bacanales? Paisal sonríe irónico. «Aquello era la de Dios. Ella era guapísima. El amor de su vida fue Frank Sinatra». Pues aquí no perdió el tiempo, con algún torero por medio. «Bueno, aquí es cierto que tuvo muchos amantes. También estuvimos con Silvana Mangano o Pérez Prado. Con Amparo Baró coincidimos en la primera pensión en la que estuvimos en Madrid. Ella también estaba empezando. A Víctor Manuel también le conocimos en una pensión». Pucho enferma Los días de vino y rosas finalizaron en 1976. Pucho Boedo enferma y miembros históricos de Los Tamara como Enrique Paisal o Prudencio Romo abandonan el grupo. El cantante se retira a Mallorca, para vivir en casa de su gran amigo Amador, antiguo futbolista de éxito en Primera División y dueño del restaurante Casa Gallega en Palma. Allí Pucho comparte mesa con otro famoso del país: el portero Francisco Buyo, que también recibe la hospitalidad de Amador mientras hace el servicio militar en la isla. A principios de la década de los 80, Pucho vuelve a Galicia. Ya es posible hacerse la diálisis que necesita en su tierra. El veterano cantante renace a base de homenajes como el multitudinario acto que se celebra en el Pabellón de Riazor, e incluso vuelve a cantar junto a unos Tamara comandados por Paco Montero (a quien Enrique Paisal afirma haberle peleado el nombre del grupo a través de un abogado). El canto de cisne de Pucho será el álbum Volvendo, en donde la foto de portada indica los estragos que la enfermedad ha hecho en su físico. Quedaban lejos los tiempos en que Miguel Ríos lo definía como «un atleta de la noche e inseguible a partir de las dos de la mañana». Los homenajes a Pucho llegan hasta Londres, en donde la emigración gallega llena hasta los topes un teatro inglés que se cierra a la fuerza porque la gente no se quería ir. Un especial de la TVG de fin de año en 1985 es la última aparición pública de un mito que fallece el 26 de enero de 1986. Su memoria permanece ahora en los discos y en las canciones que marcaron una época.