Los curas rurales gallegos sostienen que su existencia es similar a la de cualquiera de sus feligreses. La mayoría de estos clérigos viven solos, muchos días comen fuera, hacen la compra y suelen tener una persona que hace la limpieza de la casa
11 nov 2007 . Actualizado a las 14:08 h.Piénsalo bien. Es muy duro no tener casa, no tener hogar, no tener un amor en la tierra. Piénsalo un poco más, pero yo no me opondré». Eran las palabras de un padre a su hijo cuando este le sorprendió anunciándole que había decidido hacerse sacerdote. Esa soledad es un hecho que reconocen los interesados, si bien algunos lo relativizan y otros consideran que es un estereotipo. Sobre su existencia diaria, varios párrocos coinciden en que una afirmación: «Vivo como viven mis feligreses». Por ello, algunos declinan contar algo que, según afirman, es «una vida normal».
Aunque no le guste mucho, Manuel Antonio Villar recibe y explica: «Si venís a las diez estaré en la iglesia de Santa María Antigua, porque tenemos exposición con el Santísimo». Es el párroco de Pobra do Caramiñal, lleva 17 años de sacerdote y siempre ha vivido solo. Sobre el funcionamiento diario explica: «Depende un poco de las épocas: ahora como fuera, ceno en casa y algunas veces cocino». Bromea con que es capaz de hacer algo más que pasta y filetes y menciona algún pescado al horno, si bien «no tengo ninguna especialidad culinaria». Una persona va un par de veces por semana a hacerle la limpieza y confiesa que es «partidario de vivir solo para evitar habladurías y porque en estas cosas tienes que vivir la prudencia, pero como también la tiene que vivir un casado para ser fiel a su mujer». Este cura hace la compra «en un área comercial, que no te conoce nadie», y no tiene especiales problemas para comprarse ropa. Sobre la soledad apunta que eso «depende de la edad del sacerdote: con 43 años no la sientes e incluso a veces la buscas, aunque quizá una persona mayor pueda notarlo más».
«Le he dado muchas vueltas a esto de la soledad del sacerdote y no es fácil de explicar: estás solo en apariencia, porque has renunciado a cosas con una renuncia que no es tal, sino una riqueza, porque esa soledad te permite estar con todos, ponerte a disposición de todos, mientras que si tuvieras detrás una familia sería distinto». Es el argumento de Manuel de Santiago González, el cura de tres parroquias «pegadas a Tui; de momento tres, pero te pueden caer más; conforme te caen los años te pueden caer las parroquias». Esto se debe a que en la diócesis de Tui-Vigo «la media de edad ya son de 63 años».
«Iso de limpar...»
Manuel de Santiago, experto en bioética, «que es donde se está jugando el futuro», vive solo y se hace la comida: «Procuro tener la casa como Dios manda, aunque para la limpieza viene una señora una vez a la semana. En la cocina me defiendo, gracias a mi madre, de quien aprendí a cocinar».
En la casa rectoral de Cespón Francisco Pena Calvar está instalando el belén; podría parecer que es pronto, pero se trata de un belén mecánico que ocupa toda la bodega y en cuya puesta en marcha trabaja casi todo el año. Lleva también la parroquia de Ponte Beluso, ambas en Boiro, y explica que durante las mañanas da clases en el instituto y por las tardes atiende las parroquias, «sobre todo a los enfermos». Además, tiene una amplia colección de radios antiguas, que guarda junto a un montón de libros que tienen también sus años, «de vez en cando mando algún para a biblioteca do Seminario». Vive solo, aunque una mujer se encarga de las tareas de la casa, «porque a min iso de limpar non me gusta nada».