La cobertura de móvil oscila en la AP-9

Patricia Blanco
p. blanco REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

El viaje por la gran arteria gallega revela algunas carencias de señal con los tres grandes operadores

06 mar 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

La prueba requiere viajar como copiloto. Se trata de chequear en la AP-9 (autopista del Atlántico) dos cosas: la potencia de la señal para establecer una comunicación por móvil y la posibilidad real de efectuar una llamada limpia y sin que se corte la comunicación. El instrumento de medición es el que el ciudadano usa: su móvil. Considerados los factores que pueden influir, desde el tiempo de la jornada (cielos claros y temperaturas agradables) hasta el modelo de aparato (el recorrido se hace con tres muy distintos), comienza un viaje con triple comprobación: Orange (Alcatel OT-222), Movistar (Nokia E-52) y Vodafone (iPhone 4). Desde Arteixo, A Coruña es el punto de inicio. En la inmediaciones del aeropuerto, donde las quejas de usuarios no son raras, se hace la primera llamada. A un fijo. Parece no haber problemas para la comunicación, hasta que un hilo metálico atraviesa la conversación.

Antenas visibles desde la vía

Anotando periódicamente las potencias disponibles con los tres móviles en mano y observando a un mismo tiempo la cantidad de antenas de telefonía que rodean la AP-9 (bastantes; sobre el kilómetro 48 hay incluso dos casi pegadas), es fácil percibir que si para el servicio de voz fluctúa la señal (se recupera en segundos) para el de 3G lo hace aún más. Existen muchos tramos de la AP-9 donde, simplemente, desaparece. «La red debe adaptarse en un proceso continuo a los nuevos servicios», explican desde Movistar. Hay trabajo que hacer.

Pasado el kilómetro 62, vuelven las interferencias. Las personas al habla ahora somos robots y las palabras llegan a golpes (los grelos son gr-gr-e-los). En el 67, sobrepasando el multiusos do Sar y la Ciudad de la Cultura, la llamada se corta sin previo aviso. Se ha perdido la comunicación. En estos puntos conflictivos, casi siempre coincidentes con bajadas pronunciadas o zonas altas, las tres redes se resienten. Vuelve a pasar en el viaducto del Umia (sobre el kilómetro 112). Los hilos metálicos se cuelan de cuando en vez, momentáneamente, pero acompañan la conversación durante unos diez kilómetros más.

Nada tienen que ver las rayas de los móviles (potencia) con la limpieza de la llamada. Existen puntos donde, aunque estén presentes, por más que no sean todas, se dificulta y se alarga el establecimiento de la llamada y los tonos de espera suenan a languidez y metal. Decenas de miles de personas recorren la AP-9, gran arteria de Galicia, cada día y, aunque no sea motivo de tragedia, sí ven dificultada su conexión. Más todavía si, por el camino (no al volante) navegan por Internet.

El corredor Noia-Santiago

A la vuelta, el sondeo pasa por la autovía de Barbanza (escasa potencia en el kilómetro 15), por la carretera Boiro-Noia (en el punto más bajo los tres móviles se quedan sin señal) y por el recién abierto corredor Noia-Santiago. Aquí, la fluctuación es frecuente. De vuelta en Arteixo, se cierran los casi 400 kilómetros de chequeo a las comunicaciones en carretera [unos 24 euros de peaje].

Los hilos metálicos dificultan la conversación en varios puntos