O Chucán espera veredicto

Carlos Cortés
carlos cortés MONFORTE / LA VOZ

GALICIA

El acusado por el crimen de Sober hace vida normal entre sus vecinos

23 ene 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

«Tomo cinco pastillas e media á mañá, a mediodía dúas e cinco e media á noite». José Carnero recita de carrerilla sus obligaciones con la medicación. Está en la puerta de su casa en Sober, el mismo sitio en el que hace un año desató toda una tormenta al confesar a este diario que había sido él quien había matado a finales del año 2007 a Pilar Palacios Caballero, una mujer que trabajaba en el club de alterne de Ourense del que él era cliente habitual.

A finales de enero del 2011, José Carnero salía de la cárcel, después de tres años y medio a la espera de un juicio en el que casi nadie daba un duro por él. A la víctima la habían encontrado muerta en su casa unos vecinos días después de que numerosos testigos los vieran salir juntos del club Tosca. Nunca había dado una explicación que pudiera exculparlo. Claro que tampoco había confesado. Y la investigación no logró acumular pruebas incontestables.

Doce meses después, O Chucán cuenta que vive como siempre y que sale de su aldea de O Couto cuando tiene que salir. A comer pulpo en la feria, a comprar tabaco de liar en la cantina de un pueblo cercano, al médico, a votar... No es raro encontrárselo por la calle, sobre todo en Sober, pero también en Monforte. La gente lo mira con una mezcla de aprensión y curiosidad. Nada más. «Para min -dice Luis Fernández Guitián, el alcalde de Sober-, é un veciño que fai unha vida normal». Tan normal que Guitián reconoce haberlo visitado en su casa en la campaña de las municipales, como a cualquier otro votante. «Supoño que tamén o fixeron os outros candidatos», cuenta. Al Ayuntamiento no le constan quejas de sus vecinos. A José Carnero tampoco. «Lévome ben con todos, se ata me traen comida», apunta.

Paga por haber estado preso

Cuando salió de la cárcel no tenía más que lo poco que había en su casa. Los servicios sociales de Sober le ayudaron con los trámites para que empezase a cobrar la paga de 420 euros a los que todo exrecluso tiene derecho durante 16 meses, así que ahora tiene algo de dinero. Falta le hace, porque no ha vuelto a trabajar como augardenteiro, su ocupación antes de que su vida cambiase. «Non teño cartos para potes novos, e un dos que tiña está roto e o outro era de meu pai e xa ten 60 anos», explica. «O ideal sería que tivese un apoio familiar estable», dice Ana de la Torre, la trabajadora social del Concello de Sober. No lo tiene. Su única hermana lo denunció en julio por amenazarla de muerte a ella y a su madre. El asunto está pendiente de juicio y él lo niega todo -«Que me dean todas as enfermidades que hai se lle dixen nada malo á miña irmá»-, pero, mientras, tiene prohibido acercarse a ellas. Cuando le preguntan si piensa que volverá a prisión por la muerte de Pilar, José se encoge de hombros y afirma no saber qué sucedió porque no se acuerda de nada, lo mismo que alegó en la revisión del caso en A Coruña. ¿Y su confesión hace un año? Tampoco la recuerda. Si llega el nuevo juicio por el que clama la familia de la víctima, se sabrá si esa es su última palabra.