Feijoo hace del paro el reto de la nueva legislatura pero deja poco espacio para la esperanza
27 nov 2012 . Actualizado a las 16:12 h.Cuando Alberto Núñez Feijoo tomó posesión en el 2009 hizo un discurso cargado de compromisos, a los que se atrevió incluso a poner plazos. El paso del tiempo lo dejó en evidencia, con el incumplimiento de muchos de ellos, bien porque eran irrealizables, bien porque la crisis redujo la capacidad de maniobra. Aunque en sede parlamentaria no se atrevió a llegar tan lejos como en la campaña (cuando prometió acabar con la crisis económica y el paro en 45 días) lo cierto es que en cuatro años de legislatura no hubo rebaja del tramo autonómico del IRPF, no llegó a tiempo la ley de garantías sanitarias, las áreas metropolitanas de Vigo y A Coruña siguen sin desarrollarse, la reducción de los chiringuitos de la Xunta va muy despacio, la reforma del Estatuto está a la espera y los pactos con la oposición fueron contados. Por si esto fuera poco, el Tribunal Superior de Xustiza acabó tumbando las dos cuestiones estrellas de su programa: el decreto eólico y el del plurilingüismo.
Cuatro años después, Feijoo ha aprendido y ha apostado por un discurso más contenido en el terreno de las promesas. Aparte de algunos compromisos concretos (viviendas para los desahuciados, internacionalización de las empresas, un fondo de crecimiento) ha reconocido que hay un gran reto en esta legislatura y que es prácticamente irrealizable: acabar con el desempleo. Y buena parte de las medidas propuestas en su discurso giran en torno a mejorar ese problema y a recuperar la senda del crecimiento, pero no antes del 2015.
El resto fue un discurso ya conocido, repetido, manido en los tres últimos años de Gobierno, en torno a la austeridad, al control del gasto público, a la solvencia de la comunidad y al supuesto blindaje de los servicios públicos, así como a los contratos de Pemex. En lo que ya es un tic de los populares, no faltó una alusión a Zapatero como responsable del momento económico por el que atraviesa el país.
Tras noventa y cuatro minutos de discurso, y pese que Feijoo ve, como también hicieron otros colegas suyos, brotes verdes en el horizonte de dos años, el discurso no dejó espacio para ninguna sorpresa y ni para la ilusión de los gallegos.