El exministro declara hoy como testigo por el «Prestige» con la libertad de estar fuera del PP
22 ene 2013 . Actualizado a las 12:30 h.Hay dos adjetivos que definirían a Francisco Álvarez Cascos en los que tanto sus defensores como sus detractores estarían de acuerdo. Es imprevisible y vehemente. Esta combinación puede resultar explosiva en la que será su primera y última comparecencia judicial por la gestión del Prestige, sobre todo si se tiene en cuenta que hace unas semanas se cumplieron dos años de su polémica baja como militante del PP para dar aliento a su proyecto asturianista. Su declaración de hoy coincide con la tormenta desatada en su antiguo partido por los pagos de Bárcenas y es como si en una sola semana el pasado se conjurara para llamar a su puerta, como exministro de Fomento en el Prestige y como ex secretario general del PP.
La supuesta libertad que le da no tener ataduras con el PP, sin embargo, no parece inquietar a sus antiguos compañeros. Están convencidos de que en los asuntos de Estado siempre ha sido leal y el juicio del Prestige no será una excepción. «Vamos a esperar a que en la Audiencia de A Coruña me pregunten como testigo lo que consideren oportuno preguntarme», dijo en unas declaraciones realizadas ayer en Asturias a las que ha tenido acceso La Voz. «En relación con este asunto hay cuatro comparecencias parlamentarias mías y quien tenga curiosidad puede consultarlas», añadió, dando a entender que no se moverá demasiado de las tesis oficiales que él mismo defendió como ministro.
No obstante, su testimonio debería arrojar luz sobre una cadena de mando que sigue siendo nebulosa. La decisión de alejar el barco la habría tomado el ex director general de la Marina Mercante, José Luis López Sors, con el asesoramiento del organismo rector formado en la Delegación del Gobierno de A Coruña. López Sors departía diariamente con el segundo de Cascos en Fomento, el subsecretario Adolfo Menéndez, que en unas conversaciones publicadas recientemente por La Voz parecía tener un papel más activo en la toma de decisiones. Con el ministro, al parecer, Sors hablaba menos. Lo mantenía informado. ¿Fue una pirámide inversa la cadena de decisiones? ¿O el alejamiento fue un axioma que se concibió en la cúpula del ministerio?
Otro de los asuntos que sin duda surgirá hoy es la actitud del remolcador Ría de Vigo durante el rescate. En su comparecencia parlamentaria de diciembre del 2002, Cascos dio por hecho que hubo un «claro incumplimiento contractual» por parte de Remolcanosa, al negociar un contrato privado con Smit estando a las órdenes de las autoridades españolas. Lo recuerda el abogado Alberto Muñoz en el escrito en el que pide que declare como testigo el representante legal de esta empresa, José Silveira. Entonces, Cascos encargó a la Abogacía del Estado que sondeara acciones legales por esta actitud. Pero este asunto permanece también en el limbo de cuestiones sin aclarar del caso Prestige.
Cascos recibió la Medalla de Oro de Galicia por una gestión que fue muy contestada en la calle. Algunos de los episodios que más se criticaron, como las cacerías en plena crisis, seguro que saldrán hoy a relucir. «Como nunca hemos ido de redentores por la vida, no me cuesta ningún trabajo reconocer que no somos perfectos», dijo al respecto en su comparecencia del 2002.