El «espírito de Angrois» descarrila

M. Cheda SANTIAGO / LA VOZ

GALICIA

<span lang= es-es >Representación plural</span>. En la tribuna de invitados coincidieron por la mañana, de izquierda a derecha en la primera fila, Albor, Juárez, Pérez Vidal, Diego Calvo, García Leira, Louzán, Baltar, Gómez Besteiro, Xavier Vence, Corina Porro y Rodríguez Miranda.
Representación plural. En la tribuna de invitados coincidieron por la mañana, de izquierda a derecha en la primera fila, Albor, Juárez, Pérez Vidal, Diego Calvo, García Leira, Louzán, Baltar, Gómez Besteiro, Xavier Vence, Corina Porro y Rodríguez Miranda. Vítor Mejuto< / span>

Feijoo fracasa en su intento de reconducir la situación en el Parlamento hacia el consenso

16 oct 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Tardó en descarrilar lo que el Alvia 151 en aquel funesto atardecer: instantes, un suspiro. Feijoo arrancó la jornada ondeando una bandera, la del «espírito de Angrois», que enseguida perdió lustre, al poco sucumbió huérfana de viento y luego arriada terminó. No quedó ni el mástil de ese intento -otro- de trasladar a la política gallega la «heroicidade colectiva», el «sentimento de concordia», de los vecinos del barrio de Santiago donde 79 viajeros de tren hallaron la muerte y 147 resultaron heridos el pasado 24 de julio. Ni rastro de la apelación a la «galeguidade serea», ni huella de la invitación a «remover os atrancos cóbado con cóbado», ni señal del llamamiento al «diálogo dos nosos avós». Nada. Más que el mantel de picnic que el presidente de la Xunta pretendía tender, el Parlamento continuó siendo la lona de ring en que se había convertido con el inicio mismo de la legislatura, hace once meses. A la oposición, no en vano, el envite del líder popular le olió al movimiento de ese jugador de mus que lanza un órdago sin cartas para defenderlo. Incluso le reprochó la «utilización» de las víctimas de la tragedia ferroviaria. El convoy se salió de la vía ya en el andén, el maquinista tampoco ayudó.

No fue el de ayer uno de esos debates sobre el estado de la gestoría en los que Feijoo gusta de encorsetar las revisiones anuales a la autonomía. No tanto. Esta vez se prodigó más en su faceta de político, con mensaje hilvanado, que en la de contable al cargo del cerdito donde van a parar los cuartos de los contribuyentes. Clamó por el entendimiento en el desierto de la Cámara. Aunque, a diferencia de anteriores ocasiones, declinó ceñir las propuestas de pactos a siete u ocho ámbitos concretos. Abrió el campo como Pedro la banda en el Barça. «Poño todo -sentenció- á súa disposición. Todo. Todo o que expuxen ao longo de miña intervención ou o que non». No obstante, citó sugerencias de espacios para el entendimiento: ordenación del territorio, reducción de escaños en el hemiciclo, reforma del Consello Consultivo, la futura Lei do Panteón de Galegos Ilustres y cambios tanto en la CRTVG como en el Valedor do Pobo, entre otros.

«Discutamos como galegos, discrepemos como galegos e acordemos, se é posible, como galegos», proclamó el jefe del Ejecutivo, como si de un cásting para un anuncio de Gadis se tratase. Pero, al tiempo que ofrecía, también daba. Entre otras lindezas, en mención implícita al universo nacionalista, censuró sin dedo acusador el «rancor» de quienes «comprenden e mesmo xustifican actos terroristas alleos á nosa natureza».

De ahí en parte que ni Beiras ni Jorquera recogiesen su guante. Al contario, el líder de AGE afeó al del PPdeG su «noxenta» decisión de emplear en provecho propio el desastre de Angrois. «Tivo o atrevemento de citar ás vítimas de Angrois para usalas como coartada do fracaso das súas políticas», le imputó el del BNG. En otro tono, igualmente el portavoz del PSdeG le recriminó algo parecido. Sin embargo, Méndez Romeu, certero y sólido en sus recién asumidas responsabilidades, no cerró por completo la puerta al diálogo. De hecho, tendió la mano a Feijoo, pero para un par de bailes que este desdeñó: no vender ya Novagalicia Banco y crear un plan para crear 30.000 empleos en la empresa privada.

Lanzado el diálogo de sordos, sus señorías, por el guion, se entretuvieron en descalificaciones. A Feijoo lo tachó Beiras de «enterrador», «inculto» y jefe de un «comando especial de exterminio», y Jorquera, de «traidor a si mesmo e á terra que lle deu o ser». El aludido incidió en el «atraso» del primero y al segundo intentó ponerlo en evidencia. Tres ejemplos de mil.

«Veño fumado ao pleno»

Por lo demás, el debate sirvió para comprobar que Pachi Vázquez conserva su fantástico humor de tramo corto. Relevado al frente de los socialistas en la comunidad, estrenando ubicación en la Cámara junto a Beiras, el de O Carballiño, de buena mañana, soltó al veterano nacionalista: «Cambiaches de veciño. [...] Non sei se é un premio ou un castigo». Y también para constatar que Jorquera, en retranca, no le va muy a la zaga a aquel. «Podedes dicir que veño fumado ao pleno», ironizó ante la prensa después de apurar una cajetilla cigarro tras cigarro.

Resultó útil, asimismo, para dejar constancia de la buena forma en que se encuentra la coordinadora de EU, Yolanda Díaz, quien -escaleras arriba, escaleras abajo- hubo de buscar a Beiras a la carrera por O Hórreo para recordarle que debía comparecer ante los periodistas. E incluso para verificar que a esto de los exámenes a la autonomía prosiguen fieles, aun de retirada ya, los clásicos (Ismael Rego, Corina Porro, Moreda, Albor...), que compartieron tribuna con decenas de invitados y altos cargos en ejercicio, entre ellos, los alcaldes de Vigo, Abel Caballero (PSOE), y A Coruña, Carlos Negreira (PP), solamente separados por una silla. Cosas del protocolo.

Y, además, para que constase que en la calle los ánimos andan alterados. Tanto o más que sobre la moqueta. Mientras la sesión transcurría en el interior, en el exterior decenas de personas protestaban exigiendo solución a varios problemas, como el de los emigrantes retornados sancionados por eludir tributos. Allí, en ese marco, la policía practicó una detención «por atentado a la autoridad», aunque desvinculó al «agresivo» sujeto de cualquier manifestación. Eso, en todo caso, tampoco respondió al «espírito de Angrois», que descarriló.