Relega los pactos con el PSdeG a los puntos en que pueda apoyar al PP
20 oct 2013 . Actualizado a las 12:06 h.«Uy, cuidadito con estos». Esta expresión se le escapó a un diputado del PP de tercera fila justo en el momento en el que la presidenta del Parlamento, Pilar Rojo, sometió a votación la resolución número 49 de AGE en el debate sobre el estado de la autonomía. Hacía referencia a la «defensa» de la flota gallega de los caladeros internacionales y fue respaldada por todo el hemiciclo, PP incluido. Pero si algo puso en evidencia el «cuidadito con estos» es que la bancada popular no pudo disimular su incomodidad por ser capaces de cerrar un par de acuerdos con el grupo de su denostado Xosé Manuel Beiras -de quien Paula Prado llegó difundir durante el debate una foto recostado en el escaño con los ojos cerrados para mostrar cómo trabajaba-, y en cambio no lograron construir el más mínimo entendimiento con un PSdeG al que Feijoo giró la mirada en busca de concertación.
Dos acuerdos con AGE, dos más con el BNG y ninguno con el PSOE. A eso se reduce el saldo neto obtenido por el Gobierno del PP del debate de la autonomía, que si pasa a la historia lo hará únicamente por ser uno de los más largos y a la vez más improductivos, justo cuando la gravedad de la situación económica y la emergencia social parecían recomendar algunos consensos para encarar las dificultades.
«Ya le he visto al PP enfoques más constructivos en otras ocasiones», se queja un diputado del PSdeG. Y replican los populares: «Pensamos que podían explorar una nueva vía, pero le pasamos 27 propuestas y no aceptaron ninguna».
Culpa del adversario
Ante el fracaso final del debate, socialistas y populares revisaron el manual de primero de política y se entregan a su deporte favorito, que es cargar toda la responsabilidad en el adversario, cuando resulta palmario que no puede haber acuerdo sin que las dos partes cedan un ápice en sus posiciones. Y Feijoo, más allá de las llamadas al diálogo hechas en su discurso, no mostró la más mínima vocación de cambiar una letra en el guion político escrito para la gobernar la Xunta.
Si en algo acertó el redivivo Méndez Romeu en su debut como portavoz del PSdeG no es tanto en su soltura dialéctica en la tribuna, una autoconfianza que en el futuro le puede jugar alguna mala pasada, sino porque fue capaz de acotar al máximo el posible entendimiento con el Ejecutivo autonómico, hasta el punto de ceñirlo a dos cuestiones: incentivos para emplear a quienes llevan más de un año en el paro y un guiño en favor de que NCG Banco se mantenga en el futuro como una entidad financiera gallega de carácter comercial.
Y el PP no entró a discutir ni una cosa ni la otra, al igual que ocurrió con todas aquellas cuestiones que mostraban algún tipo de reivindicación ante el Gobierno de Mariano Rajoy o con las que tenían el atrevimiento de poner cifras o plazos concretos por escrito.
Las cosas cambiaron mucho desde el debate sobre el estado de la autonomía del año 2008, el último al que acudió Feijoo sentado en un escaño de la oposición. En aquella ocasión, el PP llevó a impulsar la friolera de 584 resoluciones -ahora se acota el número a 50 por grupo- y el líder del PPdeG reclamó incluso un pacto previo con Touriño y Quintana para tramitar por consenso los presupuestos de la Xunta. Nadie en la oposición se atrevió esta vez a tanto, quizás por saber de antemano que tal petición es poco menos que un imposible.
El debate de la autonomía agranda por tanto la brecha entre el PP de Feijoo y el PSdeG de Besteiro que proclamó su «vuelta» para exhibir cierta capacidad de diálogo con la Xunta. De momento, la partida queda en tablas. El diálogo, roto. La pelota está ahora sobre el tejado de Monte Pío, donde Feijoo y Besteiro tiene previsto reunirse en el plazo de dos semanas para volver a intentarlo.
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