Un año después de que se reunieran por primera, Núñez Feijoo y Gómez Besteiro intentan cuadrar la fecha para encontrarse de nuevo
26 oct 2014 . Actualizado a las 04:00 h.Un año después de que se reunieran por primera vez el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijoo, y el líder del principal partido de la oposición, José Ramón Gómez Besteiro, ambos intentan cuadrar la fecha para encontrarse de nuevo en los próximos días e impulsar algunas cuestiones abordadas ya en aquélla cita, aunque congeladas desde entonces, como son la renovación de organismos que el PP debe aprobar con el PSOE, justo en un momento en el que el Gobierno confirmó con varios ejemplos su vocación de ponerle fin a la supresión constante de los llamados chiringuitos administrativos.
A estas alturas todo el mundo es consciente de que los problemas de Galicia no se van a resolver con una reunión entre Feijoo y Besteiro, así que tampoco debería agravarlos, aunque mejor cruzar los dedos por lo que pueda ocurrir. En todo caso, es bueno que Gobierno y oposición hablen, a ser posible que se entiendan en algunos asuntos, y que trasladen a la sociedad el mensaje de que la concertación política puede dar algún resultado positivo para los ciudadanos.
En la cita del año pasado, Feijoo y Besteiro alentaron conjuntamente la creación de una comisión parlamentaria para debatir sobre una nueva ley del suelo y reformar por consenso el Consello Consultivo. Con el urbanismo, con todas las implicaciones que tiene, no hubo ningún tipo de acuerdo. En cambio, con el Consello Consultivo, que al fin y al cabo se trataba de que el PP y el PSOE se repartieran el nombramiento de cargos como cromos, no hubo obstáculo alguno para el entendimiento, lo que permite pensar que también se alcanzará un acuerdo para renovar el Valedor do Pobo o el Consello de Contas, que lleva meses funcionando sin problemas con solo tres de sus cinco miembros que puede tener, como si se tratara del Reino de Bélgica, que en medio de la tormenta financiera estuvo operando un año y medio sin tener al frente un Gobierno.
El acercamiento entre PP y PSOE tampoco se produjo, pese a los múltiples tanteos, para que los populares pudieran impulsar la reforma electoral y la supresión de 16 diputados del Parlamento gallego con algún apoyo. El hachazo a los escaños está listo para ser aprobado, pero el PP parece dudar de la oportunidad de seguir adelante en solitario, especialmente desde que Mariano Rajoy decidió aparcar la reforma de la Loreg mientras busca el entendimiento con Pedro Sánchez.
Es evidente que la reducción de la talla de la Administración, y de su gasto, todavía tiene mucho recorrido más allá del Parlamento. Es más, si Galicia tuviera un Gobierno que aplica las cosas que anuncia y aprueba con solemnidad, ya no existiría el Consello Económico Social (CES), cuya supresión se anunció la legislatura pasada, y su todavía presidenta, Corina Porro estaría prejubilada políticamente ahora que está a punto de cumplir los 61 años.
Si se aplicaran las cosas que se aprueban en O Hórreo, en Galicia ya se estaría ahorrando desde hace tres años el sueldo de seis diputados autonómicos. No el de diputados propiamente dichos, pero sí el de unos cargos equivalentes, como son los consejeros de la compañía de la Televisión de Galicia. Hay una ley del 2011 que reduce su número de 12 a 6 y que está paralizada. Son solo algunos ejemplos, pero que ilustran a la perfección que el recorte de chiringuitos ha llegado a su fin, a la espera de que Feijoo decida qué hacer con la institución primigenia de Galicia, el Parlamento, de la que emana las demás.
CRóNICA POLÍTICA