«Grooming»

Manuel Fernández Blanco
Manuel Fernández Blanco LOS SÍNTOMAS DE LA CIVILIZACIÓN

GALICIA

28 oct 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

El caso del monitor de baloncesto femenino infantil detenido en Vigo por los supuestos delitos de corrupción de menores y ciberacoso (a través de la práctica del grooming) es el último de una serie que gotea sin cesar. Por lo que se sabe, este hombre se movía entre el cálculo y la compulsión. El cálculo porque no se han detectado, al parecer, casos de coacción en su entorno próximo, o entre sus alumnas. Y la compulsión, porque su actividad en la Red era muy intensa.

La Red es un gran facilitador de la emergencia y pasaje al acto de las pulsiones sexuales en general, y de las perversas en particular. Lo es porque, desde el anonimato inicial, o directamente desde la suplantación de una identidad, permite hacer demandas a otros que no se realizarían en una relación social pública y en nombre propio. Por otro lado, la multiplicación del número de contactos que permite Internet, hace más fácil la localización de víctimas potenciales.

Sobre los riesgos de las nuevas tecnologías, que llevan a la extensión de prácticas como el sexting (intercambio de imágenes o mensajes sexuales), o el grooming, escuchamos advertencias continuas por parte de educadores, psicólogos, policías, la Fiscalía de Menores y otras instituciones. Se realizan charlas en colegios y campañas de prevención. Sin embargo, el fenómeno no se detiene.

La primera explicación es, por supuesto, que los perversos solo obedecen a su pulsión y que encuentran un gran instrumento para sus prácticas en la tecnología. La segunda razón es que nuestra época se caracteriza por la difusión masiva de imágenes pornográficas por Internet, y por la caída de la barrera del pudor. Hemos pasado de la época de la prohibición generalizada a la incitación, casi al forzamiento, a mostrarnos. La generalización de la imaginería erótica hoy está al alcance de un clic y, cada vez, a edades más tempranas. La proliferación de imágenes, va acompañada de la vacuidad, de la banalización. Por eso nuestros adolescentes y jóvenes, en la época del dar a ver generalizado, están cada vez más advertidos y, al mismo tiempo, menos defendidos frente a la perversión.