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Las declaraciones de acusados y testigos señalan que el presunto ladrón actuó por venganza contra el exdeán, pero no despejan dudas sobre cuándo supo la catedral que le robaban dinero
24 ene 2015 . Actualizado a las 17:00 h.El juicio por el robo del Códice Calixtino está permitiendo desvelar algunas de las incógnitas del caso, como el móvil del presunto ladrón o su relación con el exdeán. Sin embargo, otros puntos oscuros como cuándo se percató la catedral que le sustraían dinero a manos llenas siguen aún sin aclararse pese al empeño que le está poniendo el tribunal de la sección compostelana de la Audiencia Provincial.
¿Por qué robó Castiñeiras el Códice Calixtino?
Aunque antes confesó el robo, Manuel Fernández Castiñeiras se ha retractado en el juicio, por lo que ahora es presunto ladrón. Él mismo explicó a la policía en julio del 2012 y al juez que le interrogó que quería vengarse del exdeán. Esta versión coincide plenamente con la que ha dado José María Díaz. El canónigo declaró que el exelectricista pasó de ser «servicial» y «amable» con él a «bastante agresivo» cuando, en el 2006, él accedió al cargo y comenzó a presidir el cabildo. El acusado creyó que el clérigo le ayudaría en su reclamación laboral, ya que quería dejar de ser autónomo y entrar en plantilla. Sin embargo, le despidieron. Él se sintió «humillado» y quiso vengarse llevándose el preciado libro. «Yo siempre decía que el mayor disgusto que me podía suceder a mí en la vida era que le pasase algo al Códice, seguro que me lo oyó a mí mismo o a alguien», afirmó el religioso en la vista.
¿Eran amigos el presunto ladrón y el exdeán?
Durante más de veinte años Fernández Castiñeiras y José María Díaz fueron muy buenos amigos. Ambos así lo han manifestado. Muy gráficamente, el presunto ladrón del Códice dijo que si no podía decir que fueran «como padre e hijo sí como tío y sobrino». Ambos se conocieron en los años 80, cuando el exdeán, como archivero de la catedral, requirió sus servicios para dotar de luz eléctrica al archivo. Su relación trascendió al templo y el exelectricista acudía también a la casa del clérigo para realizar allí algunos trabajos de mantenimiento. También el exdeán estuvo en casa del acusado en varias ocasiones tras sufrir este un ictus que le tuvo convaleciente.
¿Cuándo supo la catedral que le robaban dinero?
Por mucho que lo ha intentado el tribunal, esta es una cuestión que no han aclarado los canónigos que han declarado hasta el momento como testigos. Manuel Iglesias, que fue administrador de la catedral de Santiago entre el 2002 y el 2011, aseguró que él comenzó a notar en el 2003 que había desfases entre lo contabilizado y lo que finalmente se ingresaba en el banco. Dijo que ese fue el motivo por el que hicieron arqueos de caja y por el que instaló una cámara de seguridad en su despacho, donde estaban las dos cajas fuertes en las que se guardaba el dinero. El magistrado presidente, Ángel Pantín, le preguntó sorprendido cómo dejó pasar siete años y no tomó cartas en el asunto. No obtuvo respuesta. La realidad es que solo actuaron cuando, tras la detención de Castiñeiras, se hallaron en sus pisos 1,7 millones de euros.
¿Habrían descubierto al exelectricista si no se hubiese llevado el libro?
El juicio ha puesto de manifiesto que en la catedral había algunos canónigos que no se fiaban nada de Castiñeiras. El actual deán, Segundo Pérez, no llegó a declarar pero iba a relatar cómo ya hace mucho años sorprendió robando al exelectricista en el Instituto Teológico. Lo mismo que relató el párroco de la Corticela, Juan Filgueiras. Sin embargo, el acusado siguió campando a sus anchas por la basílica. Es muy probable que, de no haber sustraído presuntamente el Calixtino, sus también supuestos robos de dinero jamás habrían salido a la luz. De hecho, Manuel Iglesias nunca llegó a visionar las grabaciones en las que aparecía Castiñeiras cogiendo fajos de billetes en su despacho y su sucesor como administrador, Luis Otero, jamás prestó atención al dispositivo e incluso perdió la clave para usarlo.
¿Quiso el ladrón devolver el Códice?
El medievalista del archivo declaró que al día siguiente de conocerse el robo del Códice vio a Castiñeiras entrar en la catedral con una mochila que no acostumbraba a usar. Solo un minuto y medio después salió y se fue. El técnico pensó que quizás fue a devolver el libro y que al ver tanta policía se dio media vuelta.