«Pasarán más de diez años antes de que nos recuperemos»

Jorge Casanova
jorge casanova LA VOZ EN PEDRÓGÃO GRANDE

GALICIA

Nelson Quintas, propietario de un hotel en Figueiró dos Vinhos
Nelson Quintas, propietario de un hotel en Figueiró dos Vinhos Marcos Míguez

Negras perspectivas para la economía local. La madera y el turismo, los motores económicos de la comarca, han quedado arrasados por el fuego

23 jun 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Ayer por la mañana, en Figueiró dos Vinhos, a unos quince kilómetros de Pedrógão Grande, todavía no era posible pagar la gasolina con tarjeta de crédito, aunque ya sí obtener dinero en los cajeros automáticos. La pequeña población portuguesa recuperaba lentamente el pulso, aunque no la esperanza: «Va a a ser un mal verano. Por lo menos un mal verano», aventuraba Paula, la mujer de 50 años que regenta el restaurante París. El establecimiento dispone también de cinco habitaciones, todas ellas vacías: «Desde el sábado no hacemos nada. Aquí se paró todo». También la fiesta que la localidad había preparado para su patrón, San Juan, y cuya celebración ha sido cancelada.

«Desde el sábado no hacemos nada. Aquí se paró todo»

Tanto Figueiró dos Vinhos como Pedrógao Grande o Castanheda de Pêra -algunos de los municipios más afectados por el incendio- crearon en los últimos dos decenios una infraestructura turística todavía frágil pero prometedora. El reclamo está en el entorno natural de unos montes exuberantes y unos ríos amables con bastantes playas. En unos días, la mayor parte de ese encanto se ha quemado literalmente.

«Esta semana anuláronse a maioría das reservas», explica Nelson Quintas, un hombre de 75 años propietario de un hotel en Figueiró con 18 habitaciones. La mayoría de sus clientes de ayer eran periodistas que empezaban a abandonar la zona. No serán relevados por turistas. «Esto foi unha catástrofe para todos», dice Nelson. Y dice bien, porque si el turismo se está viendo afectado, la principal actividad de estos municipios, la producción y el tratamiento de la madera, ha quedado arrasada. Decenas de empresas con una dimensión de entre cinco y treinta empleados, han quedado destruidas: la maquinaria abrasada y la materia prima también. La mayoría, tenían seguros muy bajos que no les permitirán volver a arrancar sin la ayuda gubernamental.

«Los políticos hablan mucho y luego dan poco», dice la responsable de una café en Pedrógão que no cree que el Gobierno vaya a revitalizar la economía de la zona. Pese a estar más o menos a la altura de Cáceres, la comarca tiene muchas similitudes con Galicia. También la escasa cuantía de las pensiones, que en algunos casos rondan entre los 150 y los 200 euros: «Para las medicinas», explica Rui, el propietario de una papelería en Figueiró, que no duda del impacto que sufrirá el pueblo. Muchas familias de la zona afectada completaban sus ingresos con la venta de eucaliptos, el árbol mayoritario: «Pero si antes valían 10, ahora no los venderán por más de 3,5», calcula un hostelero de la zona con propiedades afectadas.

«Pasarán más de diez años antes de que nos recuperemos», profetiza el chófer de un camión que el sábado vio cómo ardía todo, incluido su puesto de trabajo. Los eucaliptos tardan entre siete y ocho años en crecer, allí lo sabe todo el mundo. El turismo se recuperará antes, pero la madera, no. «Vienen las vacas flacas», sentencia el dueño del hotel.