La crisis de Cataluña inocula en el partido de Villares un debate ideológico que siempre quiso evitar
18 mar 2018 . Actualizado a las 05:00 h.De un tiempo a esta parte, En Marea ha dejado de actuar en el Parlamento gallego como un grupo compacto para mostrarse como lo que siempre fue: una UTE de siglas políticas, a veces con intereses contrapuestos, que deciden unirse para una licitación pública, en este caso de votos. La agenda común que intentó articular Luís Villares, como líder del partido instrumental, se fue bifurcando en las últimas semanas en diversas hojas trazadas por sus diputados en diferentes ruedas de prensa dirigidas a poner en valor no a En Marea, sino a los distintos socios de la UTE: Podemos, Esquerda Unida o Anova.
La crisis soberanista de Cataluña provocó un antes y un después en la pretendida unidad interna de En Marea, al impulsar una decantación que separó el agua del aceite, al nacionalista del que no lo es. Los soberanistas de Anova, con Beiras a la cabeza, escogieron a la CUP de aliado, aunque sin perder de vista a Esquerra. Los unionistas y federalistas de Podemos y de EU, o el propio Luís Villares, remaron junto a los comunes de Colau.
La grieta del referendo catalán del 1-O continuó agrandándose con el tiempo. Dos cebos preparados por el BNG en sendas iniciativas sobre Cataluña provocaron una quiebra en la disciplina de voto de En Marea, aunque en una de las ocasiones la ruptura no se plasmó pulsando el botón, sino con la salida de cuatro diputados del hemiciclo de O Hórreo que no estaban dispuestos a acatar lo que se les proponía. Para buscar un equivalente en el PP, hay que remontarse al motín del piso provocado por Baltar en el tramo final del fraguismo.
A todo lo anterior se añadió un ingrediente más que está contribuyendo a desestabilizar aún más la vida interna de En Marea: el cisma que el desafío independentista provocó entre Beiras y Pablo Iglesias, los padres indiscutibles del espacio rupturista.
La relación personal entre ambos arranca en vísperas de las autonómicas del 2012, cuando Beiras impulsa la coalición AGE junto a Esquerda Unida y el politólogo Pablo Iglesias llega a Galicia como asesor de EU y un lema de campaña debajo del brazo: «Os tempos son chegados», llegó a plantear, parafraseando el himno gallego. Pero se lo tumbaron, porque al final se impuso el célebre «Hai que paralos!»
La fascinación de Iglesias por el catedrático gallego fue inmediata. Incluso cuando Beiras criticó el cesarismo del líder de Podemos al tomar decisiones, este último respondía con agasajos: «He aprendido de él como no he aprendido de nadie. Es un honor recibir sus críticas».
Pero lo que Galicia unió en el 2012 lo acabó separando Cataluña estos meses. El desgaste electoral sufrido por Podemos por su indefinición en el debate catalán, llevó a Iglesias a mostrar un compromiso mayor con la unidad de España y a culpar a los secesionistas de despertar el «fantasma del fascismo». Beiras reprobó sus palabras con varios tirones de orejas desde el Twitter, mientras dentro de En Marea los diputados nacionalistas y no nacionalistas empezaron a cavar trincheras para defender sus convicciones en un debate que no querían librar, pero del que ya no podrán desembarazarse.