José Antonio Pardines Arcay, un guardia civil de Tráfico de Malpica, fue asesinado a tiros en una carretera de Guipúzcoa. Era la primera víctima de la banda. Después vendrían casi 900 más
03 jun 2018 . Actualizado a las 11:23 h.7 de junio de 1968. Es viernes. Los motoristas José Antonio Pardines Arcay y Félix de Diego Martínez tienen servicio esa tarde en la carretera N-I, en Villabona (Guipúzcoa). Los dos guardias civiles están destinados en el destacamento de la Agrupación de Tráfico de San Sebastián. Esa tarde regulan el tráfico en el cruce de la N-I con la carretera local de Aduna, donde se están haciendo obras de mejora del firme. Pardines (25 años, de Malpica) y De Diego (36 años, de Fuentecén-Burgos) desvían los vehículos que proceden de San Sebastián a través del puente del río Oria. Son las cinco y media y Pardines da el alto a un Seat 850 de color blanco en el que viajan dos hombres. El conductor no se detiene y acelera en dirección a Villabona. Pardines se sube a la moto y logra dar alcance enseguida al 850. Lo para en el barrio de Agraraitza. El joven guardia civil se baja de la moto, se acerca al coche y le pide al conductor que le enseñe la documentación. Con el permiso de circulación en la mano se dirige a la parte de atrás del coche para contrastar si la matrícula coincide con el bastidor. El Seat 850 tiene el motor en la parte trasera. Pardines se agacha para contrastar la numeración y descubre que la placa está doblada, es falsa. El 850, con matrícula de Zaragoza, ha sido robado, y sus ocupantes son etarras. Pardines no lo sabe. Nadie lo sabe. No tiene tiempo ni de desconfiar. Los dos individuos le disparan en el pecho. El guardia civil cae hacia atrás. Ya en el suelo, es rematado, «cuatro o cinco tiros más», dice el testigo principal, Fermín Garcés.
Garcés conducía su camión por esa carretera en ese preciso momento. Él presenció el primer asesinato de ETA, aunque entonces no lo sabía. Viajaba hacia Madrid. Cuando vio al primer guardia civil en la carretera, a Félix de Diego, pensó en que llevaba más carga de la permitida en el camión, pero no lo pararon. Más adelante se encontró con el otro motorista, José Antonio Pardines, que estaba junto al 850 blanco. De repente oyó un estruendo. Era el primer disparo contra Pardines. Vio también cómo lo remataban en el suelo. Fermín bajó del camión y agarró a uno de los pistoleros. «Quietos, asesinos», les gritó. Pero tuvo que soltarlo porque el otro joven le apuntó con su pistola en la cabeza. Luego tiraron la moto del agente caído y huyeron en el 850, como se relata en Historia de un desafío, libro escrito por los guardias civiles Manuel Sánchez Corbí y Manuela Simón.
Las noticias de ese día hablaban de dos pistoleros, pero más adelante se supo que los jóvenes, Txabi Etxebarrieta Ortiz y Iñaki Sarasqueta Ibáñez, eran terroristas de ETA. El primero murió en un tiroteo con la Guardia Civil horas después. El otro etarra, Sarasqueta Ibáñez, fue detenido al día siguiente.
El agente que sobrevivió fue asesinado once años después
Félix de Diego Martínez, el guardia civil que estaba de patrulla con el malpicán Pardines aquel 7 de junio de 1968, acabó siendo también víctima de ETA. Fue once años después, el 31 de enero de 1979. Era miércoles. Félix había sido dado de baja para el servicio por las secuelas que le dejó un accidente de tráfico en 1974. También le mantenía casi impedido un cáncer de riñón. Ese día, a primera hora de la mañana, estaba sentado en una silla del bar que regentaba su esposa en Irún. Ella estaba en el local, en el que había dos clientes, cuando entraron dos etarras. Sin mediar palabra, le dispararon a quemarropa tres tiros. Uno le atravesó el corazón y otro le entró en el vientre. Un tercer disparo le atravesó una pierna. El guardia civil cayó muerto en el bar.
La vida del camionero que plantó cara a los etarras que mataron a Pardines cambió tras aquel crimen. La Guardia Civil quiso recompensar su valor. Pero él solo quería una cosa. «Ser como ellos, ser guardia civil». Se aceleraron los trámites y el 1 de septiembre de aquel mismo año 1968 entró en el cuerpo, en el que permaneció hasta la jubilación. En 1987, casi veinte años después, se le rindió público homenaje y se le concedió la Cruz con distintivo rojo de la Orden del Mérito de la Guardia Civil.
Pardines será homenajeado mañana y pasado
José Antonio Pardines Arcay, hijo y nieto de guardias civiles, recibirá varios homenajes póstumos en su tierra, Galicia. El primero será mañana, lunes, en la sede de la Fundación Abanca, en A Coruña, organizado por la asociación Aprogc. A las siete de la tarde habrá una conferencia-coloquio moderada por el juez José Antonio Vázquez Taín. El martes, en Malpica habrá una misa a las once, a la que seguirá una ofrenda floral ante su tumba. A las 13.00 horas se colocará un monolito en su honor.