La capital vizcaína es un ejemplo mundial de transformación urbana, un salto en el que la necesidad, dicen, se hizo virtud
21 may 2019 . Actualizado a las 10:35 h.«Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos». La cita de Dickens en su Historia de dos ciudades encaja a la hora de resumir la tan alabada transformación de Bilbao. Una ciudad que se visita andando, donde la velocidad no se aplica al tráfico, el Bilbobus conecta cada 15 minutos el centro con los barrios periféricos y los turistas con acento francés e inglés hacen cola para adentrase en el fosterito, las bocas del metro diseñado por Norman Foster.
El Teatro Arriaga y el Mercado de la Ribera en el lado de las construcciones históricas, el puente Zubizuri (Calatrava), la puerta de Isozaki y el Guggenheim (Frank Gehry), en el de las vanguardistas, salpican la ría.
«Hace 30 años era poco más que una cloaca navegable. El paseo estaba ocupado por los convoyes que transportaban metales pesados y las fábricas siderúrgicas», describe sin contemplaciones Asier Abaunza. Es el teniente de alcalde y concejal de Urbanismo, el que recibe a las comisiones de antiguas ciudades industriales de Corea del Sur, México, Estados Unidos o Alemania que les piden consejo. «Seguimos siendo un referente de transformación integral. Aún no hemos terminado», alega. «En los 80 la ciudad tocó fondo. Teníamos dos alternativas. Empeñarnos en que volviese a ser lo que había sido, cuando había síntomas de que el futuro ya no iba estar en la industria pesada, o aprovechar la oportunidad y reinventarnos. No es que en los 90 fuéramos los más verdes, sino que éramos conscientes de que necesitábamos un medioambiente diferente, sostenible», insiste.
Los servicios: el 90 %
Cuando nos recibió para la entrevista en su despacho del Ayuntamiento (edificio con vistas a esa gran arteria urbana que es la ría bilbaína) Abaunza estaba ultimando el nuevo plan urbanístico, «para los próximos 20 años. Hay que planificar a largo plazo. Ser capaz de diseñar un plan a 30 años vista». En esa misma semana, la última de febrero, en el municipio inauguraron el último edificio de la remodelación emprendida en los 90 y con la que la ciudad dio un giro de 180 grados. De ser la segunda área industrial de España, se ha convertido en una urbe de negocios y servicios (el 90 % de su valor agregado bruto (VAB)) e imán del turismo cultural, «en un lugar antes gris y contaminado que nadie quería pisar, saltaban de Donostia a La Rioja», reconoce el político del PNV, el partido que manda en el consistorio desde 1979.
«Hay muchas ciudades alrededor del mundo que han tratado de copiar el efecto Bilbao, pensando que con apostar por una gran infraestructura cultural la transformación viene acto seguido. ¿Algún ejemplo? Yo creo que la Ciudad de las Artes y las Ciencias puede ser un buen ejemplo de pinchazo de una macroinversión que luego no ha traído esa transformación». ¿Conoce la Cidade da Cultura? «Conozco, no quería poner el ejemplo gallego. No quiero desmerecerla, pero creo que fue el caso de una infraestructura cultural que no estaba enmarcada dentro de una estrategia global que la rentabilizara. En Avilés está el Centro Niemeyer, creo que tampoco fue el motor, ese revulsivo de calado que se esperaba».
La reconversión que empezó en los 80 fue traumática. El desempleo se disparó, alcanzando tasas superiores al 25 % en el área metropolitana. Los Altos Hornos eran la empresa más importante de España, el motivo por el que emigraron miles de gallegos hasta la margen irzquierda del País Vasco. En Baracaldo está el segundo centro gallego más antiguo del mundo. El primero de Europa. «En los 90 la gente creía que solo se podía vivir de hacer tornillos. Estábamos orgullosísimos del olor a óxido de hierro», recuerda Abaunza. La industria apenas supone hoy un 5 % de su VAB.
Los 90 fueron los años del desempleo, de las huelgas y del pesimismo, cuando Eskorbuto cantaba «el presente es un fracaso y el futuro no se ve». «La mayor manifestación que hubo en Bilbao fue para defender el Astillero Euskalduna. Hoy casi pediríamos que se fuera. Las industrias con un alto nivel contaminante tienen los días contados en los centros urbanos», defiende Juan Carlos Sinde. Es el gerente de la comisión gestora de Zorrotzaurre. Una isla artificial en plena ría, ideada por la fallecida Zaha Hadid, donde se construirán viviendas, oficinas o centros de investigación. «El efecto Guggenheim fue la etiqueta más deslumbrante. Nos posicionó en el mundo. Pero, por sí solo, hubiéramos estado en revistas dos o tres años. Nada más», opina Sinde.
En esta transformación, la sociedad pública Bilbao Ría 2000 fue clave. Se creó en 1992 para el rescate de una urbe cuya industria pesada se hundía y a la que se sumaron las inundaciones del 83. Participada en un 50 % por el Estado, dueño de los terrenos que bordeaban la ría, la otra mitad era del Gobierno vasco, la Diputación Foral y el Ayuntamiento. «El consenso político fue lo más importante», no se cansa de repetir Abaunza. ¿Y el concierto fiscal vasco? «Siempre se recurre a esa justificación desde fuera, pero no es así. El concierto económico nos da autonomía para gestionarnos. Para lo bueno y para lo malo. Pero sí, claro que es importante», admite.
Arquitectura y movilidad
La urbe suma premios como el World City Prize en el 2010 (el Nobel de urbanismo) o el de Mejor Ciudad Europea 2018. El fallecido Iñaki Azkuna fue Premio Alcalde del Mundo 2012. En total, tienen una treintena de reconocimientos internacionales en su palmarés. La Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) la sitúa como la segunda más limpia del país en su última encuesta. Solo la supera Oviedo. «Bilbao es la punta del iceberg de una transformación metropolitana», destaca Sinde.
La limpieza de la ría, en la que ahora hay «50 tipos de peces» costó mil millones de euros. Con el metro, fueron las mayores inversiones en el centro urbano donde solo el 12 % de los desplazamientos se realizan en coche, los límites de velocidad están entre los 50 y los 30 kilómetros hora, hay una parada de bus a 250 metros de cada portal, tranvía, 40 ascensores públicos y una tarjeta para todos los medios de transporte de la provincia. En proyecto está extenderla a todo el País Vasco.
«Tenemos que ampliar el carril bici y, en la peatonalización, Pontevedra es un referente para nosotros», asiente el concejal. Aún estamos muy lejos del marisco de las rías gallegas [bromea], pero vamos a seguir mejorando la limpieza de la ría. En los 80 no tenía oxígeno, estaba contaminaba de metales pesados, no había vida. Yo me reía siendo chaval cuando el alcalde Josu Ortuondo decía que habría peces de colores en la ría. 'Si son de plástico', respondía yo».
El paro más alto y el movimiento de los pensionistas
Pero, Bilbao es también la ciudad con el paro más alto del País Vasco (un 13,61 % frente al 7,92% de San Sebastián y al 10.95 % de Vitoria), la que vio nacer el movimiento de los pensionistas y donde la renta media va de los 33.500 euros del centro a los 9.700 de la periferia. «Yo no creo que se viva mejor ahora, hay más paro y sueldos más bajos. Cuando yo trabaja, era administrativa en una oficina, el suelo pasaba de los 1.200 euros. Ahora, gente en el mismo puesto cobra 700 euros. Sus pensiones serán aún más bajas que las nuestras», reprocha Andrea Uña. Es una de las impulsoras del movimiento de los pensionistas que, de forma espontánea, se replicó en todo el país y constituyó la mayor oposición a las políticas de recortes del Gobierno de Mariano Rajoy y Fátima Báñez al sistema de pensiones. «Los que hoy estamos en la calle somos los jóvenes que nos manifestábamos en los 80», resalta Pilar San José, otra de las pensionistas.
Yo no creo que se viva mejor ahora, hay más paro y sueldos más bajos
Cada lunes, a las 12.00 horas, se concentran desde hace un año en la plaza del ayuntamiento de Bilbao. «La reconversión ha sido la venta pública del patrimonio industrial de este país a Europa. La industria vasca no estaba obsoleta, era pionera», dice un crítico Víctor Etayo. Otro de los pensionistas. Pilar, hace gestos con la cabeza. No coincide con su compañero de causa. «Yo prefiero este Bilbao. Hay paro, como en toda España. Pero es una ciudad mejor», insiste Pilar. «Esta ría estaba llena de actividad», añora Víctor, trabajador retirado del naval.
La reconversión ha sido la venta pública del patrimonio industrial de este país a Europa
Extender la transformación que se concentró en el centro, en el barrio de Abando, a todos los barrios, crear una anillo verde como el de la vecina Vitora y «crecer hacia dentro», reutilizando espacios industriales degradados «sin consumir suelo no urbanizable», son los retos. «En el Peñascal, donde hay muchos gallegos, en el nuevo plan general estamos planteando la renovación de todo el barrio. Se van a tirar unas 300 viviendas y realojar a los vecinos en otras nuevas más acondicionadas», justifica Asier Abaunza.
«En Zorrotzaurre vamos a recuperar 830.000 metros cuadrados de la ciudad hasta ahora ocupados por industria. Estamos proyectado un nuevo barrio, con 5.500 nuevas viviendas, el 50 % de ellas de protección oficial, combinado con universidades, dos parques tecnológicos urbanos, centros de formación profesional. Queremos que sea una isla del conocimiento, de la innovación. Pasamos de ser la ciudad industrial a la ciudad de los servicios que hoy somos. Ahora queremos ser una ciudad del conocimiento. Atraer a gente joven, más universidades, más actividades de valor añadido y más centros de investigación», detalla el teniente de alcalde.
«Nos llamaron la ciudad de las maquetas. Cuando se empezó a pasar de los planos a la realidad empezamos a recuperar el orgullo bilbaíno», presume Sinde, el arquitecto responsable de Zorrotzaurre. A diferencia de Bilbao Ría 2000, la comisión gestora de este proyecto es mixta. «Aquí había mucho suelo privado al que se le incorporan suelos del puerto. La sociedad funciona como una comunidad de vecinos», explica Sinde.
¿Y si no ganan en las municipales y no repite el actual equipo del ejecutivo local? «El consenso fue y es básico. No cambiar el rumbo», concluye Abanzua. Como dicen en su tierra, lo conseguido fue una «bilbainada» que aún hay que concluir.