El discreto y reducido descanso estival de Mariano Rajoy en Galicia

r. estévez / m. gago VILAGARCÍA / LA VOZ

GALICIA

Rajoy, paseando por la ruta del Umia
Rajoy, paseando por la ruta del Umia MONICA IRAGO

Camina, lee novela negra y dará el pregón de la Festa da Vendima, en Leiro. Así son sus vacaciones en Galicia

03 oct 2019 . Actualizado a las 19:53 h.

Aunque una pequeña lesión en un tobillo no le permite ejercitarse con la intensidad a la que está acostumbrado, Mariano Rajoy sigue empleando las mañanas de sus vacaciones gallegas en dar largos paseos. Esta vez ha elegido una ruta llana y sombreada a orillas del Umia. El río discurre a un lado, tranquilo. Al otro, viñedos y fincas. Son seis kilómetros y pico que el expresidente del Gobierno hace por partida doble: echa a andar en Ribadumia y no se detiene hasta llegar a Pontearnelas. Allí, en el bar Arnelas, se toma un agua. Y luego emprende el camino de regreso, junto a acompañantes habituales como el presidente del puerto de Marín, José Benito Suárez, marido de Ana Pastor. «No sé cuántos kilómetros hago exactamente... En verano serán doce o trece al día. En invierno son menos, seis o siete», relata. Mientras camina, no evita la conversación, a no ser que esta vire hacia la política. «Yo ya no estoy en eso», sentencia. El tono es neutro: no queda claro si echa o no de menos aquellas responsabilidades. Reconoce, eso sí, que sin la mochila de presidente lleva «una vida más tranquila y más cómoda».

«Este año, de momento, no he tenido mucho verano», confiesa. Para él las vacaciones tienen dos nombres. «Vilagarcía, donde veraneé hasta los quince años, y Sanxenxo». En la Marbella gallega tiene Rajoy un piso, en medio del bullicioso paseo de Silgar. Pero al expresidente le gusta pasar desapercibido, y sus vecinos apenas saben si está o no está en casa.

Este verano, cuentan quienes lo conocen, ha pasado pocos días en Galicia. Esta semana, por ejemplo, llegó el jueves por la noche, porque el resto de los días laborales estuvo de guardia en Madrid por su ocupación laboral como registrador. Estuvo días atrás en el Gran Hotel de A Toxa, donde se celebraba la gala anual contra el cáncer organizada por Hotusa. Y el día 25, cuenta, volverá a dejarse ver en público. «Voy a ser pregonero en la fiesta del ribeiro, en Leiro. Y la verdad, me apetece», relata sin aflojar el paso.

Pero, sacando esas pequeñas pinceladas de vida pública, las suyas serán unas vacaciones tranquilas. «Hago una vida muy normal», dice. «Quedo con amigos, vamos a una cosa u otra, salimos a cenar por ahí...», relata. «Fui un día a Portugal, anduve por Monçao, paramos en Salvaterra...». A las fiestas de A Peregrina, en Pontevedra, no parece tener pensado asistir: «Lo más importante ya pasó y no fui».

«Estoy preocupado por el Deportivo y el Real Madrid», confiesa Rajoy sin reducir el paso

El tiempo libre que ha ganado lo invierte en leer. «Ahora estoy con mucha novela negra. Me relaja, me entretiene y me divierte», explica. Además de zarpar en El último barco, de Domingo Villar, asegura Rajoy haber descubierto este verano a dos escritoras gallegas que no conocía y que le han gustado. «Una es Arantza Portabales. Leí una novela que se desarrolla en Santiago y alrededores. La otra es de O Porriño, Sandra Estévez Calvar. Escribió una novela que no está mal».

Dice un refrán que no todo en la vida es fútbol. Pero a Mariano Rajoy, el fútbol le apasiona. Para bien y para mal. «Estoy preocupado por el Real Madrid y por el Deportivo», confiesa. Que el club coruñés siga en Segunda hace que «no esté muy contento». «Y el Madrid... Vamos a ver qué pasa», dice como un aficionado más. Y, como tal, se posiciona ante el posible fichaje de Neymar: «Yo no lo quiero, que se vaya al Barcelona. Pero en el Madrid no mando nada, con lo que lo que yo diga es irrelevante».

Mandar, no manda. Pero Rajoy sigue siendo un personaje conocido. Un grupo de peregrinos -por aquí pasa la Variante Espiritual del Camino Portugués-, lo detiene. Lo saludan, le estrechan la mano, e inician una conversación. De caminante a caminante.