Estudiantes de medio planeta, los nuevos voluntarios del Camino

Rebeca Cordobés / R. S. REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

Un trabajo internacional: Luisa Triviño y Anna Albert, de la Comunidad Valencia, y Michalina Murzyn e Izabela Sieraka, de Polonia, son voluntarias en la Oficina de Acogida al Peregrino
Un trabajo internacional: Luisa Triviño y Anna Albert, de la Comunidad Valencia, y Michalina Murzyn e Izabela Sieraka, de Polonia, son voluntarias en la Oficina de Acogida al Peregrino SANDRA ALONSO

Los universitarios se unen a las tareas de apoyo a los peregrinos gracias a un programa internacional

24 ago 2019 . Actualizado a las 15:59 h.

El Camino une, pero no solo a los peregrinos. Los voluntarios que realizan las labores de acogida viven una experiencia diferente, pero con el mismo hermanamiento. Este año, los estudiantes se unen a este colectivo con el primer programa de voluntariado universitario, promovido por la Asociación de Municipios del Camino de Santiago y el Grupo Compostela de Universidades.

Anna Albert, Luisa Triviño, Michalina Murzyn e Izabela Sieraka son voluntarias en la Oficina de Acogida al Peregrino de Santiago. Llegaron a la localidad oscense de Canfranc el 11 de agosto. Allí recibieron un curso de formación junto a seis jóvenes más que realizan las labores de voluntariado en Jaca, Astorga y Ponferrada. Fue entonces cuando Anna, de 21 años y estudiante de la Universitat Jaume I, y Luisa, de 24 años y de la Universidad de Oviedo, descubrieron que son del mismo pueblo de Valencia, a donde Luisa llegó desde Colombia hace 20 años, y no se conocían. El Camino las unió. Michalina e Izabela, ambas de 23 años, vienen de más lejos: son alumnas de la Adam Mickiewicz Universisty de Polonia.

Ninguna de las cuatro había estado antes en la ciudad, y confiesan que las ha enamorado. No supieron que su destino era el final del Camino hasta que el último momento. «El día antes de llegar, hicimos una reunión y fueron diciendo a dónde íbamos cada uno», relata Anna, que reconoce que en un primer momento prefería quedarse en Jaca. «Pero aquí necesitaban a alguien con cuenta bancaria española para ingresarnos el dinero de la beca. Nos ubicaron por facilidades. Por ejemplo, había dos chicos y los pusieron juntos», explica. Luisa, Izabela y Michalina tenían claro desde el principio que querían venir a Galicia.

Son las 12 del mediodía, hora punta en la Oficina, y no deja de llegar un goteo constante de peregrinos. Algunos cantan, otros gritan y unos pocos cojean hasta la puerta del centro de acogida. «Siempre vienen muy emocionados», comenta Anna. «Cuando les preguntas qué tal el camino, siempre dicen que bien, que es una experiencia inolvidable. Veo gente llorando y me emociono también, me llega», añade Luisa. . Las cuatro coinciden en que esa emoción compartida es lo mejor de la experiencia como voluntarias. «Hay días en los que llegamos tan cansadas a casa que solo queremos meternos en la cama, pero cuando lo miras con perspectiva, te das cuenta de que es algo precioso. No podrías disfrutarlo en ningún otro lugar», cuenta Izabela.

Un peregrino espera frente a la Oficina de Acogida donde las cuatro universitarias realizan el voluntariado
Un peregrino espera frente a la Oficina de Acogida donde las cuatro universitarias realizan el voluntariado SANDRA ALONSO

Las voluntarias se organizan por turnos: dos van por la mañana y otras dos por la tarde. Su labor es atender a los peregrinos que llegan para solicitar la Compostela. «Les preguntamos qué tal el viaje y les hacemos su certificado», explica Anna. «Otras veces bajamos a la sala común y hablamos con ellos», añade Izabela. No están solas: el Camino moviliza a decenas de voluntarios de todas partes del mundo. «Hay mucha gente que ha hecho el Camino y quieren darle algo de vuelta», cuenta Anna.

Para poder realizar esas tareas, les pedían conocimientos de inglés. «Pero al final usamos todos los idiomas, incluso los que no conocemos», comenta Anna entre risas. «Estamos aprendiendo italiano -bromea la joven valenciana, ya que muchas de las personas a las que atienden son italianas y no saben hablar en otra lengua-. Sobre todo estamos aprendiendo a decir no hablo tal idioma en todos los idiomas: no hablo alemán, no hablo francés, no hablo italiano...».

En solo semana y media, han presenciado todo tipo de historias. La más conmovedora le tocó a Anna: «Llegó un chico que venía desde Austria con toda la familia y a cinco etapas de llegar falleció el padre. Me pidió que le dedicara a él la Compostela y me tuve que ir porque no podía parar de llorar».

A Michalina, lo que más le llama la atención es que los peregrinos, pese a estar «exhaustos y con ampollas por todas partes, llegan pensando en qué Camino harán el año que viene». «Puedes ver en su cara y en sus ojos que están cansados, pero muy contentos», cuenta Izabela. Luisa, por su parte, se sorprende al comprobar que «los peregrinos que más kilómetros hacen son los más mayores».

Ahora les ha entrado el gusanillo de hacer el Camino. Planean juntarse con el resto de jóvenes del programa para recorrer la ruta francesa, desde Saint Jean.