José Pardo

25 oct 2021 . Actualizado a las 09:51 h.

Una magistrada de Marbella dicta un auto de medidas provisionales en el que por todo motivo retira a una mujer la custodia de su hijo porque reside «en la Galicia profunda». Eso sí, deja abierta la sentencia del pleito principal a que la madre se traslade a vivir a Marbella, a su entender ciudad cosmopolita donde las haya, con colegios públicos y privados, e incluso hospitales.

Como gallego creo que no hay nada más hermoso que lo que la togada andaluza denomina Galicia profunda. Hermosa y beneficiosa para que un niño se críe y forme con las mismas ventajas e inconvenientes con que podría hacerlo en cualquier gran capital. ¿Profunda? ¿Qué es ser profunda? Si se refiere a rural, en la actualidad muchas son las familias que huyen al campo escapando de la jungla en que se están convirtiendo las ciudades. Aunque en el fondo ninguna duda tengo que en este caso la cosa va de que algunos creen que en Galicia todavía andamos en taparrabos y que jamás llegaremos a orinar colonia como en otros lugares presumiblemente más elegantes.

No llegó que en su día la pareja decidiera que en caso de separación la madre se encargaría del cuidado del niño. No se tomó en cuenta el interés del menor a quien, según parece por los argumentos esgrimidos por la magistrada, se pretendía llevar poco menos que a un poblado de la selva amazónica en donde los aborígenes aún no hemos completado la transición de cuadrúpedo a bípedo.

Es de suponer que a esta magistrada se le abrirá un expediente disciplinario, por parte de los órganos de gobierno de los jueces que tiene la competencia, y, que mejor sanción, en el caso de que se le imponga, que obligarla a pasar una semana recorriendo nuestra maravillosa, como la denominó Ramón Cabanillas, ¡Galicia Nai e señora! Así reparará en que tenemos luz y agua corriente. Y semáforos.