
La protección anticovid dificulta las identificaciones visuales, aunque los investigadores avisan: «Hay más métodos para resolver delitos»
02 nov 2021 . Actualizado a las 10:28 h.«Lo que nos pasa a nosotros ocurre en todos los ámbitos. Puedes cruzarte en la calle con un vecino y no lo saludas porque con la mascarilla no lo reconoces». Lo explica un investigador de la Guardia Civil acostumbrado a examinar imágenes de grabaciones para identificar a sospechosos de atracos y de robos. «Evidentemente, si antes un ladrón entraba a un banco tenía que hacerlo sin ocultarse para que no sospechasen de él y le abriesen la puerta. Y siempre había una imagen de la que obtener algún dato. Pero ahora va con mascarilla y tenemos menos información», admite el agente, aunque advierte que tienen otros métodos de investigación para hacer frente a la delincuencia, como demuestran las estadísticas más recientes, que revelan un aumento del esclarecimiento de los casos.
Como el del crimen de Samuel Luiz, en el que un grupo de jóvenes mataron de una paliza a otro chico frente a la playa coruñesa de Riazor el pasado mes de julio. El caso fue resuelto en poco menos de una semana por los investigadores de la Brigada de Policía Judicial de la Policía Nacional de A Coruña. Por tanto, la mascarilla no lo bloquea todo en las investigaciones policiales, pero sí pone trabas.
Antes se sospechaba de alguien que entraba a un banco con una mascarilla, y ahora se sospecha si no la lleva. «El que iba a robar se ocultaba con una gorra o con un pasamontañas para que no lo captasen las cámaras. Hoy no le hace falta, puede mirar de frente porque va tapado con la mascarilla». Es una de las dificultades que destaca el guardia civil, que insiste en que «son los mismos problemas que tiene todo el mundo desde que se usa la mascarilla».
¿Cómo pueden saber los trabajadores de un banco si quien pide entrar por la puerta es un cliente o un atracador? La pregunta la planteó un abogado en un juicio en Vigo. Su cliente estaba acusado de atracar una sucursal y afirmaba que él no era el atracador. Además, le pedían más pena por la circunstancia agravante de disfraz al llevar mascarilla y peluca. Pero el letrado se oponía con el argumento de que la mascarilla no era para ocultarse, sino que era obligatoria cuando se cometió el asalto, en plena pandemia.
Más difícil para los testigos
Tampoco lo tienen fácil los testigos. Al llevar media cara tapada, es difícil ofrecer una descripción del autor de un hecho delictivo. A los nervios normales en un momento así se suma la circunstancia de que al delincuente solo se le ven los ojos. Y la cosa puede empeorar si se pone unas gafas oscuras. Con este panorama, las ruedas de reconocimiento suelen servir de poco para señalar al autor de un delito. Igual de complicada puede ser la identificación mediante las imágenes captadas por las cámaras de seguridad de un establecimiento asaltado. Se ven caras cubiertas con mascarillas, que además pueden ser cambiadas con facilidad: de una negra a una blanca, de una quirúrgica a una de una empresa, de una con el emblema de una Administración a otra con el escudo de un equipo de fútbol. Hay mascarillas de todos los tipos y colores, por lo que no es algo característico a tener en cuenta en una investigación policial. No es como una cazadora o un pantalón, prendas que muchas veces han servido para señalar a sospechosos a las pocas horas de los hechos.
En las manifestaciones
El uso de las mascarillas también se alía con quienes acuden a manifestaciones con intención de provocar altercados. Los radicales encuentran en la mascarilla una protección de la que antes no disfrutaban. Es más, antes eran los únicos de la concentración que iban tapados. Ahora va todo el mundo. Los servicios de vigilancia tienen que ser más especializados, reconoce una experta de los grupos de Información de la Policía Nacional. «Lógicamente, desde que la mascarilla es obligatoria y la tiene que usar todo el mundo, hay más dificultades para identificar visualmente a un sospechoso dentro de una manifestación. Pero tenemos otros sistemas que también utilizamos», apunta la investigadora.
ADN en la mascarilla olvidada
No todo es dificultad. A veces, la mascarilla se pone del lado de los policías. Sucedió hace unas semanas. En un juicio en Ourense, una jueza condenó al pago de una multa de 4.000 euros a un grafitero por pintar un vagón de tren. Renfe ganó la batalla gracias a que, con las prisas, el autor de la pintada se dejó olvidada la mascarilla. De ella se pudo extraer ADN y se cotejó con las huellas dactilares halladas en un bote de pintura. Se demostró que ambas muestras eran de la misma persona, que además figuraba en las bases de datos policiales por resistirse a la autoridad años atrás en otro escenario. La jueza apreció «indicios suficientes para desvirtuar la presunción de inocencia que ampara al acusado». Y fue, al menos por esta vez, gracias a la mascarilla.