En Inditex no hay primarias

GALICIA

Pilar Canicoba

El autor celebra los cambios vividos esta semana en lo que califica como el primer imperio gallego

04 dic 2021 . Actualizado a las 10:36 h.

No está de más hacer el apunte histórico de que por primera vez Galicia tiene un imperio. Formó parte de varios con suerte desigual, fue provincia romana, también un reino difuso, llegó a comunidad autónoma y nunca dejó de ser el fogar de Breogán. Sólo en 1963, en un modesto taller de un barrio coruñés, se empieza a coser una expansión imperial que no tiene parangón en los anales, ni por su extensión planetaria ni tampoco por los principios que lo inspiran: libertad e igualdad ante la moda y también la fraternidad de aquel núcleo familiar de pioneros en torno a Amancio Ortega. Se ha relatado innumerables veces aquel tiempo entre costuras y aún así sigue pareciendo un cuento como el que, antes de la aparición de las intrusas pantallas, se les contaba a los niños para que soñaran en mundos improbables.

Galicia era entonces un lugar insólito para dar a luz algo así. La moda estaba asociada a París, Londres, Milán o Nueva York. Desde allí la moda se «dictaba» porque la democracia no había entrado en los talleres donde los grandes mandarines ejercían un poder tan absoluto como el de Luis XIV. De aquellos pequeños Versalles las creaciones se llevaban a las pasarelas que marcaban tendencias obligatorias que sólo podrían seguir las élites. Fuera de esos recintos privilegiados vagaban por la calle los sans-culottes de la época sin gusto ni estilo, condenados a la ordinariez.

Con ellos se construye este imperio zarista del que se puede entrar y salir sin permiso y donde hay tiendas rebosantes de una moda que no ha sido dictada por nadie y es asequible para casi todos. Recuerda al Ford T que revoluciona por primera vez el mundo del automóvil, acabando con la idea de que equivalía a un inalcanzable privilegio del que estaba excluido el pueblo. Mal que le pese al marxismo conservador hay un tipo de capitalismo popular que es el que logra hacer partícipe a la gente de bienes que antes eran exclusivos.

El caso es que Inditex llega a esa encrucijada común a todos los imperios que es la sucesión, y decide retornar al principio. En el origen hubo una mezcla de familia y ejecutivos como Castellano salidos de la cantera local, y eso es lo que implica el tándem de Marta Ortega y su consejero delegado. Ni se buscan fichajes estelares sin arraigo gallego, ni la hija del fundador se queda en la que hubiera sido una cómoda posición de rentista sin preocupaciones. ¿Acierta su padre? Los antecedentes dicen que nunca se equivocó en los momentos estelares de su imperio de hilo y aguja: ni en la bata mítica, ni en la aventura exterior, ni en salida a bolsa, ni con Pablo Isla. Ojalá que siga la racha. Por fortuna para la compañía, sus accionistas y para Galicia, quien sigue teniendo la última palabra no hizo caso de las tendencias en boga y no se le ocurrió celebrar unas primarias.

Franquismo e inmersión

Tienen parte de razón quienes atisban vestigios de franquismo en la España actual. En la escuela catalana, sin ir más lejos, se aplica la misma inmersión lingüística que se practicó durante la dictadura en la enseñanza. En ambos casos la ideología desplaza a la pedagogía para castigar contra la pared a uno de los idiomas hablados por los escolares. En un entorno bilingüe se establece de forma obligatoria una enseñanza monolingüe y además se denomina a este proceso de ortopedia escolar, normalización. Los niños son sacrificados en el altar de mitologías nacionalistas que, como suele suceder, atentan contra el propio pueblo al que se dice adorar. El Tribunal Supremo se pronuncia contra una aberración sin equivalencia en el entorno europeo, donde la inmersión es optativa o se practica el plurilingüismo en las clases. De ahí que haya que admitir con pesar que algunos modales del régimen que dejamos atrás están vigentes, como la obsesión por la uniformidad idiomática, imposible entonces e imposible ahora.

Platónica Cayetana

En la antigua Grecia se produce un episodio que tiene resonancias actuales. Lo protagoniza Platón, el mismo que defendía la teoría de que los filósofos debían de ser los que ostentaran el gobierno de las polis. Platón era filósofo, claro está. Visto que sus contemporáneos no le hacen mucho caso, viaja a Siracusa para intentar educar al mandamás correspondiente en los elevados principios platónicos. Por así decirlo, ingresa en el partido siracusano con el propósito de regenerarlo y convencido de que sus dotes serán reconocidas por la chusma. No es así. Lo expulsan. El hombre reincide y regresa, logrando el mismo resultado decepcionante. Resignado a que la política no es lo suyo monta la Academia y se dedica a los máster. Pudo haber escrito un libro que llevara el mismo título que el de Cayetana Alvarez de Toledo. Hay muchos siglos entre ambos pero una idéntica soberbia y la misma incomprensión de la democracia. Cuando fracasan, se enfadan contra todo el mundo y no entienden que no se reconozca su superioridad.