Fraga sí tenía algo más que decir

Juan María Capeáns Garrido
juan capeáns SANTIAGO / LA VOZ

GALICIA

Siro López

La figura del fundador de Alianza Popular sigue generando opiniones encontradas diez años después de su fallecimiento, además de inspirar publicaciones con anécdotas de su vida

14 ene 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

«Bo e xeneroso» fue el epitafio que escogió su familia para la lápida del cementerio de Perbes, pero bien podría haber sido «non teño nada máis que dicir». Así cortaba el ímpetu de los periodistas Manuel Fraga Iribarne (Vilalba, 1922-Madrid, 2012), que en noviembre cumpliría cien años, pero que falleció hace diez. Con un estilo que agarrotaría a cualquier asesor de la nueva generación política, habló por sí mismo a lo largo de toda su vida, como ministro de Franco, como fundador de Alianza Popular y como presidente de la Xunta durante cuatro legislaturas (1990-2005). Ahora se siguen conociendo aspectos de su trayectoria por boca de los que le rodearon.

La figura del que también fuera embajador en Londres a mediados de los 70 sigue generando prosa y opiniones encontradas. «Con Fraga é difícil acertar. Se escribes todo a favor, erras, e se o fas en contra, tamén, por iso no meu libro dou unha de cal e outra de area», dice Alfredo Conde. El que fuera parlamentario independiente adscrito a las filas socialistas y conselleiro de Cultura con el bipartito ha presentado recientemente A propósito de Fraga, una publicación en la que desvela una singular relación y transcribe conversaciones con el líder conservador, al que llegó a asesorar en el polémico viaje a Cuba de 1991 y con el que acabó mal, sin paliativos. «Cando a el lle interesaba unha persoa era culto, amable, sedutor... un gentleman. Pero cando deixabas de interesarlle era déspota e despectivo».

Ese mal genio —carácter, decía el propio Fraga— y sus reacciones más abruptas son la herencia que ha quedado en las redes sociales, que no dan cuenta de su relevancia y controversia en la política española, ni la otra cara que también mostraba en privado. «Se lle facías fronte reaccionaba e pedía desculpas», sostiene el intelectual, que se las tuvo con el de Vilalba en al menos un par de ocasiones.

Esa percepción pervive en la memoria de Alfonso Cabaleiro, que fue responsable de las relaciones con los medios en su última etapa en la Xunta, después de la catástrofe del Prestige. El periodista fue testigo de situaciones muy comprometidas ante los medios de comunicación que acababa resolviendo con afabilidad y dosis de humor resultado de una tensión que también se palpaba en la relación con sus conselleiros. «Alguno me pidió que yo le fuese adelantando asuntos delicados al presidente para ver su reacción, porque le tenían mucho respeto», relata una de las personas que junto a su fallecido asistente, Chema Veloso, más tiempo pasó junto a Fraga en sus momentos más delicados. «Sin ánimo de ser un hagiógrafo he tenido la tentación de escribir aquellas vivencias en las que me demostró una capacidad de trabajo y un nivel intelectual fuera de lo común. En una ocasión le pregunté de dónde salía esa virtud, y me contestó que la curiosidad le acompañó desde que su madre lo obligó a leer en francés las obras completas de Julio Verne». Una confesión que tiene su valor, porque no hacía muchas más concesiones a su vida personal. «Cuando se daba cuenta de que estaban aflorando sus sentimientos daba un puñetazo en la mesa y pasaba a otro tema», describe Cabaleiro.

En la «cocina» del Gobierno

El que sí cedió al impulso de dejar por escrito sus recuerdos fue su primer conselleiro de Presidencia, Dositeo Rodríguez, quien hace dos años recopiló una serie de anotaciones y documentos que acabaron por conformar el libro Mis años con Fraga. El Gobierno desde la cocina, una suerte de memorias que el autor no llegó a ver editadas porque falleció por covid en la primera ola. El que fuera director de su primera campaña en Galicia narra cómo se atrevió a recomendarle que suavizase su perfil conservador, para alejar los fantasmas del franquismo. «Seré disciplinado», le contestó el todavía candidato.

Lo interesante de los contactos entre Fraga y Dositeo Rodríguez es que mucho de lo que compartieron quedó por escrito, o al menos garabateado. Los despachos con él requerían montañas de carpetas que tramitaba con un sistema de lectura rápido admirable para un hombre que ya estaba en edad de jubilarse.

Manuela López Besteiro, una de las pocas mujeres de su equipo, recuerda que eran años de mucho aprendizaje porque estaban asumiendo las transferencias a las comunidades. A ella, antes de ser conselleira de Familia, le tocó ponerse al día con la educación y la formación profesional. «Me llevé una sorpresa cuando empezaron a llegarme cajas y cajas con documentación relativas a este asunto, y fue mayor aún cuando las iba abriendo y me daba cuenta que él ya se lo había leído todo, dejando anotaciones».

Pocos colaboradores conocieron el lado más ocioso de Fraga, que solo se sacaba el traje en el mes de agosto. Ese mes se lo pasaba jugando al dominó desde la sobremesa hasta que caía el sol. El expresidente del Parlamento, Tomás Pérez Vidal, que veraneaba cerca de Perbes, fue uno de sus compañeros habituales de partida. «Al principio de las vacaciones fallaba alguna jugada, pero después era difícil ganarle», comenta el político ourensano, de los pocos con los que difuminó las líneas de la amistad y el trabajo y que pudo rascar la superficie de un gran tímido con una vida arrolladora.