La juventud gallega enfrenta otra crisis como el eslabón más débil del mercado

borja casal REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

Pilar Canicoba

Los expertos apuestan por estrechar la relación con las empresas privadas para facilitar la incorporación laboral de los jóvenes

21 feb 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

«Ahora mismo estoy sin hacer nada. El taller en el que trabajaba, donde hice las prácticas de la FP, me ofrecía una miseria. Toda la gente que conozco está igual». Quien habla es Álex, un coruñés de 25 años con ganas de poner estabilidad en su vida sin saber muy bien cómo. «Sinceramente, estoy pensando en opositar. De lo que sea, de lo más fácil que haya», añade el joven, cuyo perfil coincide con el de otros muchos sin trabajo o con empleos que tan solo brillan por su precariedad. Una generación perdida a ojos de muchos: desmotivada y que no encuentra salida fácil.

En Galicia, los menores de 25 años terminaron el 2021 con una tasa de paro del 35,6 %, cinco puntos por encima de la media española, según los datos del INE correspondientes al último trimestre del año. Y el desempleo juvenil en España se encuentra entre los más altos de la UE: el 30,6 % de España supera al 30,5 de Grecia, al 26,8 de Italia, al 21,1 de Portugal y al 6,1 de Alemania, según la OCDE en diciembre. En contexto, el paro de los jóvenes es mucho más alto que el de la media total (13 % en España para cerrar el 2021), lo que demuestra las dificultades que afrontan para emplearse. Estas, además, son más notables para las mujeres: ellas registraron tasas de paro más altas que los hombres en los cuatro trimestres del 2021, tanto a nivel español como gallego.

«Los jóvenes son el eslabón más débil del mercado laboral. Tanto en la crisis del 2008 como en esta derivada de la pandemia, ellos fueron los primeros en salir y están siendo los últimos en volver a entrar», resume Álvaro Ferreirós, doctor en Derecho por la Universidade de Vigo, cuya tesis doctoral trató sobre la transición a la vida activa de la juventud. En su análisis sobre el cambio de etapa (de los estudios al trabajo), Ferreirós no pasa por alto una de las debilidades del mercado de trabajo en España: muchos de los problemas son estructurales, especialmente para los más jóvenes. «Hablamos de elevadísimas tasas de desempleo que son crónicas. Es una debilidad estructural», subraya.

Más coordinación

¿Soluciones inmediatas? Difíciles de encontrar, pero Ferreirós sugiere algunas ideas que podrían estimular el mercado para facilitar la incorporación de los que empiezan. «Las Administraciones deberían trabajar de una forma más coordinada y el peso tendrían que llevarlo los organismos locales. El Ayuntamiento de turno, por proximidad, es el que mejor conoce la realidad de su territorio. Y las oficinas del Servicio Público de Empleo tienen que estar mejor dotadas para intervenir más», apunta Ferreirós, al tiempo que anota, a su juicio, otro de los puntos fundamentales en el debate: que los planes de estudios estén cada vez más pegados a lo que demanda el tejido productivo, sobre todo en FP.

Con esa idea coincide Nicolás Espasandín, director del CIFP Politécnico de Santiago, en donde se imparten distintos ciclos de formación profesional. «Coa empresa privada xa temos unha relación bastante próxima, pero canta máis implicación haxa mellor. Ao final son elas as que demandan traballadores cualificados», apunta Espasandín. Y la importancia de mantener una relación estrecha con el tejido productivo también la subraya el profesor Juanjo Lorenzo, sociólogo y educador en la facultad de Educación de la Universidade da Coruña (UDC): «De cara a encontrar traballo estamos supeditados ao que necesiten as empresas. As formacións teñen que adaptarse ás demandas do mercado, pero cada vez é máis difícil polo rápido que avanza todo. Un exemplo é a tecnoloxía, onde hai cambios grandes e constantes».

No obstante, Lorenzo avisa de que los currículos no pueden centrarse solo «en cuestións materiais sobre encontrar ou non traballo». Su propuesta es de largo recorrido y por ello destaca que «é importante introducir matices reflexivos para que os rapaces saiban manexar a información que teñen». Educar en pensamiento crítico, civismo o cooperación son algunos de los apartados sobre los que cree que hay que incidir en las clases.

En la misma línea se muestra Silvia Moscoso, decana de la facultad de Relacións Laborais e Recursos Humanos de la Universidade de Santiago (USC), que destaca la importancia de formar en competencias transversales. «A nivel teórico la gente sale muy bien preparada de las universidades, terminando muchos con un grado y un máster. Lo que nos toca es reforzar las competencias transversales, como el trabajo en equipo o las habilidades de comunicación. Eso es lo que demandan las empresas, y cada vez más», indica Moscoso.

«Pensar que estar moi cualificado é un problema para atopar traballo é unha idea ridícula»

Una de las críticas que se les hace a muchos jóvenes es su exceso de formación de cara a encontrar trabajo, si bien algunos expertos opinan que ese debate tiene trampa. «Pensar que estar moi cualificado é un problema para atopar traballo é unha idea ridícula. A formación debe actualizarse todo o tempo. Distinto é que se teña que adaptar ás empresas», defiende Juanjo Lorenzo, que imparte materias en la UDC sobre innovación docente, diseño y evaluación curricular. «Los procesos de selección tienen muy en cuenta la capacidad de aprendizaje. Da igual el sector: todo cambia muy rápido, no solo la tecnología, y las empresas buscan gente que se actualice constantemente», sostiene la decana de Relacións Laborais e Recursos Humanos (USC).

A esa formación constante recurren, de hecho, muchos universitarios que continúan sus estudios con la FP. «Temos xente que pasa pola Universidade e decide facer un ciclo afín, pero tamén outros que cambian de rama. Un perfil típico é o de graduado en Química que fai a FP porque sabe que é un complemento importante», señala el director del Politécnico compostelano.

Otro factor que influye en la inserción es el punto de partida. Lorenzo sostiene que las desigualdades, agravadas por las crisis, inciden en la merma de oportunidades. «A meritocracia hai que tela en conta no deseño formativo. Cando se fixan indicadores de calidade hai que pensar en quen os vai cumprir. O rapaz que asiste á clase sen libros porque na casa non hai cartos vai ter máis dificultades que o resto. O problema é que os indicadores a cumprir son iguais para todos, polo que haberá quen non poida acadar certos méritos con todo o que iso implica», apunta. Es decir, que el sistema meritocrático favorecerá por tanto a los que parten con ventaja para alcanzar esos méritos, independientemente de su trabajo y capacidades.

«Mi sueño era ser cocinero, pero la precariedad te rompe la ilusión»

Felipe tiene 25 años, empezó en el mundo de la hostelería antes de cumplir la mayoría de edad y siempre quiso ser chef. Ahora trabaja en una cadena de comida rápida especializada en hamburguesas, pero ya no tiene tan claro que su futuro pase por el sector de la restauración. «Mi sueño era ser cocinero y tener mi propio restaurante, pero la precariedad del sector te rompe la ilusión», dice resignado el joven.

Su historia es la de otros tantos compañeros que pasaron de la ilusión a la inestabilidad casi sin darse cuenta: Felipe estudió un ciclo de hostelería, comenzó a trabajar en Cambados, donde a veces solo le llamaban para días sueltos, y luego probó suerte en A Coruña, donde ahora reside. «Durante los meses del verano en Cambados hay movimiento, pero luego llega el invierno y ya no es lo mismo. En ese sentido gané algo de estabilidad viniéndome para A Coruña, pero las condiciones tampoco es que sean estupendas», resume Felipe. ¿Y qué condiciones son? Pues unas que, hasta hace poco, le obligaban a compartir piso con su mejor amiga y un primo. «Ahora tengo la fortuna de vivir con mi pareja, pero con los sueldos de hoy en día es imposible independizarse uno solo», apunta.

En el corto plazo, Felipe confía en que la reforma laboral mejore sus condiciones y las de sus compañeros, frenando así muchos de los abusos que vienen enfrentando. El uso recurrente de los contratos temporales con personal que tendría que estar en plantilla ha sido una de las quejas más habituales en su sector. «Y no solo eso. La empresa quiere aplicar su convenio y trata de presionar para que no se aplique el de la hostelería, que es mejor que el suyo. De hecho dejaron de pagar las horas extra y tuvimos que manifestarnos», comenta Felipe, también delegado sindical de CC. OO. en su empresa.

Inestabilidad

En su trabajo de ahora, afirma Felipe, tiene «un espejismo de estabilidad» y asume que ese empleo no le durará toda la vida, aunque ahora, al menos, tiene unos horarios algo mejores. «Con el paso de los años te vas dando cuenta de que la precariedad no solo tiene que ver con lo que cobres. Con 17 o 18 años a lo mejor te pagan mil euros y estás encantado, pero a cambio haces 12 horas o más y sales de madrugada. Y total para no tener estabilidad. Esa es la ignorancia de la edad porque la vida corre y de nada te sirve cobrar mil euros en esas condiciones», explica el trabajador, que ya tiene una alternativa por si se decide a dejar la hostelería. «Me interesa la veterinaria y estoy pensando en formarme como auxiliar. Tal y como está el sector, todos los jóvenes que trabajen en hostelería deberían tener un plan B», opina.