Alfonso Rueda, el presidente que empezó vendiendo puerta a puerta

GALICIA

Votante de Coalición Galega en sus primeras autonómicas, comercial de fondos de inversión, empleado en prácticas de Ence, inquilino de un bungaló de madera. Este el perfil más desconocido del próximo jefe de la Xunta

08 may 2022 . Actualizado a las 11:20 h.

Alfonso Rueda Valenzuela (Pontevedra, 1968) se ha visto fuera de la vida política media docena de veces. Lo masculló a mediados de los años noventa cuando llegó a su primera plaza como secretario municipal en A Cañiza. Rueda era a la vez fedatario de la legalidad en el Concello de la comarca de A Paradanta y concejal del PP en el Ayuntamiento de Pontevedra. Dejó en manos de la oposición cañicense mantener o abandonar su acta de edil si entendían que podía estar en cuestión su neutralidad. Le dieron el visto bueno y pudo compaginar su primer cargo electo con la plaza laboral.

Sí llegó en cambio a abandonar el universo político en 1997, cuando dejó de ser jefe de gabinete de Xesús Palmou, conselleiro de Xustiza e Interior, para curtirse como secretario municipal de nuevo en A Cañiza y en la montaña lucense, en Cervantes, por medio, tras superar las oposiciones al cuerpo de segunda categoría. Volvería a hacer otro corte en la vida pública -pensaba que sería el definitivo-, cuando dejó de ser director xeral de Administración Local de la Xunta al obtener plaza en Cambados en el 2005. 

Pero hubo más amagos de dejar el mundo que ahora le hará presidente de Galicia. Intentaría rehusar el ofrecimiento de Feijoo un año más tarde para convertirse en el número dos del PPdeG. La larga y definitiva enfermedad de su padre y la preparación de las oposiciones al cuerpo superior no le servirían de argumento. Y no hace tanto tiempo, una dolencia grave de su mujer, la convicción de estar perdiéndose años cruciales de sus hijas, y hasta las peculiaridades de una consellería administrativa, técnica y de vida interna como la que ha dirigido desde el 2009 le dieron más argumentos para decir adiós a la política y no llegar a ser el próximo presidente de la Xunta, el sexto desde que aprobó el Estatuto de Autonomía. El martes dará su discurso, el jueves se votará y el sábado será investido.

 Esta es la vida menos conocida de Alfonso Rueda ante la semana más decisiva en su vida política.

Comienzos Laborales: iba para médico

Alfonso Rueda estudió bachillerato de ciencias puras con la idea de seguir los pasos de su padrino y hacerse médico. Pero ha reconocido que no tenía vocación para ello y tampoco para ser abogado. Pero Derecho lo contempló como una vía con salidas. Además, su hermana mayor le abría camino en la misma facultad de Santiago desde un año antes.

Acabó la carrera en cinco años. Era de los estudiantes disciplinados de los que aprueban todo en junio e incluso le dio para hacer prácticas en el departamento de personal de Ence en los dos últimos veranos de estudios ganando el equivalente a 600 o 700 euros, un dineral para un chaval de los ochenta. No sabía qué hacer cuando concluyó los estudios, pero lo del dinero ganado en sus primeras experiencias laborales le dio una pista de lo que quería y le que acabó encaminando a una empresa auxiliar del Banco Santander en 1991 para trabajar como comercial. Su cometido: vender fondos de inversión a los clientes con los que desde un call center, teóricamente, se concertaba una cita. La realidad era que todos los contactados telefónicamente rechazaban de malos modos en su mayoría la visita del vendedor. Rueda pensó que lo mejor sería no preavisar a los posibles firmantes. Los timbres de Pontevedra, Marín y pueblos próximos fueron apretados uno tras otro por un espigado y delgado joven buscando, sobre todo, a clientes de otros bancos, los que de captar daban lugar a una buena comisión. No le fue mal en la tarea de convencer a inversionistas que no sabían un instante antes de abrirle la puerta que lo iban a ser.

Dicen quienes le conocen bien que Alfonso Rueda se refiere a esa experiencia como de la que ha sacado más enseñanzas y conocido mejor a la sociedad, sus intimidades, anhelos y miedos. 

Secretario municipal. Bueu, A Cañiza, Cervantes y Cambados

El servicio militar cortó la carrera bancaria del próximo presidente de la Xunta. Ni se planteó objetar, máxime inaugurando en Valladolid en su remplazo aquella mili de solo nueve meses previa a su definitiva desaparición. Al licenciarse, de nuevo no sabía por dónde tirar hasta que, acompañando a su padre a un congreso del Partido Popular en Madrid, compartió cena con un tío suyo concejal conservador en Ceuta que había sido comandante naval. El militar retirado le abrió los ojos. «Un secretario municipal gana mucho y no la rasca», le vino a decir entonando una música celestial para un joven que trata de imaginar su futuro.

El actual secretario municipal de O Porriño fue quien le preparó las oposiciones, clases que compartió con la alcaldesa de Marín, María Ramallo, y con otros tres aspirantes. Solo él las aprobó, demostrando, de nuevo, habilidad para los exámenes, como haría en las oposiciones para secretario superior ya trabajando con Feijoo y en las que quedaría sexto de España en el 2006.

Bueu fue el destino de sus primeras prácticas. Su preparador le ofreció después su puesto en A Cañiza, a donde se encaminó Rueda en el Peugeot 205 Lacoste que le compró a su madre en la opción más pija sobre ruedas de aquel momento. Antes de colocarse apenas se lo dejaban para que no se descentrase de las oposiciones. Y ya en el pueblo ubicado en la frontera entre Pontevedra y Ourense comprobó cuanta razón tenía su tío el de Ceuta: 3.000 euros de la época en su primera nómina. De las 15.000 pesetas de paga en casa a medio millón de sueldo al mes. En un trimestre el secretario municipal ya tenía un Golf y percibía 12.000 euros más que el sueldo que tendrá como presidente de la Xunta. (Feijoo cobró el año pasado casi 85.000 euros). 

Independizado, y en bungaló como casa

Alfonso Rueda, que había vivido en Santiago con sus hermanas después de recalar en San Martín Pinario, donde obtendría plaza in extremis gracias a una gestión de Xosé Luís Barreiro, pasó a vivir  completamente independiente. Primero en una casita alquilada en Covelo, pero la peligrosidad de la carretera a A Cañiza en invierno invitaba a buscar algo más cercano. El alcalde del momento, César Mera, que había comprado un bungaló de madera en Finlandia para promocionar el cámping municipal, se lo alquiló a buen precio para darle uso, pues permanecía cerrado diez meses al año. Estaba decorado a la última por El Corte Inglés. Allí dentro, Rueda pensó haber encontrado su sitio, en un municipio que parecía el far west, con ingenieros, obreros y técnicos que abrían paso a la autovía de As Rías Baixas dándole vida al pueblo y completando un panorama de singles exiliados laboralmente que integraban también el notario y el farmacéutico, la pandilla que el destino le iba conformando a Rueda junto a algún funcionario del Concello a mayores.

Las comidas se sucedían sin necesidad de excusa de celebración y en el primer mes, el delgado secretario ganó siete kilos. Pero se cruzó la Xunta por primera vez en aquella carrera para tentarlo como jefe de gabinete de conselleiro; en una segunda ocasión después para convertirse en director xeral, y a la tercera para no volver nunca más a un oficio que le llevaría antes de la última etapa a Cervantes, donde el alcalde socialista no le dejó marchar hasta que encontrase un sustituto.

La entrada en política: primero, Coalición Galega

Como Alberto Núñez Feijoo votó a Felipe González en vez de a Manuel Fraga en las elecciones de 1982, Alfonso Rueda tampoco votó por el fundador del PP cuando el de Vilalba recaló en Galicia. En 1989 el pontevedrés se colocó delante de las urnas por primera vez en unas autonómicas. Su padre, José Antonio Rueda Crespo, fue de los pocos que no abandonó a Xosé Luis Barreiro cuando maniobró desde dentro para cambiar el paso en Alianza Popular. Rueda padre profesaba una auténtica devoción por el que fuera vicepresidente de la Xunta y se sentía muy dolido por las puertas que se le cerraron con la guerra interna en la familia popular. Él no reculó y siguió a Barreiro en su intento de prolongar su influencia política desde el liderazgo de Coalición Galega. Fue su número dos en las listas de 1989 por Pontevedra. Pero no fueron elegidos ni uno ni el otro, y Rueda padre cayó en un completo ostracismo. El aún vicepresidente de la Xunta les votó e hizo de interventor en los comicios al igual que sus hermanas con la pegatina coaga en el pecho.

Su padre transmitió a su familia un sentimiento trágico de la política, de enfados y sinsabores, y por eso le imploró que no se dedicase nunca a ella. Pero no le hizo caso y al despuntar los años noventa ya era presidente de Nuevas Generaciones en Pontevedra.

Alfonso Rueda bañando a su hija mayor, Beatriz.
Alfonso Rueda bañando a su hija mayor, Beatriz.

El peso de la familia desde la facultad

El Rueda universitario no fue un campeón mundial de salir por la noche, aunque tampoco de ir a clase. De lo mejor que sacó de la facultad fue conocer allí a su mujer, Marta Coloret, en la que, cuentan quienes les tratan, no reparó en primera instancia cuando la conoció en la ligoteca (biblioteca) de Derecho.

El arranque de sus vidas laborales ella lo hizo en Vigo, en oficinas del Banco Santander, entidad para la que sigue trabajando en Pontevedra. Al poco tiempo la destinaron a la capital cántabra como directora de la oficina del campus universitario, un experimento para jóvenes de la entidad de los Botín. Dos años y medio se pasó Rueda en la carretera para ver a su novia, con la que se casó en el 2000 y por la iglesia, porque aunque no se considera religioso ni practicante, sí se presenta como católico. Sus hijas, Beatriz y Marta, de 19 y 17 años, no han evidenciado de momento interés en la vida política, es más, la mayor ha puesto kilómetros de por medio hasta Madrid para cursar Derecho y Relaciones Internacionales.

Pasión por correr desde hace 20 años

Indagar sobre el perfil de Alfonso Rueda hace que se le pueda llegar a imaginar como protagonista de la escena de Forrest Gump en la que el personaje que encarnó Tom Hanks comenzó a correr y detrás llevaba una pléyade de acompañantes. Los nombres de runners que se asocian al próximo presidente de la Xunta en sus carreras es inacabable. Pero en realidad ahora solo tiene dos fijos en sus trotes: el fiscal jefe de Pontevedra, Juan Carlos Aladro, y el presidente de la Autoridad Portuaria de Marín y esposo de Ana Pastor, José Benito Suárez.

Con este último coincidió primero en la corporación de Pontevedra como concejales del popular Juan Luis Pedrosa, al entrar Rueda en sustitución del exalcalde José Rivas Fontán, que se convertía entonces en diputado en Madrid. Volverían a encontrarse los dos en la Xunta como directores xerais del conselleiro Antonio Pillado. Ese reencuentro afianzó la pasión por correr que había iniciado hace ya veinte años con el padrino de una de sus hijas, procurador en Pontevedra. Suárez le alumbra ahora con su bicicleta por las noches cuando no hay tiempo para la carrera de primera hora de la mañana. También mantiene desde hace veinte años la costumbre de hacer en la primera semana de agosto con amigos de A Cañiza una ruta desde el embalse de Filgueira (Crecente) hasta el santuario de A Peneda, pasando por zonas de Portugal como el parque de O Gerês y Melgaço.

ED

Mentores: el recuerdo de su paso

Gran parte de los funcionarios de A Cañiza han invitado a sus bodas a Alfonso Rueda. Los trabajadores del Concello recuerdan que era muy quisquilloso con tratar de evitar corrillos de conversaciones de los funcionarios a ojos de los ciudadanos. Le daba la sensación de que se transmitía poca intensidad en el trabajo. Cuando empezó, él hacía todo lo contrario, ni salía del despacho a tomar café. En realidad, se supo después que el joven secretario evitaba abrir su puerta o asomarse al pasillo para que nadie le preguntase nada y se diese cuenta de que lo aprendido en la carrera y en las oposiciones distaba de la realidad diaria y los problemas mundanos con los que se encuentra la Administración local. César Mera, el sempiterno entonces alcalde de la localidad cuando el pontevedrés recaló en ella, advierte con sorna que el nuevo presidente dice que aprendió de él todo lo que sabe de política

El visto bueno a su fichaje como secretario general de Feijoo se lo dio al nuevo líder del PP estatal el propio Mera, el entonces también alcalde de Cambados, José Manuel Cores Tourís, y José Benito Suárez, además de Xesús Palmou, que fue quien lo propuso. Los cuatro coincidieron afirmativamente ante la pregunta de Feijoo si era el hombre para ayudarle a pilotar el PP del posfraguismo. Después vendría la reunión definitiva entre ambos en el hotel NH de Vigo en la que sellaron su alianza y la carrera política que se relanzó tres años después con la victoria del 2009 en las autonómicas.

Ahora le toca conservar ese legado y después someterse por primera vez en su vida a ser número 1 de una lista electoral y pasar el examen de las urnas, la nueva prueba para Alfonso Rueda, corredor de fondo que por vez primera lidera el escaparate de su partido después de haber comenzado como vendedor puerta a puerta.