De los 6.000 gaiteiros de Fraga a la Biblia de Albor o la pantalla gigante de Touriño: las investiduras en 41 años de autonomía
GALICIA
Alberto Núñez Feijoo contó con la cantante Lucía Pérez para su primera toma de posesión y encerró los actos de la investidura del 2012 en el Parlamento, como símbolo de austeridad, y en el 2020 por las restricciones del covid. Mañana se estrena Alfonso Rueda
13 may 2022 . Actualizado a las 17:41 h.Apretados en el Pazo de Xelmírez, sede provisional y prestada de una Xunta con pies de barro, una holgada mayoría de diputados de Alianza Popular, UCD y los independientes Carlos Casares, Ramón Piñeiro y Benjamín Casal decidían con sus votos el primer presidente autonómico de la historia. Gerardo Fernández Albor (1917-2018) era proclamado presidente el 8 de enero de 1982 en el palacio clerical ornamentado para la ocasión como improvisado parlamento. El presidente de la Cámara de entonces, Antonio Rosón, ausente por indisposición en la votación, viajó semanas después a Madrid para solicitar un crédito con el que financiar una nueva sede, que en junio pasaría a ser el Pazo de Fonseca, una nueva cesión, esta vez por la Universidade de Santiago.
Albor tomó posesión unas semanas después, el viernes 22 de enero, ante el panteón de Galegos Ilustres de San Domingos de Bonaval, al que no habían llegado aún los restos de Castelao. Tampoco lo hizo el ministro Calvo Sotelo en representación del Gobierno, ya que la espesa niebla impidió el tráfico aéreo aquel día. El aura religiosa volvió a rodear otro de los primeros pasos de aquel imberbe autogobierno, en un acto presidido por el arzobispo de Santiago que finalizó con la interpretación de Negra sombra a cargo de la banda municipal de la ciudad y los himnos de Galicia y España.
Cuatro años después, Albor necesitó una cuarta votación en la cámara para ser reelegido presidente de la Xunta. Lo hizo con una mayoría simple, ya instalado el Parlamento en su sede de Fonseca, con los 34 votos a favor de Coalición Popular. La oposición calificó su discurso de investidura como vago, impreciso y sin proyecto. Una copia del pronunciado en 1982, dijo entonces el líder socialista Fernando González Laxe (1952), en unas réplicas similares a las escuchadas este jueves en el Pazo do Hórreo en boca de los portavoces del BNG y PSdeG.
Una vez más, el acto distó de lucir secular. El 1 de marzo de 1986, con una mano sobre la Biblia y un crucifijo encima de la mesa, Albor juró su cargo en la antigua capilla de Fonseca. Finalizó su discurso citando a Alfredo Brañas: «Temos patria, temos linguaxe, temos fe... Estamos salvados». Todo ello con el foco mediático puesto sobre el magnicidio del primer ministro sueco Olof Palme, asesinado al recibir dos disparos a quemarropa mientras caminaba con su mujer por una céntrica calle de Estocolmo tras salir del cine.
En apenas un año, la etapa del presidente que abrió la autonomía gallega terminaba con la primera y única moción de censura que prosperó en el Parlamento. El progresivo aislamiento de Albor en su propio Gobierno dio con la dimisión en bloque de su vicepresidente, Xosé Luís Barreiro, y otros cinco conselleiros, después del verano. Como supo resumir dos semanas después Manuel Iglesias Corral, portavoz de Coalición Popular, en el pleno donde el presidente trataba de negar la evidente crisis de su Ejecutivo: «Aquí pasou o que pasou, e sabémolo todos».
La moción de censura fue también la primera que salió adelante en la historia democrática española. Fernández Albor se negó a dimitir, argumentando su responsabilidad ante «o pobo galego», y se despidió de la sesión con la «satisfacción do deber cumprido». «O único que podo facer é saír de aquí con toda a dignidade de vello galeguista e velo demócrata», añadió. La toma de posesión del socialista Fernando González Laxe tuvo lugar el 29 de septiembre de 1987.
Con solo dos años restantes de legislatura, el acto celebrado en el salón noble del Pazo de Fonseca fue breve, desprovisto de fastos y de la solemnidad de los dos precedentes hasta la fecha, con la incertidumbre de quiénes terminarían configurando el nuevo Gobierno tripartito, que se despejaría al día siguiente. Sin Biblia ni crucifijo, pero con la mano apoyada sobre el Estatuto de Autonomía, Laxe se convertía a sus 35 años en el presidente más joven que ha tenido Galicia. En 1989 logró para los socialistas su mejor resultado electoral hasta entonces (28 diputados sobre 75, 433.259 votos), insuficiente para retener el poder ante la mayoría absoluta de Manuel Fraga (1922-2012).
Lo que se vivió el 5 de febrero de 1989 en la Praza do Obradoiro nada tuvo que ver con lo vivido en los diez años anteriores. Unas 20.000 personas aclamaron al nuevo presidente con la música de más de mil gaiteiros. Sonó también Gallaecia, una pieza compuesta para la ocasión por Xosé Luís Foxo y que volvió a interpretarse tres años después.
Fraga construía las bases de su pequeña Baviera en el noroeste peninsular, inspirado en el democristiano Franz Josef Strauss, que se refugió en el Gobierno del acaudalado land germano durante una década tras una carrera política a nivel federal sin réditos electorales. «O fogar de Breogán vaise trocando en nación», expuso exultante Victorino Núñez, presidente del Parlamento, ya mudado en su localización actual en el Pazo do Hórreo. Desde una tarima en medio del Obradoiro, Fraga pide unidad y «unha Galicia con sitio para todos, os que somos, os que foron e os que virán».
En 1993, Fraga repitió fórmula, esta vez con más gaiteiros. Hubo 3.000, procedentes de toda Galicia, Argentina, Suiza, Alemania, Madrid o País Vasco. Desfilaron durante kilómetro y medio desde el Pazo de Fonseca hasta el Pazo de Raxoi. Ni la lluvia empañó la marcha triunfal organizada por el presidente gallego tras su segunda mayoría absoluta. Y lo mismo cuatro años después, ahora con 5.000 gaiteiros.
En diciembre del 2001 celebró su última toma de posesión, otro calco de las anteriores, con una concentración de apoyo multitudinaria en el Obradoiro, miles de músicos apretando el aire del fol -ahora unos 6.000- y, como también sucedió en cada acto, cargas policiales contra manifestantes en los alrededores de la plaza. A Fraga se le quebró la voz aquel día: «Seguirei traballando por unha Galicia máis grande, ornee quen ornee». El presidente popular había asentado ya la Praza do Obradoiro como multitudinario punto de partida en las legislaturas de sus sucesores.
Y eso fue de lo poco que socialistas y nacionalistas conservaron cuatro años después. PSdeG y BNG formaban un Gobierno bipartito con Emilio Pérez Touriño (1948), que entró en la plaza acompañado del vicepresidente Anxo Quintana (1959) . Del estruendo de 6.000 gaiteiros pasó a uno solo, Suso Vaamonde, que puso en pie a las más de 4.000 personas congregadas allí al tocar la Marcha do Antigo Reino de Galicia. La actriz María Pujalte leyó un par de poemas de Luis Pimentel y Xavier Seoane, la orquesta Real Filharmonía de Galicia interpretó piezas de Beethoven y una composición del músico gallego Fran Pérez, había alfombras rojas en amplios pasillos y se instaló una pantalla gigante que retransmitió el acto en directo y proyectó imágenes aéreas de Galicia. Con el cambio de siglas al frente de la Xunta, ambos partidos quisieron hacer de la toma de posesión una metáfora del «novo tempo» que se abría en la comunidad, «democrática, moderna, culta e transparente».
El regreso del PP al poder fue ya de la mano de Alberto Núñez Feijoo (Ourense, 1961). Pero con él no volvieron los miles de gaiteiros de Fraga. Es más, fue una ceremonia austera, en el marco de una crisis económica que no había alcanzado aún su ecuador. Quiso reflejar esa sobriedad en la organización del acto, desprovisto de alardes y excesos de épocas pasadas. La música la pusieron 60 miembros de la banda de gaitas de la Deputación de Ourense y el himno sonó en la voz de Lucía Pérez, que dos años después representó a España en Eurovisión cantando Que me quiten lo bailao. Tres años después, llevó al extremo esa proyección de sobriedad en la celebración al confinar el acto en el Parlamento, una toma de posesión solemne alejada del folklore de Fraga y el esplendor bajo el sol de agosto con Touriño.
Feijoo regresó en el 2016 a la Praza do Obradoiro, y con él lo hicieron los gaiteiros ourensanos. El barítono Borja Quiza y la soprano Teresa Novoa, acompañados del quinteto InVento, interpretaron el himno gallego. El presidente de la Xunta se consolidó allí como principal barón popular, conservando la única mayoría absoluta del país y con el apoyo del entonces presidente Mariano Rajoy y de varios líderes territoriales del partido.
El coronavirus impidió un nuevo baño de masas en el 2020. Para la que ha sido su última toma de posesión, Feijoo devolvió los actos al Parlamento como había hecho en el 2012, obligado por la crisis económica. Las restricciones sanitarias hicieron que los asistentes se tuviesen que repartir por distintas salas y pasillos del Pazo do Hórreo mientras Feijoo pronunciaba su discurso en el Salón dos Reis. Este sábado a mediodía, Alfonso Rueda se estrena como presidente en el mismo escenario.