César Muñoz-Fontela, virólogo: «No me gustaba mucho ir a clase»

JORGE NOYA BOTANA / M. S. LA VOZ

GALICIA

César Muñoz-Fontela, en su despacho en el Instituto de Medicina Tropical Bernard Nocht, en Hamburgo.
César Muñoz-Fontela, en su despacho en el Instituto de Medicina Tropical Bernard Nocht, en Hamburgo. CEDIDA

Apasionado por la ciencia desde pequeño, ha construido una importante carrera en el mundo de la investigación. Fue testigo directo de la epidemia de ébola en África hace casi una década

04 ago 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Obsesivo, familiar e inquieto. Son los tres adjetivos que César Muñoz (Ferrol, 1975) escoge para autodescribirse. Razón no le falta. Apasionado de la ciencia desde pequeño, su interés por los virus comenzó durante la carrera de Biología en Madrid, tras leer «un thriller bastante malillo sobre el ébola». Acabó el libro, la realidad superó a la ficción y la inquietud que le causó saber más sobre «aquellos misteriosos» patógenos lo llevó a ser quien hoy es.

Sus primeros días de prácticas en laboratorio, tras una etapa universitaria en la que no le «gustaba mucho ir a clase», los rememora con pasión. «Era todo el día un aprendizaje constante y no me importaba pasar horas allí», recuerda. Y en ese momento fue cuando empezó a construir toda una carrera dedicada a la investigación, un camino que tuvo que recorrer en el extranjero: «No tenía muchas opciones para quedarme, fue consecuencia del estado precario de la investigación en España».

Tras unos años en la Complutense y el CSIC, trabajó en el prestigioso hospital Mount Sinai de Nueva York y se trasladó después a Alemania, como investigador en el Instituto de Medicina Tropical Bernard Nocht. Primero estudió enfermedades emergentes y ahora explora la familia de los filovirus, entre los que se encuentra el mortífero ébola que entre 2014 y 2016 provocó la muerte de más de 11.000 personas en el continente africano. En Nigeria y en Guinea, Muñoz-Fontela fue testigo directo de aquella situación, algo que recuerda como «un aprendizaje intenso y rápido» donde entendió el importante papel que la parte «más social» juega en el control de las enfermedades.

En África sigue participando en varios proyectos educativos y de investigación. Y tiene claro que el continente, donde conviven varias epidemias a la vez, sólo será más sano cuando los países ricos abandonen su actitud colonialista e «inviertan en generar infraestructuras y conocimiento entre los locales». Algo necesario, a su juicio, para enfrentar a nivel global un futuro «difícil de predecir» donde las consecuencias del cambio climático pueden provocar la llegada a Europa de enfermedades tropicales y «hacer surgir virus para los que no hay vacuna ni tratamiento». Al hablar de su futuro profesional no se marca grandes objetivos, pero le gustaría que la ciencia avanzase hasta generar vacunas «que protejan contra familias enteras de virus» y también «grandes avances contra el cáncer».

Ya fuera del laboratorio, recarga la motivación que lo ha convertido en el reconocido virólogo que es con dosis de sus otras grandes pasiones: el deporte y sus hijos, quienes lo ven como una especie de superhéroe: «Cuando salgo en los periódicos ya piensan que es porque ha pasado algo malo».