Abogado del Estado a la primera, con la mejor nota y en solo dos años: «En los nueve meses de exámenes perdí diez kilos»

Candela Montero Río
Candela Montero Río REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

MARCOS MÍGUEZ

Álvaro Melón, que eligió A Coruña como destino, fue el número uno en una oposición que abarca 464 temas y cinco pruebas, entre ellas dos casos prácticos de 10 horas de duración cada uno

20 oct 2024 . Actualizado a las 19:05 h.

El 2 de septiembre del 2020 empezaba a preparar la oposición en Foz y el 2 de diciembre del 2022, exactamente dos años y tres meses después, era abogado del EstadoÁlvaro Melón (Logroño, 1997) aprobó una de las oposiciones más exigentes a la primera, siendo el número uno de su promoción y en tiempo récord, convirtiéndose en funcionario con 25 años. «¡No estuvo mal!», bromea él. El primer puesto le brindaba la posibilidad de escoger cualquiera de los destinos que se ofertaban, él se decantó por A Coruña y en marzo del año pasado se incorporó a su puesto. 

La de Abogacía del Estado no es una oposición cualquiera, su magnitud es abrumadora. Empezando por el temario, que implica meter entre pecho y espalda 464 temas de todas las áreas jurídicas, una cifra que supera en más de cien unidades a carreras como la judicial (328 temas) o la notarial (348 temas). «Parece muy difícil, y lo es, pero no imposible. En realidad no es tan horrible», deja claro Álvaro.

Tal es la dimensión del contenido, que no es recomendable verla junta desde un principio: «Cuando empiezas a preparar la oposición, se aconseja ir imprimiendo los temas poco a poco, porque si los ves todos juntos posiblemente no sigas», argumenta Álvaro. Él, asegura, era capaz de defender cualquier punto: «Mi objetivo era que no pudiese caerme ningún tema, incluso los que no me gustaban, que no pudiese defender. Me presenté siendo consciente de que podía cantar cualquier cosa», recuerda.  

Te tienen que preparar abogados del Estado (habitualmente, más de uno) y se estudia seis días a la semana. En el caso de Álvaro, él contaba con tres preparadores, uno en Logroño y dos en Pamplona y tenía alrededor de cuatro semanas de vacaciones repartidas a lo largo del año. El propósito de contar con varias personas a lo largo del camino atiende a la lógica: «Es para tener distintos puntos de vista. Cuatro ojos ven más que dos», explica Álvaro. Él tenía el preparador en casa, pero siempre lo rechazó: «Mi padre es abogado del Estado, pero nunca me habría preparado a mí», sentencia. Buscaba así evitar cualquier valoración subjetiva: «La preparación exige mucha objetividad y las relaciones familiares pueden nublarla. Un padre puede ser demasiado bueno o malo en estas situaciones», argumenta. 

Y si el temario es exigente, las pruebas de acceso no lo son menos. Constan de cinco partes, todas eliminatorias, y la primera consiste en dos exámenes orales en los que, en cada uno, se exponen 7 temas elegidos por sorteo de áreas jurídicas concretas, con un tiempo de 65 minutos. La tercera es una prueba doble de idiomas, que consiste en un examen obligatorio de inglés o francés y otro voluntario de cualquier lengua de la Unión Europea.

Por último, los que consigan llegar a la fase final tienen que enfrentarse a dos casos prácticos con sendas duraciones máximas de diez horas. Dice Álvaro Melón que, de esas diez horas, «no suele sobrar ni un minuto» e incluso «se hacen cortas». Para resolverlos, el aspirante dispone de material de escritura, comida, una base de datos en la que tiene acceso a la legislación y toda su habilidad. «Tienes una tensión tan grande que te permite mantener el tirón. Te llevan comida a mediodía y yo paré para comer ambas veces, pero la gente no suele hacerlo, porque está muy concentrada en el caso», recuerda Álvaro. «Eso sí, una vez acabas y entregas el examen te pasas 12 horas durmiendo», añade. Por no mencionar que entre el primer examen y el último transcurren nueve meses: «Perdí entre 10 y 12 kilos por la tensión y el esfuerzo», cuenta.

El tiempo medio en convertirse en uno de estos empleados públicos no suele bajar de los cinco años, pero Álvaro lo logró en dos años y tres meses. ¿Cómo lo hizo? Él mismo reconoce que no existe una fórmula secreta, pero es un firme defensor de que convertirse en funcionario es algo que no se resumen en contestar a unas preguntas: «La oposición no solo se aprueba el día del examen, sino que se aprueba desde el primer día que te pones a estudiar hasta el último, siendo muy serio en todo momento», defiende. Es más, alega que cuando realmente se aprueba es «los domingos y los veranos, en los momentos en los que es más difícil estudiar, cuando todo el mundo está descansando». A la seriedad añade, además de la evidente «capacidad de estudio», «tranquilidad», «capacidad de mantener la calma» y «sobre todo, muchísima disciplina mental en todo el proceso».

«La oposición se aprueba los veranos y los domingos, no solo el día del examen»

Eso sí, también hay tiempo para el ocio: «Repartía las vacaciones las vacaciones entre Navidad, Semana Santa y verano. Además, durante la época de estudio solía salir a tomar algo o cenar con amigos». Y para el deporte: «Entre semana salía a correr al terminar de estudiar, porque era lo que me permitía salir de la habitación. Hice muchos kilómetros y no he vuelto a correr desde entonces», confiesa. 

Treinta matrículas y siete idiomas

El periplo de Álvaro Melón hacia el éxito empezó mucho antes de decantarse por la Abogacía del Estado. Habla siete idiomas (español, gallego, alemán, inglés, francés, catalán e italiano) y estudió el doble grado de Derecho y Ciencias Políticas en la Universidad Autónoma de Madrid. Ya en la carrera obtuvo 30 matrículas de honor, de 40 posibles. Por razones obvias, le concedieron el premio extraordinario de fin de grado. 

Siempre estuvo expuesto al mundo jurídico y asegura que «no tenía ninguna vocación distinta». Para sacar la friolera de 30 matrículas, dice que la única fórmula pasa por «muchísimo» estudio: «Siempre tuve un gran sentido de la responsabilidad y estudié de forma muy rigurosa desde el principio de la carrera. ¡Pero también salía bastante! De hecho, ni siquiera buscaba las matrículas, simplemente fueron llegando», explica.

Aunque nunca se obsesionó con rozar la excelencia —de hecho, no esconde que llegó a sacar un 1 en química y que suspendió «muchos exámenes de matemáticas»—, defiende que la única forma de conseguirla es «dedicarle muchas horas». «Por lo menos en Derecho —matiza—, porque nadie nace sabiéndose el Código Civil». ¿Hay que chapar tanto como dicen en esa disciplina? Álvaro no es de los que desmiente esta teoría: «Yo creo que es imposible aplicar las leyes sin memorizarlas previamente. No se puede ser un buen jurista sin haber memorizado previamente la mayor parte del ordenamiento. Eso, lógicamente, no impide que después las puedas consultar», defiende. 

No entró en el grado sabiendo que sería abogado del Estado, pero terminó el primer curso con esa idea. Sí que se planteó otras opciones e incluso hizo prácticas en varios despachos, pero terminó por descartar esa opción: «Me di cuenta que no era la vida que yo quería como primera opción», afirma. «Me parece atractiva en muchos aspectos —continúa—, pero veía que implicaba un sacrificio muy grande al principio y, puestos a hacer ese gran sacrificio, quería que fuese en mi propio beneficio y no en el de una empresa».

Por eso, lo que les aconseja a aquellos que se plantean preparar la oposición que él aprobó es que se informen. «Lo primero que les diría es que hablen con gente. En la web oficial de la Abogacía del Estado hay muchos contactos y a través de redes sociales también es muy fácil acceder a abogados del estado», relata. Aquí, a los aspirantes les recomienda que no se corten: «Yo les pediría consejo, iría a verles, me tomaría un café con ellos y les plantearía todas mis dudas», dice. Además, les manda un mensaje de optimismo: «También les diría que no es imposible. Es difícil, pero las cosas que merecen la pena no son fáciles», indica. 

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A Coruña como destino

En su caso, se presentó por primera vez a la oposición creyendo que realmente tenía opciones de aprobarla —«aunque ni mucho menos lo daba por hecho»—, y terminó sacando la mejor nota de su promoción. Aunque insiste en que «habría firmado por ser el número 24, que era el total de plazas que había», eso fue lo que le permitió ser el primero en elegir destino.

¿Por qué A Coruña? El número uno de las oposiciones a abogado del Estado tiene raíces y alas gallegas. Raíces, porque desde que nació está vinculado a Lugo en general, y a Foz en particular, y eso, afirma, fue determinante: «Elegí A Coruña porque era el único destino que salía en Galicia y mi idea era quedarme por el norte de España. Además, tenía amigos aquí y me permite estar cerca de Foz», explica. «Por otro lado —continúa—, me habían hablado muy bien de la abogacía del estado en A Coruña». En marzo del año pasado se incorporó a su puesto y no duda en decir que es «mejor de lo que esperaba». «Estoy verdaderamente feliz, venirme ha sido la mejor decisión posible», sentencia.

No sabe qué pasará en el futuro, pero, en principio se ve ejerciendo en Galicia, por lo menos a corto y medio plazo. Lo que tiene claro es que repetiría todos los pasos que lo han llevado hasta donde está ahora: «Durante la oposición uno termina volviéndose bastante supersticioso, así que yo no cambiaría ni una coma», concluye.