Seremos combativos en defensa de nuestro ideal de una Galicia y una España mejores
GALICIA
Discurso íntegro del presidente de la Corporación Voz de Galicia y presidente de la Fundación Santiago Rey Fernández-Latorre en la 66ª edición de los premios Fernández Latorre
14 nov 2024 . Actualizado a las 18:11 h.Presidente da Xunta, autoridades, patronos de la Fundación Santiago Rey Fernández-Latorre, galardonado, Salomé, amigos y amigas. Bienvenidos.
Cuando el 26 de junio el Patronato de la Fundación Santiago Rey Fernández-Latorre se reunió para fallar el premio de 2024, ninguno de los miembros podíamos pensar que nuestro editor nos iba a faltar en el acto de entrega del galardón.
El presidente, Santiago Rey, estaba frágil y harto de arrastrar dificultades de movilidad. Sabíamos que llegaba a la reunión de junio cansado de decepcionarse. Decepcionado con la evolución de su salud y decepcionado con las continuas batallas partidistas entre españoles, cuando no entre gallegos, por una bandera, por un puñado de votos o por una inversión en cuatro farolas. ¿Acaso, no es agotadora la deslealtad institucional entre políticos cuando todavía hay cuerpos de desaparecidos atrapados en el barro de Valencia? Lo es, claro que lo es.
La ineficiente gestión de los servicios públicos y las dilaciones burocráticas le provocaban indignación, porque zancadillean las esperanzas de los ciudadanos de una vida mejor: sea para la licencia de una vivienda, una solicitud de dependencia o sea por el colapso judicial. La espera, desespera. En la era de lo inmediato, la eficacia y la rapidez de la respuesta ha de ser prioritario. De lo contrario, se alimenta el populismo bajo falsos y peligrosos lemas. Como el que estos días dice: «El pueblo salva al pueblo».
En verano, nuestro editor estaba más cansado que nunca de bufones y promesas incumplidas. Y así lo escribió en su último artículo. Pero era una persona que, al igual que el oficio del periodismo, vivía absorto en el presente. Un acontecimiento noticioso, una injusticia, provocaban que saltase como un resorte. Mil muelles comprimidos que se liberaban a la vez. Entonces, empezaba a dictar órdenes. Mañana quizá volvería a estar cansado de decepcionarse, pero hoy era presente. Así era su forma de vivir.
De vez en cuando, en plena ebullición, había algún despistado que hacía la pregunta inoportuna:
- ¿Para cuándo quiere que hagamos lo que propone?
Le clavaba la mirada: «Para ya. En periodismo, mañana no existe».
Pasou xuño, xullo e os que estabamos arredor crimos que a luz das tardes do verán o axudarían a recuperar forzas para estar hoxe aquí. Non foi así. Celebrou o aniversario de Salomé, a súa dona, compañeira e patroa, nunha cea no Museo. Pero el xa non voltou ata a tarde na que recibíu a homenaxe dos traballadores e amigos coa bandeira galega sobre o seu ataúde. Que outro símbolo, se non, para o editor de La Voz de Galicia?
O seu avó, Juan Fernández Latorre, fundou hai cento corenta e dous anos un periódico rebelde e republicano. Santiago Rey converteuno, ao final da ditadura, nunha poderosa arma de papel pola liberdade, sen matices. Por unha democracia liberal -asentada sobre unha monarquía constitucional- que promova e defenda a diversidade cultural de España.
O seu avó, dúas veces condenado a morte e dúas veces exiliado, importou de Francia a finais do século dezanove un periodismo daquela novidoso, baseado na información. O seu neto levantou unha organización periodística asombrosa e innovadora, asentada nun modelo de proximidade no que a sociedade é a receptora pero, sobre todo, é a protagonista.
Porque Santiago Rey ya no está entre nosotros, he venido a este atril en representación de los patronos, los consejeros y de todos los que integramos las empresas de la Corporación Voz, más de seiscientos empleos directos y trescientos indirectos, que vamos a continuar con la obra de nuestro editor. No tengan duda de ello.
Seremos combativos en defensa de nuestro ideal de una Galicia y una España mejores. Y seguiremos siendo un aliado de todos aquellos que, vengan de donde vengan, piensen lo que piensen, sean leales a los intereses colectivos de los gallegos y de los demás españoles.
Es posible un grupo de empresas de comunicación en el que quepan todos. Hoy este museo es la demostración: por los que estáis aquí con nosotros y por la propia lista de galardonados con el Fernández Latorre. Un emprendedor del sector de las finanzas, Juan Carlos Escotet, un banquero hecho a sí mismo, sucede en el grupo de premiados a Marisol Soengas, una investigadora en la lucha contra el cáncer, que desde hace meses lo padece y lo combate. Han venido hoy a estar con nosotros algunos de los galardonados de anteriores ediciones o representantes de instituciones premiadas: todos sois estandartes de la sociedad dinámica que construye futuro y salvaguarda el pasado.
Precisamente, eso es lo que ha sabido hacer muy bien Juan Carlos Escotet en los últimos diez años: ha preservado en Galicia los cimientos de las cajas de ahorro y sobre ellos ha construido una entidad ibérica. Iberia, esa palabra en desuso, pero de radical importancia para nosotros, que tenemos más frontera con Portugal que con Castilla. Porque Iberia existe, este premio Fernández Latorre que hoy entregamos a Juan Carlos Escotet lo recibió en el 2018 Marcelo Rebelo de Sousa, presidente de la República Portuguesa.
Galicia es sede de la dirección y de los servicios centrales de un banco en una sorprendente y exitosa expansión en España y Portugal, Abanca, con una capilaridad sensible a la dispersión territorial y a nuestra idiosincrasia. La Comunidad es, además, la beneficiaria principal de su obra social.
Espero no cometer un delito si desvelo que fue Santiago Rey quien propuso y defendió ante el Patronato de la Fundación la candidatura de Juan Carlos Escotet. Hechos y méritos acumulados en estos diez años hicieron indiscutible la propuesta.
Enhorabuena Juan Carlos.
A nuestro editor lo echamos de menos. En lo emocional, por muchísimos motivos; y en lo profesional, por infinitos:
Por su militancia romántica en el periodismo, casi única.
Por sus halagos barrocos: «Este artículo es diabólico».
Por sus axiomas sobre el oficio: «Hay que escribir para los lectores» o «Hay que contar el final de las noticias», decía.
El director recordará alguna de las cien veces que le preguntó: «¿Por qué ya no escribimos de Haití?». Años atrás había habido un terremoto que causó la muerte de cientos de miles de haitianos y que estuvo días en las primeras páginas de los periódicos. Pero ya nadie se acordaba de los desfavorecidos. Él sí, porque «hay que contar el final de una noticia».
Y el buen periodismo debe hacerlo con más motivo en esta era de lo inmediato, de redes en las que se compran seguidores y se inventa la influencia, porque es también la era del olvido rápido. ¿Qué ha pasado con la reconstrucción de La Palma tras la erupción del volcán? ¿Que habrá pasado dentro de tres años y después de toneladas de promesas con los pueblos de Valencia?
«Nadie tiene mi nariz», afirmaba con frecuencia. No lo decía por el tamaño, sino por el sentido del olfato. Lo tenía para el vino o el perfume, pero sobre todo desarrolló un olfato periodístico infalible.
Los sentidos, ya lo sabemos, ni se heredan ni se testan, pero Santiago Rey creó una cultura empresarial y periodística alrededor de las marcas de la Corporación Voz que todo y a todos nos impregna, y nos moviliza para seguir adelante.
Y lo haremos.
Muchas gracias por acompañarnos.