La imposible búsqueda desde Cuba del abuelo gallego que esquivó las balas
GALICIA
La Voz consigue los papeles de un emigrado de Salceda que escapó cuando iba a ser fusilado y cuyo origen rastreó su familia por 30 registros civiles
15 dic 2024 . Actualizado a las 13:30 h.«Se lo llevaron detenido metido en una jaula como un perro; ni le daban de comer. Cuando lo trasladaban en un camión para fusilarlo, la jaula se viró y de un salto escapó. Recibió el roce de uno de los tiros que le disparaban y se hirió con alambradas, pero ya no lograron encontrarlo». Ese día de comienzos de la Guerra Civil fue el último que Manuel Martínez Rodríguez piso el suelo de su parroquia de Soutelo (Salceda de Caselas) antes de lograr esconderse entre los barriles de vino de un barco que de Vigo lo llevó a una nueva vida en Cuba.
Su nieto, Rolando Valdés, compone desde la isla todos los recuerdos que el Gallego —como acabaron llamado sus convecinos a su abuelo—, le fue desgranando sobre lo que había dejado atrás en la huida de una muerte segura. La represión franquista ya había matado a tiros a su hermano.
El nombre del huido, el de sus padres y hermanos (Estrella, Antonia y Natanael) junto con las referencias permanentes a Soutelo como escenario de todos los recuerdos vitales de la infancia y juventud del abuelo son los hilos de los que Rolando y su hija llevan tirando ocho meses para buscar la prueba definitiva que les permita solicitar la nacionalidad española. Un derecho abierto temporalmente hasta octubre del año que viene, en un cronómetro que avanza más rápido que las pesquisas que se pueden hacer a 7.600 kilómetros de distancia.
«Hemos escrito a más de 30 registros civiles en España. Unos nos dieron respuestas rápidas y agradables; otros, con demora y argumentos que no convencen, remitiéndonos a otros lugares», cuenta Valdés. Ante tanta negativa, les surgió la idea de pedir ayuda a La Voz de Galicia, al no tener claro siquiera en qué municipio centrar la búsqueda del Soutelo en el que se hunden las raíces del árbol genealógico familiar. «Busco desde Cuba información sobre mi abuelo español», titulaba la carta enviada al director del periódico, publicada el pasado miércoles.
Treinta y cuatro Soutelos
Treinta y cuatro parroquias y lugares de Galicia con el nombre de Soutelo se convirtieron en potenciales puntos de rastreo. Una noticia publicada el 25 de septiembre de 1932 por el semanario Galicia, dedicado a recoger para la emigración en Buenos Aires noticias de la madre patria, sirvió para priorizar la búsqueda. «Mujer agresiva», se titulaba una nota breve. «La benemérita de Salceda dice que cuando Estrella Martínez Rodríguez, vecina de la parroquia de Soutelo, regresaba de una finca de su propiedad, se encontró con su convecina Dolores Alfaro Pérez, la cual, por resentimientos antiguos, la golpeó, obligándole a guardar cama». El nombre de la hermana y sus apellidos coincidían con las referencias del abuelo de Rolando; el topónimo de la parroquia, también.
En el registro civil de O Porriño, que centraliza las credenciales de los residentes de Salceda, no hay apunte alguno sobre Manuel Martínez. El juzgado de paz de Salceda no entrega documentos a personas ajenas a las familias. La iglesia de San Vicente de Soutelo no guarda más que papeles actuales. Fue finalmente en el archivo histórico diocesano de Tui, donde su director, Avelino Bouzón, dio con el acta de bautismo del Gallego. 15 de julio de 1906, Juan Manuel Estévez Ecenarro, el párroco, escribe: «Bauticé solemnemente un niño, Manuel Martínez Rodríguez, que presentó en la Iglesia el alcalde de barrio». Los acompañaban dos testigos y los padrinos: la tía del pequeño y su propio padre, del que el cura no pudo resistir reflejar en el acta que «el predicho José Martínez vive en público concubinato, y de él tuvo ya varios hijos, con Manuela Rodríguez».
El acta de bautismo, el tesoro buscado por la hija, el nieto y la bisnieta del gallego que esquivó las balas, ya está en Cuba. Conecta de manera oficial a la familia con las raíces de Manuel y les deja a todos ellos el pasaporte español al alcance de la mano.
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«Hizo tanto por su familia acá, quizás pensando en la que tuvo que dejar atrás en Galicia»
«Contaba que vivía en una zona rural; que poseían tierras fértiles, cosechaban uvas, producían vino, ganado, ovejas... Él no vino por problemas económicos, sino huyendo al llamado militar en el inicio de la Guerra Civil», explica Rolando Valdés, rememorando las historias de su abuelo. «Siempre dijo que tenía claro que no iba a pelear contra su propia gente», añade.
No abandonó su escondite entre barriles en el barco en el que se subió en Vigo como polizón hasta estar seguro en alta mar de que no había vuelta atrás. Y llegado a Cuba, avisó a su familia, que entendió que lo más aconsejable era alejarse lo más posible de La Habana. Su peregrinaje por un paisaje desconocido se detuvo en Los Palacios (provincia de Pinar del Río). Allí, en el barrio de Central la Francia, se convirtió primero en zapatero, luego en trabajador de una azucarera y para siempre en el Gallego.
Formó familia con Felicia Medina, quien murió pronto, al igual que una de sus hijas, que se quitó la vida a los 15 años por los efectos de una enfermedad.
Las penas se sumaron en la vida de Manuel, pero se rehízo como cuando escapó de las balas. Se volvió a casar y tuvo seis hijos más. Nunca dejó de trabajar, incluso de jubilado. Buscaba frutas y otros productos y los vendía en el portal de su casa, como lo recuerda su nieto Rolando. «Fue un luchador, hizo todo para criar a sus hijos y nietos; todos vivimos a su alrededor. Tal vez hizo tanto por su familia acá pensando en la que tuvo que dejar atrás en Galicia», barrunta su descendiente, ya con el acta de bautismo en la mano. La de fallecimiento cuenta que el corazón de Manuel se paró a los 85 años, el 12 de febrero de 1992, en la ciudad en la que se asentó en Cuba, más de medio siglo después de negarse a morir ante un paredón.